Vino a mi mente la del video que muestra a una mujer con uniforme de policía federal en compañía de dos militares poniéndole una bolsa de plástico en la cabeza a otra mujer con las manos atadas.
“Y aún más insoportable es tener que matar. La mujer da la vida, la regala. La lleva dentro durante un largo tiempo. He comprendido que para una mujer, matar es mucho más difícil”.
Con esta frase la gran periodista y escritora ucraniana Svetlana Alexiévich (Premio Nobel de Literatura 2015 con Voces de Chernobil), introduce a los magníficos y conmovedores relatos del libro La guerra no tiene rostro de mujer. Testimonios de cómo las mujeres soviéticas (antes de la separación de la URSS) se lanzaban contra el enemigo nazi, con más preparación marcial que el odio. No cabían ni en los uniformes y algunas ni siquiera podían con el peso de las armas, mucho menos disparar. Pero era el tal el sufrimiento y el rencor que cuando tenían al enemigo enfrente, no les temblaba la mano. Algunas hasta se convirtieron en expertas francotiradoras.
Es la guerra −decían− te saca lo peor porque también significa vivir.
Este libro vino a mi mente con la difusión del video que muestra a una mujer con uniforme de policía federal en compañía de dos militares poniéndole una bolsa de plástico en la cabeza a otra mujer con las manos atadas. Se supo que el video fue filmado en febrero de 2015, en Ajuchitlán del Progreso, Guerrero. Trascendió que se trató de la tortura de Elvira Santibáñez, integrante de la Familia Michoacán quien secuestraba y extorsionaba en Tierra Caliente, revela el columnista Ciro Gómez Leyva. Tras darse a conocer el hecho que valió las disculpas públicas del secretario de defensa, Elvira Santibáñez podría ser liberada, opinan activistas.
Guardando no sé si las diferencias del caso, porque finalmente la guerra es guerra, recordé el caso de Lynndie England, integrante de la policía militar del ejército de Estados Unidos. En 2004 cobró triste fama mundial cuando aparecieron fotografías que la mostraban llevando con una correa como a un perro, a un detenido en la cárcel de Abu Ghraib, en Iraq y otra en la que con un rostro sonriente, señalaba los genitales de otro preso. Escandalazo mundial para el entonces presidente George Bush. England tenía 21 años de edad. De inmediato fue dada de baja y encarcelada. Años después, diría en una entrevista que no estaba arrepentida, porque los prisioneros iraquíes no estaban arrepentidos “querían matarnos”.
Probablemente, aunque en los casos de Elvira como de los presos iraquíes, no se trata de inocentes. Eso no justifica la tortura y la denigración humana. Mucho se invierte en dinero y en palabras para proteger los derechos humanos, aún del peor de los delincuentes. Porque eso puede efectivamente poner a un delincuente en la calle. Todos perdemos.
Los testimonios recogidos por Svetlana hablan de mujeres que no tenían otro camino que el de matar para sobrevivir. Los nazis ya les habían arrebatado a sus familias y a sus pueblos y amenazaban con pisotear a una nación.
Aquí en México los torturadores sí llevan a veces rostro de mujer.
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