Pregunto de manera separada a hombres y mujeres que me encuentro en una cafetería: ¿En quién piensas cuando digo mujer poderosa? Sin titubeos contestan: Angela Merkel. Y es que la señora Merkel ni pestañea cuando después de tomarse una cerveza durante un festival, dice que Estados Unidos ya no es el gran aliado y que Europa tiene que buscar otros horizontes.
Sin aspavientos, lo mismo se le planta a Donald Trump que a Vladimir Putin. Desde el 2005 está al frente de la poderosa Alemania. Los británicos, como los franceses, los rusos y los estadounidenses saben que la hora de ejercer el liderazgo no le tiembla la mano. Lo mismo para decirle a una niña palestina que ya no era posible traer a más de sus familiares a territorio alemán que ponerle un alto las ocurrencias y groserías de Trump, con un: “el futuro de los europeos lo decidimos nosotros”.
La señora Merkel visitará a México por primera vez desde que es canciller. Esto dentro del año dual México-Alemania. El próximo año México será el invitado de la Feria Industrial de Hannover. Ha dicho el embajador de Alemania que su visita es para demostrar la solidaridad con México. Solidaridad, creemos, por los momentos difíciles que se viven con la llegada del “nuevo” inquilino de la Casa Blanca.
Física de profesión, Merkel encarna el sueño del empoderamiento femenino: inteligencia, carácter, liderazgo. No tiene empacho en decir que una cosa es tener los pantalones bien puestos para encabezar las reuniones con los líderes de las grandes potencias, pero cuando llega a casa le gusta cocinar para su familia y disfruta de la jardinería. Efectivamente, el respeto no se impone por decreto, se gana. Una revista feminista le preguntó que qué podría envidiar de un hombre y contestó: “tal vez su timbre de voz”. Esa es Angela Merkel, ¡sí señor!