martes 14 mayo, 2024
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«CINÍSIMO»: Passengers, ¿glorificación del abuso a la mujer?

If you want a happy ending, that depends, of course, on where you stop your story”

Orson Welles

Passengers” fue una de las grandes superproducciones del año pasado en el rubro de ciencia ficción, si bien opacada por “Rogue One” y “Arrival”, que ha desatado una bien merecida controversia por el centro de su argumento, en el que se ‘premia’ (relativa pero incuestionablemente) un enorme abuso contra la mujer, condenable desde todo punto de vista.

Dicho lo cual, hay que establecer que el film cuenta con una muy profesional puesta en escena y una interesantísima historia que ataca de fondo un asunto de primer orden: el aislamiento, el romance y la traición. El film fue escrito por Jon Spaihts y dirigido por Morten Tyldum, quien ya nos había regalado una espléndida encrucijada moral usando como marco la segunda guerra mundial, en “The Imitation game” (2014).

En “The Imitation…” nos asomamos a tres episodios de la vida del criptoanalista británico y pionero científico de la computación, Alan Turing, figura clave en el descifrado de los códigos de la máquina Enigma de la Alemania Nazi, que fue un factor que contribuyó a la victoria de los aliados en la II Guerra Mundial.

Pero también Turing fue responsable, una vez descifrados los mensajes nazis, del algoritmo para dosificar la nueva información accesible, a fin de no alertar a los nazis de su hallazgo: El dilema moral inherente a esta última tarea, con su dosis de desinformación y manipulación (la quintaesencia de la Guerra Fría por venir y en buena medida del Siglo XX), resultó fatal para el ya de por sí precario equilibrio emocional de nuestro héroe (perseguido y atacado por su preferencia sexual).

En Passengers el relato nos sitúa en la nave interplantearia Avalon, en viaje automatizado rumbo a Homestead II (un lejano planeta-colonia), en el que se transportan cinco mil colonos y 250 tripulantes en hibernación. Sin embargo, al atravesar un campo de asteroides se inicia un desperfecto aparentemente resuelto por las reparaciones del computador de a bordo, salvo por el hecho de que despierta accidentalmente a Jim Preston (Chris Pratt), un ingeniero mecánico de los colonos, 90 años antes de llegar a destino.

Preston tarda un poco pero por fin se da cuenta del fatal e irreparable error y trata de acceder al puente de mando, cerrado y sólo accesible a la tripulación (aún en crio-hibernación). Mientras recorre la nave buscando ayuda o medios para una solución, se encuentra con Arthur (Michael Sheen) un barman robótico que se vuelve su única compañía.

Tras un año de aislamiento y numerosos intentos fallidos por resolver su situación, Preston está en el punto de desesperación y depresión justo para suicidarse y acabar con su soledad, arrojándose al espacio. En ese momento encuentra la cabina de crio-hibernación del personaje que actúa Jennifer Lawrence, con el bobalicón y simbólico nombre de Aurora Lane. Al mirar su perfil de pasajero, se da cuenta que es escritora, se enamora de ella y lucha intensamente contra la grosera inmoralidad de despertarla para que le haga compañía.

Esta es la parte más interesante del film, potencialmente con el material para hacer una obra mayor. Es en este dilema donde se podría tejer la trama de una parábola terrible y profunda sobre la naturaleza humana. Pero me da la impresión de que la oportunidad es despreciada olímpicamente por todos en el proyecto. Nadie se atreve a dar el paso y convertir el aspirante a ‘blockbuster’ en una obra de largo aliento.

Desesperado por morir y envejecer solo, Preston la despierta manualmente y le miente diciéndole que también hubo un error en su cabina de crio-hibernación. Aurora, desesperada por la idea de envejecer y morir en la nave, intenta infructuosamente todas las estrategias que él había acometido antes.

Aquí, de nuevo, creo que el film comete el error de ahorrarnos muchas de las opciones de malestar y culpa que tendríamos al presenciar la ‘caída’ de Lane sin ponernos en tensión con la inmoralidad de Preston. Al final, ella se resigna a su situación y comienza a escribir un libro sobre sus experiencias.

Entre tanto, Lane y Preston tienen una cita y acaban enamorándose; no hay ningún intento serio en el film de cuestionar el romance o ponerlo en perspectiva. Más bien, lo contrario, una especie de borrón y cuenta nueva: Otra oportunidad perdida para darle profundidad y matiz al relato. Un año después de que ella despierta, Arthur le revela la verdad sobre su ‘accidente’, lo que la lleva a la desesperación y el odio, inclusive atacando físicamente a Preston, y acaban por organizar sus vidas en turnos opuestos para no volverse a ver nunca más.

Mientras esto sucede, el desperfecto de la nave crece hasta volverse crítico, pero aún sin evidencias mayores, hasta que un fallo en otra cabina de crio-hibernación hace que se despierte Gus Mancuso (Laurence Fishburne), un oficial de cubierta.

Ahora por razones de mera sobrevivencia, la joven pareja vuelve a acercarse para auxiliar a Mancuso en la reparación de la nave. Pero éste perece rápidamente por enfermedades graves derivadas del mal funcionamiento de su cabina (no sin antes darnos una gratuita ‘justificación’ al acto de supremo egoísmo de Preston).

La nave sufre fallos cada vez más graves, pero Lane y Preston cuentan ahora con la placa de identificación de Mancuso que les da acceso al puente. El rescate resulta altamente riesgoso y ambos personajes sufren gravísimos peligros; durante el salvamento se presentan varias oportunidades en que uno de ellos pueda vivir pero el otro no.

A raíz de la enfermedad de Mancuso, ahora ambos saben (y nosotros también) que la cabina de cuidados médicos puede ser adaptada como cabina de crio-hibernación para darle una oportunidad de vida futura, pero sólo a uno de ellos.

88 años después, la tripulación de la nave Avalon es despertada y descubren que el vestíbulo principal está lleno de vegetación y evidencias de una larga vida activa en la nave…

No les estropearé el final de la historia (¿quién vivió, quién murió, qué pasó entre ellos?); baste decir que ahí en el desenlace y el tipo de conclusión a la tensión de la trama y al destino de Lane y Preston, yace el principal nudo de la película.

Un tratamiento distinto, un resultado alterno en el saldo de sobrevivientes durante el rescate de la nave, el simple hecho de que como espectadores no supiéramos todos los detalles del saldo, etc.; cualquiera de estos elementos habrían bastado para replantear los principales problemas de machismo y violencia contra la mujer del argumento en una perspectiva más ambivalente, más profunda y abierta a debate. En fin. Mi impresión es que el final elegido estropeó decisivamente un film al que ya se le había abaratado y edulcorado el tono y la profundidad durante todo el trayecto.

Alberto Monroy. Citando a un clásico: “Estudió cómo cogen las ballenas en la Universidad del Congo; cumplirá 96 años el próximo verano”.  

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