jueves 16 mayo, 2024
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ARTE

«COLUMNISTA INVITADO»: Pellicer y el espíritu del lugar

Carlos Pellicer es una figura intelectual de México en extremo interesante y llamativa, quizá de esa personalidad oceánica y ese ingente territorio vital sólo una parte ha sido conocida, estudiada y llevada a la escritura.

Su vocación principal fue la poesía y, como poeta e intelectual mexicano nacido en Tabasco, perteneció al renombrado grupo de Los Contemporáneos; éstos se llamaron así porque editaron una revista con este nombre, en la que figuraba como director Jaime Torres Bodet, quien fungió como el influyente (en sentido político y literario) que los aglutinaba. Por supuesto que Pellicer, ya maduro, negaba pertenecer o ser etiquetado dentro de esta auténtica pléyade de talentos, pues a nadie de personalidad tan rica le gusta ser clasificado ni encerrado dentro de un conjunto, así sea éste de los mejores.

De allí que en una entrevista Pellicer le dijera al agudo crítico Emmanuel Carballo a la pregunta de sí pertenecía a Los Contemporáneos, en forma enfática: “No tengo absolutamente nada que ver con ellos”.

También escribo sobre Pellicer porque nació en Tabasco y yo mismo nací allí, y desde niño estoy acostumbrado a su presencia y a la mención constante de su nombre y persona.

Según ha pasado el tiempo y he tenido la oportunidad de aprender y comprender más la poesía y la vida misma, le he tomado mayor admiración e interés; observo con atención detalles de su vasta obra y personalidad. Uno de esos puntos plasmado en su poesía y su persona era antes misterioso y estoy tratando de aclararlo: su pasión amorosa por Tabasco. Es un amor reiterativo, llevado a la exageración, pero gracias a la sublimación estética jamás bordea lo ridículo ni el mal verso, pues el Tabasco o la ciudad de Villahermosa de inicios del siglo XX a la que el canta en sus poemas, era una ciudad terriblemente fea e insalubre, tal como lo registran fotografías, diarios y relatos de la época.

Tabasco fue desde siempre y hasta 1958, un territorio abandonado y apenas poblado; en él, el trópico como realidad geográfica se cumplía a cabalidad y la selva -que ya no existe- era una realidad que impregnaba la conducta, el habla y el modo de ser de sus habitantes. Además, Pellicer desde muy joven salió de allí y apenas volvió por cortos periodos de tiempo para poner de pie el Museo de Antropología, el clásico Museo de la Venta y los meses en que hizo campaña como candidato por el PRI para el Senado, ya al final de su vida.

Quien lea a Pellicer en sus poemas sobre Tabasco, se asombra de ese territorio mítico que el poeta canta y describe. Como lector, me sorprende cada ocasión que releo esa idea en un poema: He olvidado mi nombre, en el cual aventura la utopía de que en un futuro, -el Tabasco saqueado y depredado que es hoy- será el sitio paradisíaco en que se pondrá de pie el jaguar despertado; es decir, el espíritu de un territorio o lugar que anhela su aurora en que ésta parece pronta a llegar.

Curiosamente, en la poesía de Pellicer sobre Tabasco no existe el hombre como tal, sino todo es una exaltación del paisaje original, o sea, de la Creación. Selecciono algunas líneas de ese poema: “Siento que un territorio parecido a Tabasco/me lleva entre sus ríos inaugurando bosques tan jóvenes que da pena escucharlos/deletreando los nombres de los pájaros. También dice: “En el Tabasco nuevo de un jaguar despertado/por los antiguos pájaros que enseñaron al día.  Jaguar que está en Tabasco y estrena desnudez. Por nacer en Tabasco cubro de cercanías húmedas y vitales el olvido a mi nombre/y otra vez terrenal y nuevo paraíso/mi cuerpo bien herido toda mi sangre corre.

En otros poemas largos reaparece ese amor exagerado por Tabasco que identifico como un amor sublimado por la infancia como proceso vital y por los personajes y paisajes que poblaron ese territorio que la memoria y sensibilidad superior del hombre que fue Pellicer, vivió y padeció. Es allí, en el origen de esa sublimación que no necesariamente tiene que ver con la realidad en la cual nace esa categoría alta del sentimiento y aprecio por un lugar.

El concepto latino del Genius Loci me fue útil para entender la relación de Pellicer con su sitio natal. En primer lugar, hay que definir el término: “Es el espíritu protector del lugar, con frecuencia representado por una serpiente. En la actualidad, este término se refiere generalmente a los aspectos característicos de un lugar y no necesariamente a un espíritu guardián”.

Esto es importante: “En el pasado, la sobrevivencia dependía de una buena relación con el lugar, tanto en la forma física como psicológica. Sostiene así que la historia nos enseña que los objetos de identificación son propiedades concretas del medio y que la relación humana con ellos se desarrolla básicamente durante la infancia. El niño crece en espacios verdes, cafés, o blancos; camina o juega en arena, tierra, piedra o musgo; bajo un cielo nublado o claro; él escarba o arrastra cosas suaves o pesadas; escucha sonidos como el del viento moviéndose en las hojas de algún árbol específico; y él experimenta calor o frío. De este modo el niño consigue experiencias con el medio y desarrolla un esquema perceptual que le determina todas sus futuras experiencias. El esquema comprende estructuras universales que definen la interrelación con los otros hombres, así como, otras localmente determinadas y culturalmente condicionadas. Evidentemente, cada ser humano tiene que poseer un esquema de orientación y de identificación.”

Finalizo la cita: “Pertenecer a un lugar significa tener una fundamentación existencial en un sentido concreto de cada día. Cuando Dios le dijo a Adán: tú serás un fugitivo y deambularás sobre la tierra, él puso al hombre enfrente de su problema más básico: cruzar el umbral y recuperar el lugar perdido”. (Cita de Christian Norberg-Schulz (1926-2000), tomado del Blog Urbano Perú, de Percy Cayetano Acuña Vigil).  

Carlos Pellicer cruza de nuevo el umbral de su infancia en su evocación permanente de un Tabasco que nunca existió. Es una nostalgia por volver a un sitio imaginario que ante la imposibilidad del regreso real, el retorno sólo es posible por la magia verbal de la creación poética.

 

Jorge Alberto Lamoyi Bocanegra. Profesor y periodista.  

 

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