Ahora sí, ¿Llegó el fin de la carrera presidencial de Donald Trump?
Acababo de leer, con gran esperanza, un ensayo del sociólogo y demógrafo estadounidense Douglas Massey “Nadar contra la corriente demográfica” -Letras Libres de octubre-, en el que, en pocas palabras plantea que la composición demográfica actual de Estados Unidos apunta hacia la derrota del candidato republicano a la presidencia Donald Trump.
¿Porqué? Porque según Massey “No se puede ir contra la corriente demográfica” y otorga cifras: “el 52% del electorado son mujeres, 21% “millenials” 12% negros, 15% hispanos y 6% asiáticos”. Sólo el 31% son los llamados baby boomers, votantes blancos de más de 50 años de edad, enfadados con el desempleo, añorantes de “épocas gloriosas” de hegemonía estadounidense, bajos niveles educativos, pero sobre todo furiosos, mucho, contra los inmigrantes a quienes acusan de ser la causa de todos sus “males” . Sin embargo, en el reino de las posibilidades, nada es desdeñable.
Leer a Massey me dio tranquilidad. Me imagino que muchos en el mundo, no sólo los mexicanos que hemos sido vilipendiados por Trump, sentimos preocupación por la llegada de un tipo como él –racista, misógino, ignorante, tramposo y demás- a la presidencia de Estados Unidos, pensando en la cantidad de barbaridades que haría al frente de la nación más poderosa del mundo.
De la tranquilidad pasé a la alegría cuando vi el video que difundió The Washington Post, en el que se escucha al verdadero Trump –ya lo intuíamos– referirse de manera grosera y vulgar hacia las mujeres, “Cuando eres una estrella, ellas te dejan hacerles cualquier cosa, agarrarlas por la vagina, lo que sea” (https://youtu.be/GSVov5jqOUQ?t=65).
De inmediato comenzó “la desbandada” y las críticas de sus propios compañeros de partido. No sólo de figuras promitentes dentro de los republicanos como el presidente de la Cámara de Representantes y líder del partido Republicano en Washington, Paul Ryan; su compañero de fórmula Mike Pence y la ex candidata a la nominación presidencial republicana Carly Fiorina, sino de Melania Trump, sí, la mismísima esposa del magnate.
“Los comentarios de Trump son inaceptables y ofensivos”, dijo Melania, quien por cierto ya estaba casada con el millonario en 2005, cuando hizo esos comentarios. “Esto no representa el hombre que yo conozco”. Claro, dijo que aceptaba las disculpas de su esposo y que otros “deberían hacer lo mismo”. Pero la bomba ya se echó a andar.
Escribo esto aún cuando falta el debate de esta noche. Me imagino que el lodazal saldrá por todos lados, que Trump hará todo por convencer de que otra más de sus bajezas ha sido evidenciada por “fuerzas oscuras”. Sí, nadie nos explicábamos por qué a pesar de todo pudo llegar a donde está. Pero hay algo que no perdonan los estadounidenses y son los deslices matrimoniales sacados a la luz pública. Acordémonos –¡Qué ironía!– la primera vez que un presidente fue sentado en el “banquillo de los acusados” por tener amoríos con una becaria de quien negó tener sexo, “sólo le introduje un puro en la vagina”. Sí, ese fue Bill Clinton y la esposa engañada Hillary. La “moral” o la “doble moral”, efectivamente, pesa mucho en las conciencias de los estadounidenses. Aunque siempre he criticado esa parte de los estadounidenses de utilizar las hogueras en favor de las “buenas costumbres”. Ojalá que ahora sí sea un “hasta aquí, Donald”.
