Cuando se construyen muros es porque se tiene miedo.
Tristeza-sorpresa-alegría- decepción. Así de contradictorios los rostros de los británicos que dieron la vuelta al mundo al conocerse que había ganado el Brexit, la salida de la Gran Bretaña de la Unión Europea. Triunfó el “autogol” como acertadamente calificó el internacionalista Moisés Naím. Habría que recordar cómo de inmediato la libra esterlina cayó en sus peores niveles de los últimos 30 años. Muchos programas científicos, médicos y de investigación, los intercambios comerciales, estudiantiles y laborales, por decir lo menos, se verán afectados porque reciben financimiento de la Unión Europea. ¿Se partió el corazón europeísta?
No hubo encuesta capaz de percibir hasta dónde llevaría el odio de los votantes. Porque, efectivamente, según narran algunos reporteros, el virtual empate técnico pronosticado daba cierta esperanza el “impulsor” del referendo, el todavía primer ministro David Cameron, quien cargará sobre sus hombros el adiós. Incluso hay quienes describen el rostro de sorpresa del impulsor del Brexit, Boris Johnson, cuando se dieron los primeros resultados del “triunfo” de la salida. Muchos británicos y líderes mundiales como Barack Obama, tenían la esperanza de que "la cordura" prevalecería.
Pero otra vez el mundo dio señales, pésimas, de que el odio le gana terreno a la razón. Odio, “ porque la globalización ha abierto fronteras a muchos productos, pero también a inmigrantes a quienes se acusan de ganar espacios laborales y recibir ayudas sociales”. Odio, “porque la desigualdad se profundiza, porque de nada sirven las maestrías y los doctorados para conseguir empleo”.Odio “contra la clase tradicional gobernante que no les resuelve nada”. Odio y más odio. La sociedad británica y el mundo despertó como en una especie de cruda tras una noche de larga borrachera. Las malas señales están resurgiendo por todos lados; ahí están los Donald Trump, las Marine Le pen, que está impulsando un Franexit; los partidos extremistas en el norte de Europa.
Dicen que cuando se construyen muros es porque se tiene miedo. Así tratan de explicar algunos el triunfo del “Brexit” un triunfo que sabe a derrota. Ya hay quienes tratan de impulsar otro referendo para que la salida no ocurra. De hecho tendrán que pasar al menos dos años para ir finiquitando una serie de cláusulas que los mantiene en la UE. Ojalá que lo ocurrido en la Gran Bretaña prenda las antenas en otras partes del mundo, que sirva de experiencia hasta donde puede conducir el odio. Que sirva de lección.
Muy malas señales nos están enviando.