Los atentados terroristas en París vuelven a mostrar la fragilidad de los seres humanos. No hay sensor capaz de detectar el odio. No hay cuerpo de seguridad efectivo para neutralizar al enemigo cuyo rostro –cegado por la sinrazón–, se vuelve completamente
Los atentados terroristas en París vuelven a mostrar la fragilidad de los seres humanos. No hay sensor capaz de detectar el odio. No hay cuerpo de seguridad efectivo para neutralizar al enemigo cuyo rostro –cegado por la sinrazón–, se vuelve completamente invisible. El autodenominado Estado Islámico se atribuyó los ataques que apagaron las luces de París y de toda Europa. Francia le ha declarado la guerra total.
Habrá que esperar los perfiles de cada uno de los atacantes, pero no extrañaría saber que tienen origen árabe, profesan el Islam y han vivido en la precariedad y al margen del desarrollo que Francia y toda Europa prometen. Porque desafortunadamente éste ha sido el perfil de ciudadanos europeos que ha caído rendido a los pies de ISIS, cuyo principal imánpara el reclutamiento, son las redes sociales, principalmente Facebook y Twitter. Se calcula que en los últimos meses más de 3,000 jóvenes europeos han sido enganchados por Daesh.
Casos todavía más enigmáticos para algunos sociólogos, son los europeos jóvenes que, sin ningún vínculo con el mundo árabe ni con el Islam, han caído subyugados por ISIS y han alcanzado grados de adoctrinamiento hasta quitarse el nombre, dejar a la familia y unirse a la lucha terrorista. El periódico El País de España dio a conocer en octubre, la historia deMaría Ángeles, una muchachita de 22 años, católica, originaria de Huelva, que en medio año se convirtió en Maryam Al Andalusiya (María de Andalucía).
Lo llaman “adoctrinamiento exprés”. Ahí en su casa, frente a una computadora, en pocos meses María Ángeles se contactaba con integrantes de ISIS en Siria. A escondidas se convirtió el Islam. Fue detenida cuando intentaba viajar a Siria.
Los atentados en París, sincronizados y perpetrados por hombres que gritaban “Alá es Grande”, haciéndose explotar en pedazos, muestran que el radicalismo “hormiga” es tan letal como para robarle la tranquilidad a todo el continente. Tal y como sucedió con los atentados del 11 de septiembre que derrumbaron las Torres Gemelas de Nueva York en el 2001, la confianza en la seguridad también cayó en mil pedazos.
Tendrá que pasar un tiempo razonable para evitar vivir en la zozobra, recobrar la tranquilidad para ir a un café al aire libre –de ésos casi míticos lugarcitos que aderezan los barrios bohemios de la capital francesa ni se diga de ir a un concierto–. Hay que recordar el miedo a tomar un avión y volar a Nueva York, tras los atentados de Al Qaeda.
Habrá también que esperar desgraciadamente, el recrudecimiento de la xenofobia a todo lo que huela a árabe y musulmán. Sí, los seres humanos somos muy frágiles y muy vulnerables al odio. “El que siembra odio, cosecha violencia” escribió en una editorial Bild el periódico más leído en Alemania, en una campaña contra la xenofobia.
Una pequeña prueba de la sinrazón y el odio es la ira que desató en algunos, por fortuna, la campaña en Facebook de cubrir la fotografía del perfil con la bandera de Francia. ¿Quién protesta por los bombardeos de Francia en Siria? ¿Por qué no nos solidarizamos con los muertos palestinos y con los jóvenes de Ayotzinapa? Escribían furibundos, como si el sufrimiento,la muerte y el dolor fueran distintos o tuvieran “contrato de exclusividad”. Así de absurdo. Sí, la humanidad muy frágil ante el odio. Por desgracia no hay enemigos pequeños.