Sabemos que si algo molesta a Enrique Peña es ceder a las presiones mediáticas.
Es el estilo del Presidente: ante las inconformidades, hacer como que no pasa nada y actuar después, a su ritmo.
Para desgracia de la campaña de José Antonio Meade, Peña desatendió el reclamo de los priistas.
Sus políticos y legisladores estaban a disgusto con la dirigencia de Enrique Ochoa. Hablaban de maltrato, imposiciones y desconocimiento del partido.
Pero el hasta ayer presidente del PRI había entregado buenas cuentas a Los Pinos al romper los candados que hicieron de Meade el primer candidato sin militancia.
Peña, el canciller Videgaray y Meade confiaban en la disciplina de los priistas, quienes silenciosamente se rebelaron alejándose de la campaña.
Se dirá que más vale tarde que nunca. Y que la llegada de René Juárez hará la diferencia. Nada está escrito.
Mientras tanto, queda la lección: en el reclamo democrático mexicano no hay excepciones. Ni siquiera ahí donde fue un dogma la idea de que el reloj de los priistas marcaba la hora que el Presidente quería.
Y la lección habrá de aplicar para el que venga. Sea quien sea. Porque no hay popularidad que sobreviva a la falta de consensos.
Ivonne Melgar. Reportera todo terreno, va de la crónica de la vida comunitaria a la columna política. Militante en la defensa de las libertades democráticas, feminista, fanática del bolero y de los gatos. Cree que la maternidad debe ser una historia elegida y que la felicidad y el amor son una apuesta en construcción permanente.