domingo 28 abril, 2024
Mujer es Más –

Por. Boris Berenzon Gorn

“La educación ayuda a la persona a aprender a ser lo que es capaz de ser”
Hesíodo

 

A pesar de que vivimos en una sociedad que cuenta con avances agigantados en materia de tecnologías de la información y la comunicación, de la proliferación de conexiones en todo el mundo y dispositivos cada vez más adelantados y a mejores precios, aún existen desigualdades en materia educativa que se mantienen en tensión con esta nueva realidad. Aunque uno de los Objetivos del Desarrollo Sostenible presente en la Agenda 2030 de la ONU es dotar a todas las personas de una educación inclusiva, equitativa y de calidad, así como dotar de oportunidades permanentes de aprendizaje a todas las personas, la meta todavía parece estar muy lejos de alcanzarse.

La ONU reconoce que “la educación permite la movilidad socioeconómica ascendente y es clave para salir de la pobreza”. Pero no sólo eso, el aprendizaje es una acción presente en todas las etapas de la vida, y es clave para el desarrollo de la existencia humana y de nuestra ontología. Se relaciona tanto con la adquisición de conocimientos y habilidades prácticas como con la capacidad crítica y de discernimiento, las posibilidades de elección éticas, epistemológicas y estéticas. A través del aprendizaje conocemos el mundo y a los demás, asimilamos el exterior y asignamos un lugar en el mundo al yo.

Gracias al aprendizaje, podemos ejercer nuestras libertades y derechos. Tomamos decisiones sin presión ni indicación externa, somos capaces de decidir nuestras propias vidas, qué queremos para ellas, cómo queremos vivirlas y asumir las consecuencias de las acciones que emprendemos. El bienestar individual y colectivo depende de la capacidad de ejercer libremente nuestra propia existencia y responsabilizarnos de las consecuencias de nuestros actos. El aprendizaje y la educación son fundamentales para la humanidad, ya que, gracias a ellos, hemos acumulado saberes, planteado preguntas y buscado respuestas a las interrogantes de la existencia. En última instancia, todas las civilizaciones y culturas han desarrollado esquemas de comprensión que se perfeccionan mediante el aprendizaje y la educación.

Así que la educación es mucho más que simplemente contar con saberes técnicos para ascender socialmente y salir de la pobreza. Es un proceso de engrandecimiento y construcción, posiblemente propio de nuestra condición humana. La sociedad actual requiere de la educación para formar ciudadanos, individuos que abandonen el viejo concepto de “masas” informes donde cada persona pierde su identidad en favor de la colectividad. Hoy en día, reconocemos que esa individualidad es la que da sentido social a las acciones comunitarias y que está en la base de los derechos y responsabilidades de una sociedad democrática.

Admitiendo lo anterior, luchar por la eliminación del rezago educativo y la desigualdad en términos de aprendizaje es clave. Quizá la paradoja de nuestro tiempo es que contamos con un acceso masivo a datos e información, pero somos incapaces de garantizar que todas las personas puedan acceder a ellos. Sin embargo, el problema no sólo está en garantizar el acceso equitativo a la información y el conocimiento, sino en asegurar las herramientas necesarias para su comprensión, selección y uso en la creación de modelos, toma de decisiones y políticas públicas.

Las razones de la desigualdad en el acceso a la educación son tantas que quizá tardaríamos años en escribir una lista, pero al menos podemos identificar algunas de ellas de manera esquemática para trabajar urgentemente en subsanarlas. La primera y sin duda la más evidente está en las desigualdades económicas a nivel estructural. Es un hecho que la pobreza incide negativamente en el acceso a la educación. Aunque queramos pasar por alto este hecho, la educación gratuita no siempre está al alcance de todos, especialmente en los niveles superiores. Además, la educación gratuita no siempre puede competir en calidad con la educación privada, sin contar con la deserción que produce la necesidad de trabajar para contribuir a la economía familiar en todos los grados educativos.

También juegan un papel importante las desigualdades culturales. Esto ocurre en todo el mundo, pero especialmente en los lugares donde hay mayor diversidad y encuentro cultural, y las minorías suelen ser las más afectadas. Los obstáculos son numerosos, desde los prejuicios y la discriminación que experimentan debido a discursos hegemónicos y de odio, hasta la falta de inclusión lingüística y las diferencias simbólicas en el espectro cultural que dificultan el proceso de enseñanza y aprendizaje, al no adaptar los modelos a las necesidades de comprensión de los estudiantes.

Los estudiantes viven situaciones diferenciadas según su pertenencia e identidad, su familia, su clase social e incluso el lugar donde residen. Un aspecto tan básico como la ubicación geográfica o la falta de distribución de centros educativos de calidad en zonas marginadas puede afectar completamente al acceso a la educación. Asimismo, no todos tienen el mismo nivel de acceso a la tecnología y hay escuelas que están completamente desconectadas del ámbito digital. Además, las políticas de inclusión para estudiantes con discapacidad, condiciones de salud física y mental, e incluso algo tan básico como garantizar acceso igualitario a la educación para hombres y mujeres, son temas que deben trabajarse.

Precisamente, como el proceso de enseñanza y aprendizaje requiere de la docencia, es en la labor de las y los profesores donde se encuentra buena parte de los desafíos. En primer lugar, porque es necesario revalorizar en todo el mundo el papel del profesorado y traducirlo en condiciones de dignidad laboral y salarios justos. Pero también hay escasez de personal educativo capacitado, actualizado y suficientemente preparado para garantizar una educación de calidad. Además, existe una falta generalizada de oportunidades para que los docentes puedan continuar su formación y desarrollo profesional.

La violencia y la inseguridad en los centros educativos son otros factores que inciden en la calidad de la educación. A menudo, esto se relaciona con la falta de una gestión administrativa adecuada por parte de escuelas y gobiernos, la falta de recursos y el uso ineficiente de los mismos, y la falta de liderazgo y dirección que afecta directamente a la consecución de los objetivos educativos. También se debe trabajar en planes educativos actualizados y adaptados a las necesidades de los estudiantes, abriendo el abanico de aprendizajes y pensando en sus diferentes formas de aprender. El modelo debe ir más allá del desarrollo de saberes pragmáticos.

Para lograrlo, es preciso construir políticas educativas con una perspectiva de derechos humanos, siempre basadas en la dignidad humana, contemplando las diferencias sin que ello sea motivo de rezago, con visión equitativa y que permita subsanar las desigualdades estructurales. También se requiere que desarrollemos una idea permanente del aprendizaje, de curiosidad durante toda la vida, y facilitar que sea posible aprender sin cumplir con una edad o un perfil determinados, ya que, en última instancia, la educación es un derecho humano que nos acompaña hasta nuestro último día.

Ilustración. Diana Olvera

Manchamanteles

Y sobre educación, un fragmento del bello poema de Gabriela Mistral, “La maestra rural”:

 

La Maestra era pura. «Los suaves hortelanos», decía,

«de este predio, que es predio de Jesús,

han de conservar puros los ojos y las manos,

guardar claros sus óleos, para dar clara luz».

La Maestra era pobre. Su reino no es humano.

(Así en el doloroso sembrador de Israel.)

Vestía sayas pardas, no enjoyaba su mano

¡y era todo su espíritu un inmenso joyel!

La Maestra era alegre. ¡Pobre mujer herida!

Su sonrisa fue un modo de llorar con bondad.

Por sobre la sandalia rota y enrojecida,

tal sonrisa, la insigne flor de su santidad.

¡Dulce ser! En su río de mieles, caudaloso,

largamente abrevaba sus tigres el dolor!

Los hierros que le abrieron el pecho generoso

¡más anchas le dejaron las cuencas del amor!

¡Oh, labriego, cuyo hijo de su labio aprendía

el himno y la plegaria, nunca viste el fulgor

del lucero cautivo que en sus carnes ardía:

pasaste sin besar su corazón en flor! […]

Narciso el obsceno

Sabía de poco un todo.

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