Por. José Luis Hernández
Nunca dejo de asombrarme, aún a través de los años que he recorrido, la calidad que cada restaurantero impone para dejar una huella en su andar gastronómico.
Desde una sopa de tortilla, que no tiene la gran ciencia, pero es tan importante la realización del caldillo que la hace tan particular. Me refiero a ese caldo espeso y jugoso que lo único que hay que agregar son las tiras de tortilla frita, con sus respectivos acompañamientos: aguacate, crema, queso, cebolla, chicharrón y el gran toque de chile ancho dorado al comal, y lo demás es historia.
Hoy tuve la fortuna de comer en un lugar mágico. Se llama Torino, ubicado en Santa Fe. Comida italiana, carta muy amplia y precios accesibles, pero todo con calidad y atención inimaginables.
Aquí cada mesero se gana su propina a pulso. Me hicieron sentir como si fuera el dueño del lugar. La estructura del restaurante muy acogedor, con ese toque que solo los arquitectos y diseñadores pueden lograr. Me recordó al fastuoso San Ángel Inn, único y majestuoso, soberbio, desde que uno entra, la cordialidad de un capitán de meseros y toda la flota que lo acompaña se hacen presente. Siempre listos a abrir la carta, que por cierto a través de los años me la sé de memoria. Pero para mi, que llegue el mesero y diga, con un aire de confianza: Martini seco, alto. Es algo que como comensal, te hace sentir como en casa. Sólo en estos restaurantes de alta envergadura sigue existiendo.
Y así podemos disfrutar y recordar la calidad, tanto gastronómica como la gran atención de todo el equipo que rodea a un platillo. Con tan sólo una mirada están al pendiente de cada comensal.
Gracias a cada uno de los meseros de este tipo de restaurantes, tanto nuevos como tan tradicionales, hacen que el cliente tenga en mente siempre regresar.
Hoy, mi reconocimiento va para estos hombres y mujeres -que aunque no son chefs- despiertan el paladar a través de sus recomendaciones gastronómicas del mero mero de la cocina. Un aplauso a ellas y ellos que nos hacen olvidar momentos adversos que pasaron durante el día y acompañan a cada uno de nosotros. No dejen pasar mucho tiempo en visitar esos santuarios, en donde la comida manda, pero la atención es un manjar.
