domingo 28 abril, 2024
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«TENGO ALGO QUE DECIRTE» Otro aniversario

Por. Citlalli Berruecos

Mis padres cumplen 56 años de casados. Si a esto le aumentan dos años de noviazgo, equivalen a 58 años de estar juntos, compartir buenas y malas, mantenerse a flote y fuertes para cumplir sus metas comunes, y darnos a los hijos la posibilidad y privilegio de sus enseñanzas, siempre apoyándonos aún en las locuras mas inverosímiles. En mi cabeza no caben tantos años.

Les cuento que nos mudamos cuando tenía nueve años. Creíamos que la casa estaba embrujada por su abandono y un “jardín” que se había convertido en una selva donde podíamos cazar dinosaurios. El único baño era el que estaba afuera, había que salir a un patio para llegar a él. Era toda una aventura tener que ir a la mitad de la noche pues el frio se sumaba al miedo para caminar a través de esa boca de lobo. Conforme se fue construyendo y se creaban sorpresas habitables, mi recámara cambiaba de lugar, de lo que ahora es la cocina, a la sala, al comedor. Nuestros encuentros casuales con un sinnúmero de bichos eran normales. Como éramos niños, no nos enterábamos de las acrobacias que hacían mis padres para mantenernos en la escuela, pagar materiales de construcción y albañiles, darnos alimentos, y cómo, cada uno de ellos, compartían sus responsabilidades, estudiando y trabajando en lo suyo. Nos hicieron sentir que nuestra vida era una aventura diaria y que había que disfrutarla. Esa casa se transformó poco a poco, en un hogar que contiene una colección de chingaderitas, cada una con su propia historia, múltiples recuerdos y vivencias familiares. Es ese nuestro hogar, que ellos, mis padres, nos han enseñado a vivir y a amar.

Hace casi un año, mis padres dejaron sus propias actividades, y se han encerrado en su hogar por la amenaza del virus. De la noche a la mañana, dejaron de salir a la universidad, a las clases de baile, a desayunos, comidas y cenas con amigos y familia, al súper, al banco, a citas médicas, viajes, en fin, a todo. Como por arte de magia, han tenido que estar juntos, después de tantos años, las 24 horas del día, todos los días. Este tiempo, ha servido para reconocerse y volver a conocerse, a buscar esa manera de ser empáticos, aprender a tener paciencia y a buscar espacios propios dentro del encierro. En este re-conocimiento, florecen opiniones diferentes, desesperanzas, discusiones, malentendidos, pleitos y cansancio. Lo más importante, es que, a pesar de eso, ahí están, juntos, amándose, viviendo al día y tratando de seguir hacia adelante con la esperanza continua de salir de nuevo y ver el mundo con otros ojos.

Ahora, ellos cumplen dos años de noviazgo, 55 años de matrimonio, y uno de encierro y me encanta verlos reír, hacerse travesuras, bailar, cocinar, ver películas y compartir lo que no habían hecho durante tantos años dedicados al trabajo, la crianza de los hijos y la construcción del hogar. Hasta sus discusiones, a veces, parecen divertidas.

Encerrarnos para cuidar de ellos no es trabajo; al contrario, es un privilegio y gozo que nos da la vida para continuar aprendiéndoles sobre el amor, la sencillez, generosidad y humildad, a mantener las neuronas vivas y las ganas de seguir adelante sea como sea. Quejarse es nulo y obsoleto. Y aunque a veces uno pueda sentirse cansado, de malas, agobiado y hasta el tope, un beso y abrazo suyo le da clic al botón de “reset” para darnos cuenta que somos y estamos felices a su lado.

No encuentro qué se le puede regalar en su aniversario 56 a una pareja ejemplar como la que tengo cerca de mi. Por ello, sirvan estas palabras para reconocerles y agradecerles siempre el ofrecernos a todos sus hijos y sus nietos ese apoyo incondicional, esas palabras amorosas, esos abrazos apapachadores, esas sonrisas confabuladoras, travesuras, tiempos compartidos, aprendizaje, esas ganas de vivir y ese hogar que nos llena tanto. Gracias por hacernos tan afortunados. Que sigan muchos años más. Los amo.

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