martes 08 octubre, 2024
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COLUMNAS COLUMNA INVITADA

«ENSAYO» La democracia en Norteamérica vista por Alexis de Tocqueville 

 

A Gerardo Ugarte de la Vega, médico ejemplar y amigo invaluable

“Nada es más fecundo en maravillas que el arte de ser libre; pero no hay nada más duro que el aprendizaje de la libertad. La libertad, al contrario [del despotismo], nace de ordinario en medio de las tormentas, se establece penosamente entre las discordias civiles y solamente cuando es ya vieja se pueden conocer sus beneficios”

ALEXIS DE TOCQUEVILLE

La democracia está basada en la libertad. ¿Qué significó la Revolución Francesa para Europa? La destrucción del Antiguo Régimen implicó el auge de las ideas sobre el final del absolutismo en Francia, incluso cuando su organización política cambió de la república, al imperio y luego a la monarquía constitucional después del golpe de Estado de Napoleón Bonaparte. La experiencia de la Revolución Inglesa planteó también un nuevo panorama en la organización política que abría el paso del feudalismo a la modernidad. Sin embargo, la experiencia norteamericana era uno de los principales objetos de estudio en lo que a sus instituciones, organización política y administrativa respecta a los ojos de los europeos, puesto que se trataba del único país que no había transitado rumbo a la democracia, sino que había nacido como una. 

Esto llevó en 1831 al francés Tocqueville hasta los Estados Unidos con el único fin de comprender el funcionamiento de sus instituciones. Su ya clásica La democracia en América describió una realidad sorprendente y compleja a los ojos de los extranjeros, una democracia que no reconocía a todos como ciudadanos ni tampoco estaba fundada en la igualdad de clases sociales. América no había sufrido el cambio tan violento de la Europa donde sólo las revoluciones armadas y las modificaciones legales habían cedido lentamente el paso a las mayorías. Era, se supone, la tierra de la libertad. Pero ¿cuáles eran las ventajas y peligros de esa libertad?, ¿dónde estaban los puntos débiles de la democracia norteamericana? 

La libertad se presenta desde el inicio de la obra como una aspiración para todos los pueblos civilizados de Europa. La manera de alcanzarla es la confianza en el poder de la razón. Pero para Norteamérica han sido las circunstancias de su origen las que han situado a la libertad en la base de la existencia, y así lo afirma Tocqueville al decir que “entre los angloamericanos la libertad es tan antigua como la formación de las colonias”¹ . Y ¿cuáles son las pautas mediante las que el autor analiza la libertad en Norteamérica? Tras haber vivido en ella el tiempo suficiente, atiende a las preocupaciones de los ilustrados desde una perspectiva empírica. Refiere en la primera parte de su obra la libertad con respecto a la asociación, los cultos religiosos y la expresión. Posteriormente analiza los límites y peligros de la libertad.

La democracia en América se fundamenta primeramente en el principio de asociación. La asociación libre de los ciudadanos permite homogeneizar la libertad. Si Estados Unidos comenzó gracias a la libertad e igualdad de los inmigrantes, entonces la independencia comunal es “el principio y la vida de la libertad norteamericana”, por lo que sólo sus integrantes son ciudadanos. La libertad se encuentra íntimamente ligada a la soberanía del pueblo y a la capacidad de decisión mediante un gobierno representativo en tres niveles: la comunidad, el condado y el Estado que se mantiene unido gracias a la Unión. Siendo entonces la totalidad del grupo lo que garantiza la libertad, el equilibrio de poder sostiene la capacidad de decisión y entrega al pueblo la soberanía, cosa que según Tocqueville no es una falacia en los Estados Unidos. La igualdad va entonces de la mano con la libertad. Esa igualdad mantiene el mundo norteamericano activo política y socialmente. De esta forma la libertad se mantiene anclada a la asociación de los ciudadanos iguales ante la ley, que defendiendo sus derechos de manera colectiva pugna por su individualidad, misma que va aunada a la sociedad democrática capitalista que busca el bienestar. Es por eso que el autor de La democracia en América no titubea al afirmar que ahí la “sociedad obra sobre sí misma y dirige el mundo norteamericano”. Esto ocurrirá no únicamente en las asociaciones políticas, sino también y de manera fundamental en las civiles que organizan la vida cotidiana.

Por eso la libertad de expresión es fundamental en una verdadera democracia: lleva a los ciudadanos a fundar periódicos, participar activamente de la creación de leyes e intervenir en las decisiones de sus representantes. La libertad de expresión es fundamento de la democracia y aspira a la razón. Es una consecuencia necesaria y se manifiesta en la vida cotidiana en la forma como se cultivan las ciencias, artes y cómo se vive la cultura en general. La preponderancia de la libertad de expresión es menos peligrosa que la censura y mantiene el equilibrio entre las fuerzas sociales.

Estos principios se encuentran además íntimamente ligados al poder de la costumbre. La costumbre actúa como límite y sostén de la libertad y de la vida democrática. Es la experiencia práctica de este modo el principal éxito de la democracia, donde ni la verdad ni la ley son absolutas ni inamovibles. Se manifiesta prácticamente en todos los ámbitos de la vida cotidiana a nivel legal y moral y encuentra su expresión máxima en el poder de la religión, si se considera que el puritanismo no era solamente una doctrina religiosa; sino que además se confundía en varios puntos con las teorías republicanas más absolutas. Era casi tanto una teoría política como una doctrina religiosa. La religión entonces es a su vez fundamento y límite para la libertad. Este límite se asocia a una religión donde la moral es el entendido general de la convivencia. La libertad llegará sólo hasta donde la moral establecida lo permita. Si bien Iglesia y Estado se encuentran separados, la religión actúa mediante la costumbre como norma moral de la convivencia social.

La constitución es a su vez la expresión de la costumbre, y sus leyes están en constante escrutinio y son susceptibles de cambio. La constitución sólo es apropiada para la sociedad de la cual emana. Es quizá por ello que Tocqueville criticó al Estado mexicano decimonónico que habiendo copiado la Constitución Norteamericana vivía, a su parecer, entre la anarquía y el despotismo militar al no haber correspondencia entre las leyes y la costumbre. Tocqueville se sitúa en las discrepancias que se originan entre la conciliación de las pasiones de libertad y la necesidad de ser conducido, inherentes a la democracia. Sin embargo, su obra también se muestra crítica con la democracia norteamericana. No titubea al definir sus errores y peligros. Se mantiene siempre a una distancia pertinente que le permite distinguir la experiencia factual del deber ser, y es capaz de entrever los tropiezos que hay entre la libertad e igualdad con la justicia. La omnipotencia de las mayorías es también un mal porque puede atentar contra la libertad y convertirse en la tiranía de las mayorías. A este peligro se opone sólo el poder legislativo que se presenta como el elemento de contrapeso aristocrático que evita ceder a cualquier impulso generado por las pasiones y las líneas dictadas por la demagogia. Imponer a las minorías una ley injusta es una situación tan reprobable como hacerlo con las mayorías. Sin embargo Tocqueville considera que la libertad es un bien entrañable de los seres humanos, aunque sus beneficios sólo pueden evaluarse correctamente a la larga. Los seres humanos buscan siempre la libertad, y por eso la democracia verdadera debe garantizarla dentro de los límites del bienestar social. 

Montesquieu y Tocqueville

La obra de Montesquieu a diferencia de la de Tocqueville es producto de un contexto completamente diferente. Se trata de la obra de un ilustrado en toda la extensión de la palabra. Fue una influencia en la construcción de los sistemas democráticos modernos en la medida en que se le ha atribuido la teoría de la división de poderes, inclusive en nuestra propia Constitución. Más allá de la trascendencia que ello pudiera tener, considerando que muchos de sus críticos y detractores lo consideran el repetidor de las ideas de Locke, los atributos del francés pueden situarse en la esfera del análisis de las libertades políticas como una consecuencia del desarrollo de la razón. Así para él “La ley en general es la razón humana en cuanto gobierna a todos los pueblos de la tierra; y las leyes políticas y civiles de cada nación no han de ser más que los casos particulares en que se aplica aquella razón humana”.

¿La libertad ?

Cuando la libertad no es para todos, no puede llamarse libertad. Si para merecerla se debe haber nacido con características predeterminadas, la libertad de unos cuantos no es más que la justificación de la tiranía que sólo el narcisismo pudo haber creado.


 ¹ Tocqueville, Alexis de. La democracia en América. México: Fondo de Cultura Económica, 1973. p. 228

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