martes 08 octubre, 2024
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COLUMNAS COLUMNA INVITADA

«HIPERREALISMO FEMENINO» Cuerpo en cuarentena

 

El confinamiento que estamos acatando como medida para conservar la salud, ante la pandemia provocada por COVID-19; nos ha llevado a modificar drásticamente nuestras vidas. Entre otros cambios, nos ha conducido a la alteración de lo que la antropóloga feminista María Luz Esteban denomina los itinerarios corporales.  Así, de un momento a otro los cuerpos han sido retados en su capacidad de adaptación, resiliencia y reconstrucción. Pero también, al reducirse el ruido de la normalidad cotidiana, se abre una brecha de espacio para la escucha y el reconocimiento del cuerpo, en tanto su materialidad y todas sus dimensiones.

En estos momentos, podemos hacer conciencia y sentir las tensiones que nos duelen, las que resultan de mecanismos de control como los estereotipos de imagen por ejemplo, esos que nos enfrascan el cuerpo. Los sacrificios que se imponen para conservar la delgadez y/o los músculos visibles,  provocan sufrimientos a los que ya no les hacemos preguntas en la cotidianidad, y que no abandonan ni durante la cuarentena.

De la misma manera, las ideas que han insertado en nuestro imaginario, de llevar al cuerpo a la hiper- productividad a través de la explotación y autoexplotación, lo han dejado en un estado de enajenación que se ha asumido “natural”. Esto explica el shock en el que se halla ahora, el cuerpo no comprende el cambio de velocidad, ni de dirección, se hace preguntas y hasta lucha para volver al estado que conoce. Reniega, algunas veces se calma y otras simplemente enloquece.

El confinamiento nos está modificando, si tomamos en cuenta que al cuerpo también le configura un carácter relacional que se construye entre otros factores, en función de los afectos que le atraviesan, podríamos dimensionar la turbulencia que se está sintiendo por el simple hecho de estar en distanciamiento de otros cuerpos. Podemos sentir que el cuerpo también está interrumpido, en crisis, en absoluta incertidumbre.

Asimismo, el encierro nos ha orillado a reinventar a toda velocidad otra forma de estar en el espacio, de mover el cuerpo, de tocarle, de vestirle o no vestirle. Está construyendo y reconociendo otros contextos. Probablemente el cuerpo está experimentando nuevas contradicciones, por un lado cierto tipo de relajación que le lleva a remodelarse y a liberarse. Y por otro lado, experimenta tensiones colectivas  que se encarnan al punto de hacerle dudar de sí mismo.

Algunos días se siente una ausencia de cuerpo, y otros se sienten como habitar mil cuerpos.

No obstante, estos días donde no es obligatorio justificarle, el cuerpo descansa de miradas ajenas.  Así, por primera vez en la vida de muchas personas, el cuerpo se presenta blando y confundido, libre de sacar a la luz su ambigüedad, porque no está tan expuesto a la dicotomía que afuera le atropella. La disminución del ruido exterior le ha dado licencia ante la automatización encarnada. 

Estos días de seis paredes, han abierto paso a revalorar la existencia como una experiencia corporal absolutamente compleja, construida por recorridos culturales, genealógicos, ideológicos e irrenunciablemente sociales. Experiencia tan flexible y fluida, tan humana como se le quiera leer.

Ampliar esta conciencia del cuerpo, a los discursos que intentan controlarle –y le controlan– podría bien valer como una práctica de reivindicación y protesta, conectando así con su carácter político.

De esta manera, podemos reconocer que el cuerpo está hablando más que nunca (o probablemente le estamos escuchando más que nunca). Irrumpe para formular denuncias ante los costes de una normalidad que le enajena. Alza la voy para manifestar su inconformidad ante las múltiples regulaciones que le atraviesan, regulaciones que como apuntaría Michel Foucault, suceden a través de la administración de la vida, de la biología, de la reproducción y de la sexualidad. El cuerpo se pregunta si realmente quiere retornar a esa “normalidad”.

Estos días no tan grises si lo queremos ver así, nos proponen convivir con nuestros cuerpos desde la realidad de sus “haceres” y “estares”. Por fin somos capaces de hablar su misma lengua y traducir sus significados sin tantas distracciones. Ahora nos ocupa su salud y su bienestar de forma particular, hasta ahora caemos en cuenta de su importancia. Estamos ampliando la conciencia corporal a dimensiones ilimitadas.

 

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