sábado 04 mayo, 2024
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«COLUMNA INVITADA» Falta de cultura frente a la discapacidad

 

Cuando se piensa en la cultura de discapacidad, se hace de forma integral, con las instituciones del Estado, la Iniciativa Privada, la sociedad y las personas con discapacidad y sus familias.

Pensarlo distinto, como un problema que se encierra en las cuatro paredes del hogar de quien se encuentra en circunstancia de discapacidad genera la apatía del entorno y, por ende, no existe la sensibilidad suficiente para generar acciones y ciertos comportamientos que logren la inclusión verdadera y necesaria.

Las personas con discapacidad no necesitan ni piden un trato diferenciado, lo que requieren es que las condiciones físicas de cualquier lugar les permitan el acceso, que las leyes los incluyan, estar verdaderamente integrados en el mercado laboral, que las políticas públicas no sean especiales, sino específicas e incluyentes, ese es el verdadero diseño universal.

Las leyes, el acceso a la justicia, a los servicios de salud, a la educación, a un trabajo que permita el libre desarrollo de la persona, no son prerrogativas extraordinarias, son el piso mínimo para que las personas con discapacidad tengan una vida digna -como lo establece el artículo primero constitucional- y logren desarrollarse de la mejor forma en todos los ámbitos sociales que su circunstancia les permita.

En el marco del 3 de diciembre, Día Internacional de la Discapacidad, los gobiernos en todos sus niveles, como cada año realizarán eventos con discursos, donde hagan alarde de las políticas públicas implementadas que, en la mayoría de los casos tienen que ver con rampas, señalización y lugares en los estacionamientos, pero eso, por supuesto que no es suficiente.

Jamás será suficiente arreglar un tramo de banqueta, si una persona usuaria de silla de ruedas en la siguiente esquina ya no puede utilizar la banqueta porque no es accesible. Tampoco cuando una persona débil visual se acerca a alguna dependencia que tiene puertas de cristal y no hay ningún tipo de señalización que le permita saber que existen esos implementos y sea el golpe el que le enseñe la dificultad de acceso.

De igual forma, sucede cuando una persona sorda se acerca a cualquier oficina de gobierno y no existe ningún servidor público con quien comunicarse, pues no conocen la lengua de señas mexicana. Igual sucede con personas con discapacidad y su acceso a la justicia es limitado, pues los acuerdos, sentencias y resoluciones les son del todo incomprensibles.

Entonces, el próximo martes escucharemos seguramente cosas interesantes, buenas intenciones, pero solo eso. Falta aterrizar y hacerlos realidad.

Y no solo es tarea de los gobiernos. La sociedad también debe contribuir a la integración y verdadera inclusión, por lo menos siendo respetuosos en la cotidianidad del día a día. Pareciera que no importa, pero sí y sucede en las cosas más simples como recoger los desechos de los perros que las personas sacan a pasear, pues a una persona usuaria de silla de ruedas, que se mueve por sí sola, manchar las llantas implica un foco de infección, al usar sus manos para transitar por una calle.

Esas simplezas, son las que generan las afectaciones a las que se enfrentan las personas con discapacidad cada día y que es evidente que un discurso no aminora, tampoco una beca por sí sola. Las becas del gobierno federal, no generaran un cambio sistemático para su integración si no van acompañadas de otro tipo de acciones más cívicas.

Generar la cultura de la discapacidad no es hacer una rampita, pintar un estacionamiento, va más allá: es generar conciencia, empoderar a las personas con discapacidad, sensibilizar, garantizar igualdad, inclusión efectiva, pero sobre todo generar una vida lo más independiente posible, para que la vivan con dignidad.

Hoy día, no podremos dar el paso dos, si no hemos logrado dar el paso uno de forma firme y decidida. Y el primer paso siempre será el reconocimiento respetuoso de las personas con discapacidad y lamentablemente tenemos representantes populares, personas servidoras públicas y sociedad en general que sigue sin reconocerles antes que a la discapacidad como personas, la terminología importa y mucho, no son especiales, ni angelitos, tampoco personitas, ni minusválido, cieguito, sordito, mudito, taradito, y una larga lista de palabras incorrectas.

El mencionar persona y después discapacidad, cumple con el cometido de reconocimiento, solo así, son incluidos, porque tampoco es suficiente con integrarlos y no sumarlos.

El martes próximo, sería más sensato escuchar que se ha hecho muy poco y generar un compromiso que garantice derechos fundamentales para las personas con discapacidad y en beneficio de una sociedad para tener una verdadera cultura de inclusión.

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