Este trece de abril, falleció una de las últimas sobrevivientes españolas de los campos de exterminio nazis, Neus Català. A sus 103 años, la activista abandonó el mundo en un momento en que los horrores que la apresaron y aplastaron su libertad están rebrotando en varias partes del mundo. Las nuevas generaciones están muy poco familiarizadas con lo que significa hablar de la opresión de una dictadura; nunca han vivido una en carne propia y las historias de sus padres y abuelos no les suenan más que a sermón rancio. En un momento como éste, es apremiante recordar a quienes se opusieron a los mayores enemigos de la dignidad humana, a quienes se les ha honrado siguiendo, cada quien desde su trinchera y con su propio alcance, su valioso ejemplo.
Neus Català fue una fugitiva de la Guerra Civil española, apresada en 1943, cuando se ocultaba en Francia tras haber ayudado a escapar a casi dos centenares de niños del conflicto. En el país vecino de su patria, se dedicó a transmitir mensajes y a alojar a refugiados políticos, poniendo en riesgo su propia integridad para compartir la libertad con los más desprotegidos. El precio que pagó por esto fue altísimo: Neus fue delatada y llevada a Alemania, donde toda diferencia era castigada con las sanciones más aberrantes. Pero ni siquiera eso pudo quebrar su espíritu. En sus años en el campo de concentración de Ravensbrück, se dedicó a estropear balas y armas que se suponía debía fabricar. ¡Qué imagen tan icónica de la resistencia pacífica! Ver a una persona en lo más hondo del abismo sabotear la guerra que otros se empeñaban en luchar.
Muchos no lo recordamos o no lo hacemos consciente, pero vivir en democracia y en libertad (o por lo menos en este intento donde, por lo menos, tenemos la voz para gritar) es un regalo que nos han dado millones de mujeres y hombres valientes; un regalo que ha costado sangre, luchas, protestas y resistencia; un regalo forjado por personas como Neus Català, quien depositó toda su esperanza en una acción ínfima cuando sus posibilidades de sobrevivir tendían a cero. Los gobiernos del odio, represores, que hoy son invocados aquí y allá, son fruto de quienes añoran volver a estar en la cima de la pirámide a costa de los otros, pero también de quienes han olvidado el peso incomparable que significa traer a una dictadura pisándote los talones.
A veces puede parecer que la democracia es una idea muy abstracta o que se reduce a votar cada tres o seis años por representantes que poco harán por nosotros. Lo cierto es que, aunque es perfectible, vivir en una democracia y no en un sistema fascista tiene ventajas mucho más inmediatas de lo que parece: platicar de cualquier tema en un café con toda tranquilidad; reunirse con quien nos dé la gana, a la hora que nos dé la gana; publicar lo que queramos, por tonto o simplón que parezca; buscar lo que queramos en internet; leer lo que queramos; ver el canal de televisión que mejor nos parezca; tener o no tener religión; ser amigos de fulanito o sutanita; ejercer los derechos sexuales; elegir (con todo y lo podrida que está la situación laboral) qué trabajo tener o cuál nunca tomar ni de broma; decidir cómo vestir; preferir no cantar el himno nacional en un acto oficial; celebrar o no el paso del Papa por suelo mexicano; oponerse al funcionamiento del propio sistema; estudiar una cosa y no otra; elegir en qué lugar vacacionar; poder vacacionar; salir de noche; beber alcohol o no; todos son beneficios exclusivos de la democracia, que un sistema opresivo o fascista arrancaría a la menor provocación.
No pienso que un pueblo deba agradecer los malos tratos, ni que haya que poner la otra mejilla frente a las injusticias cometidas por los gobiernos del mundo, pero creo que hay que notar que esto que tenemos, donde sea que nos encontremos en el presente, es el resultado del trabajo de quienes imaginaron que nuestros días podían ser una rayita menos miserables que los suyos. No creo que haya que contentarse con “el menos peor”, pero sí que hay que oponerse con toda la fuerza posible a los espejismos que, ofreciendo soluciones instantáneas, pretenden aprovecharse del enojo de una sociedad para restaurar el odio. En tiempos como los nuestros, es más importante que nunca recordar las huellas del fascismo y entender por qué dieron sus vidas quienes enfrentaron a los sistemas que tantas heridas han causado.
Manchamanteles
- Aquí y allá se cuecen habas. En España, tras arrancar las campañas electorales, el Partido Popular (PP) ha criticado al Partido Socialista Obrero Español (PSOE), actualmente en el gobierno, por el presunto mal uso que Pedro Sánchez hace del avión presidencial. Ocupando la imagen de Sánchez, de sus hijas y de su esposa, el PP ha criticado el privilegio que supone tener un medio de transporte aéreo de semejantes dimensiones para uso privado. Para hacerlo, se mete con la familia de un político sin importar que sean o no menores de edad. Resulta increíble lo similares que son las quejas en países tan distintos y lo que resulta aún más que los medios para hacerlas sean tan similares en términos de infamia y falta de ética.
- Alan García. La muerte siempre duele e irrita, sea cual sea el motivo. Los suicidios siempre son mensajes cifrados entre líneas que contienen dolor, desesperación y violencia, que cada quien sabrá leer. Oriol Malló, publicó en ediciones Akal en 1911 el meticuloso libro El Cártel Español. Hisotoria Crítica de la Reconquista Ecónomica de México y América (1898-2008). Allí Malló nos desbroza algunas líneas para entender tan lastimoso acontecimiento, Mucho que pensar, pronto dedicaremos nuestro rizo al tema.
Narciso el Obsceno
El narcisista suele revelarse impasible ante los lazos afectivos que crea y, cuando se dan las discrepancias que hacen patente que el otro también existe, se enfada, pues se ha roto el empleo del sustentador de su autoestima.
