sábado 11 mayo, 2024
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CEREBRO 40 BÁRBARA LEJTIK BLOGS

«CEREBRO 40»: El machismo como forma de vida

 

Siempre hemos vivido en un mundo “Machista”.

¿Hemos empeorado o mejorado? A pesar de los años y los avances científicos y tecnológicos no superamos esta crisis y no logramos ser vistas y tratadas como seres dignos de respeto.

Llevo varios días queriendo escribir sobre este tema, le doy vueltas y vueltas y no logro poner mis dedos a teclear, tal vez porque me asusta el tema, tal vez porque me entristece demasiado.

No pasa un día sin una noticia sobre feminicidios, violaciones, desigualdad de género, abusos, violencia doméstica, acoso sexual.

Ana Miriam Ferráez Centeno, diputada, propone establecer un toque de queda para que las mujeres permanezcamos a salvo, ¿A salvo de quién? ¿Del género masculino? ¿Nuestros depredadores naturales?

Todas hemos sufrido violencia de género, tal vez no lo consideramos en su momento demasiado grave porque no fuimos lastimadas físicamente, pero desde el papá que se refiere a su esposa como “Mi Vieja”, los hermanos y los amigos que llaman a las mujeres “Ganado” o peor aún, “Nalguitas”, “Tuercas”, “Lobukis”, bueno, hasta el novio o esposo que hace comentarios denigrantes sobre otras mujeres, como “Esta gorda”, “Se está poniendo vieja”.

¿En qué momento se nos hizo normal escuchar esto todos los días?

Los anuncios publicitarios que utilizaron durante décadas las figuras femeninas en posturas sexualmente sugerentes y sometidas para vender cualquier clase de producto. Las frases como “No llore parece niña”, “Has de estar en tus días”, “Tenías que ser vieja”, “Lavadora de dos patas”, “Las mujeres como las escopetas, cargadas y detrás de la puerta”.

¿Es esto una selva en la que las mujeres son las presas y los hombres los cazadores? ¿Cuando se extinga nuestra especie seremos definidos así? Como dos grupos en pugna constante, en la que la ley del más fuerte siempre reinó hasta llevarnos al exterminio.

Me duele demasiado pensar que el hecho de tener una vagina nos haga presa de cualquier abuso, nos impida caminar por la calle seguras, tomar el transporte público, poder bajar la guardia y vivir nuestras vidas libremente, el miedo a ser ultrajadas, por cualquier hombre que se sienta con el derecho de hacerlo solo por tener un pene, que pueda si quiere manosear a una mujer en el transporte, ofender con sus comentarios licenciosos a alguien que ni siquiera conoce, aprovecharse de su autoridad y fortaleza asumida por naturaleza para someter a la hembra que a él le parezca en el momento que él quiera.

Que incluso se nos acuse luego por provocar la violencia y las bajas pasiones con nuestra vestimenta.

¿En serio los hombres son criaturas irracionales que obedecen simplemente a un instinto? Los animales matan por supervivencia, ¿cómo se le llama a una criatura que ultraja y violenta a el género opuesto solo porque puede hacerlo?

Me niego a pensar que deba ser así, pero las estadísticas me dicen lo contrario, siempre, en todos lados, en épocas lejanas, en todas las civilizaciones, incluso en la mitología, en países mucho más avanzados y también en comunidades casi salvajes, de cónyuges a parejas, de familiares a las personas más vulnerables de la familia, profesores, entrenadores, compañeros de trabajo, jefes.

Los hombres siempre han sometido a las mujeres por la fuerza y en contra de su voluntad, sin otorgarles ningún derecho mucho menos la oportunidad de defenderse.

Ser mujeres nos hace presas indefensas en este mundo, ya no digamos en este país.

Recuerdo a mi profesor de Anatomía cuando nos explicó el aparato reproductivo femenino y la función del himen, lo comparó con el cartón que protege los frascos de Nescafé, dijo que si la mujer en cuestión ya no lo tenía era porque otro ya había “Cuchareado” el frasco; todos se rieron, la anécdota fue repetida y celebrada cada año. ¿No entiendo por qué no nos paramos las mujeres y nos salimos de clase en ese momento para levantar una denuncia? Si sé, porque hubiéramos hecho el ridículo frente al director, nada habríamos conseguido, seguramente, reprobar la asignatura.

Esto es mucho más que un texto, un llanto ahogado, un grito guardado en el alma durante años, el peor sentimiento de impotencia que nadie debería vivir jamás.

Nos manifestamos, salimos a las calles, exigimos justicia e igualdad, luchamos a brazo partido para demostrar nuestra capacidad, resistimos, trabajamos el doble para poder ser madres y profesionistas, probamos que somos inteligentes, talentosas y comprometidas; sin embargo no podemos regresar solas a nuestras casas en la noche, basta un cobarde con una navaja para destruir nuestras vidas o la de nuestras hijas.

Leí por ahí que el toque de queda famoso debería ser para los hombres.

¿De plano no hay otra manera de vivir?

¿Nos tendríamos que resignar a vivir sin libertad ni dignidad? ¿A viajar siempre en el vagón rosa para estar un poco menos expuestas?

Tengo un hijo, me niego a creer que siempre será así.

 

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