Jalisco es un pueblo generoso, instaló un albergue considerado como “modelo” por parte de defensores de derechos humanos; sin embargo, al irse los migrantes, lo dejaron hecho un chiquero, cobijas, ropa, calzado, alimento tirado por doquier y sanitarios tapados. Los mexicanos pueden entender que los centroamericanos huyan de la violencia o la pobreza registrada en sus países, ya que cada uno tiene a familiares y amigos viviendo en Estados Unidos por la misma causa, pero no puede aceptarse un comportamiento de desprecio, exigencias y hasta desafío a las autoridades.
Ser pobre no es sinónimo a ser maleducado. Ser desagradecido es la peor pobreza porque se carga consigo mismo. ¿Cuál es el resultado? Tristemente el comportamiento de la primera Caravana de migrantes que llegó a Guadalajara impidió que los miembros de los siguientes grupos disfrutaran del mismo trato.
Con cada migrante hay una historia, las madres pernoctan amarradas de las manos de sus hijos para evitar plagios. Otros sueñan con dólares para dejar atrás la realidad, deben miles de lempiras a los “mareros” que les embargaron sus casas y condenaron a muerte a sus hijos. Un grave problema son los menores que viajan solos rumbo a Estados Unidos, se jugarán la vida por un futuro mejor.
El contraste era evidente, estos chavos sin oportunidades, se encontraron con cientos de jóvenes universitarios -iban a clases y acudían al albergue el otro medio día- apoyando en el albergue del Auditorio Benito Juárez. Cada joven tapatío tenía sus propios problemas o carencias, pero las dejaron a un lado para extender la mano y ayudar en extenuantes jornadas. Predominó la hospitalidad: “Bienvenido hermano”, “¿Me permites por favor revisarte y curarte la ampolla en tu pie?”, eran las frases acompañadas de una sonrisa.
Algunos jóvenes se dedicaban solo a escuchar historias trágicas y dejar pensamientos positivos, otros proporcionaban alimentos, preparaban paquetes de sobrevivencia. Un grupito de chavos se la pasaba corriendo alrededor del Auditorio con un montón de niños cargados en un carrito, los pequeños saludaban y sonreían, se distraían de la traumática experiencia de dejar atrás su hogar y familia atravesando un país extraño. Eran 800 menores de edad, muchos viajando solos. Se estruja el corazón al observar a los niños desbordando inocencia, ajenos al desafío de vida o muerte que enfrentarán al buscar el “Sueño Americano”.
El albergue de Jalisco incluía atención para mascotas, los centroamericanos se aferran a perros y tarántulas, como si fueran parte de su familia, les ayudan a liberar el estrés. César, reconocido dj, así como Fernando, vocalista de Maná, o Amadeus, guitarrista aficionado, donaban su tiempo y talento para llevarles música que alimentara el corazón de los migrantes.
Una noche sumaron seis mil migrantes en el albergue, las 28 dependencias de los tres niveles de gobierno, Cruz Roja, FEU y organismos civiles defensores de migrantes y derechos humanos, mostraron una extraordinaria capacidad de organización.
Sin embargo, contrastando con la generosidad tapatía, se observaron actitudes exigentes de varios migrantes, se dirigían a los voluntarios sin pedir por favor las cosas. Quizás fue tanto el cariño y el apoyo recibidos que muchos terminaron por no valorarlo. Había botes de agua, ropa, calzado y alimento tirados. Contradictorio que huyan de países en pobreza, pero muestren poco agradecimiento por las muestras de bondad. Intentan escapar de la violencia en su país, pero en tierra extraña algunos muestran actitudes tiranas, vociferando contra la autoridad e incluso retándola. Hay que destacar que entre los migrantes se veían jóvenes rubios, mal pronunciando español, organizándolos y quejándose del gobierno mexicano. ¿Será cierto que se trata de un movimiento orquestado por intereses egoístas de personajes extranjeros que buscan sacar ventaja política de la pobreza y violencia que padece Centroamérica?
México está en medio de una situación difícil, la frontera norteamericana se ha reforzado y miles de migrante siguen llegando. Las ciudades fronterizas sienten el impacto de los extrajeros estancados por no poder cruzar al “otro lado”. Además, este fenómeno se da en pleno cambio de gobierno en México. Urge estrategia política y social para devolver el Estado de derecho en la región, leer cartilla a los extranjeros para que haya orden y respeto a la autoridad, aunado a un programa de educación para niños y adolescentes. Si se quedan aquí, hay que ponerlos a trabajar porque el ocio es padre de los problemas.
México en lugar de quedar atrapado en la polémica discriminatoria por nacionalismo absurdo, debe desactivar riesgos a futuro, para evitar militarizar también la frontera mexicana. El país azteca es guerrero desde sus ancestros, pero prefiere la paz, enfrenta sus propios demonios, arrastra problemas añejos como la corrupción. Su riqueza ancestral es el trabajo y la generosidad a propios y extraños. Esa generosidad que muchos consideran fue su perdición en la conquista.