domingo 19 mayo, 2024
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«POLÍTICA DE LO COTIDIANO»: No es broma, es violencia

 

Primer caso. Un senador se comunica por mensajes de forma privada con otras dos personas, comparten y comentan la foto de una mujer joven diciendo que “ya se la quiere zumbar”, aparecen otras palabras como “padrote” y “marrano trompudo”. Un día después de que los medios y las redes viralizan y condenan el hecho, el senador se disculpa con la joven.

La polémica: Se trataba de una conversación privada que sale a la luz porque alguien la capta al tomarle una foto; era durante una sesión del Senado; el Presidente del Senado anuncia que las áreas jurídicas analizarán la situación; la disculpa del senador alude a que era una broma inapropiada que no tenía otra intención.

Las variadas condenas: al Senador, de todo, desde misógino hasta tratante de personas; o porque era en plena sesión; o a quien difunde una conversación privada.

Las variadas “atenuantes”: era una conversación privada; era una broma (no es para tanto); ya se disculpó.

Segundo caso: Una compañera académica de la Facultad de Veterinaria imparte una plática en un ciclo de charlas del Club de Ciencia del CONACyT, mismas que se transmiten en vivo en la página del mismo Club y en las que, como sabemos, el público puede ir escribiendo comentarios. Uno de los participantes por este medio se burla del cuerpo de la académica. En este caso es una conversación pública que identifica claramente el nombre, el perfil y la adscripción del participante.

Una justificación, negación o minimización común de la violencia es decir que “solo era una broma”. Las “bromas”, como muchos actos, no pueden medirse solo por la intención sino también por el efecto. Las bromas que aquí se mencionan pueden parecer divertidas a quien las hace, pero dañan a las personas sobre quienes se hacen. Hay una afectación emocional a partir de la burla sobre el cuerpo o las insinuaciones cosificadoras del mismo. Pero hay una transgresión y afectación mayor, misógina y patriarcal, en el derecho que sienten estos hombres de “meterse” con el cuerpo de la otra.

Las sanciones, amonestaciones, disculpas, reparaciones en ambos casos vienen totalmente al caso, porque uno de los instrumentos legales más importantes que definen la violencia e intentan proteger a las mujeres de la misma, la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia que en su artículo 6 define los tipos de violencia, entre los que se encuentra la “Violencia psicológica”, que contempla efectos como depresión o afectación de su autoestima; y en su artículo 16 define la “Violencia en la Comunidad” como los actos que transgreden derechos fundamentales de las mujeres y propician su denigración o discriminación, permiten inferir que los actos descritos aquí pueden perfectamente ser considerados como actos de violencia. Y porque éstas y otras mujeres pueden decidir denunciar o no, pero deben saber que están en su derecho, porque están en su derecho de ser respetadas.

Los aspectos legales son importantes porque esas mujeres, nosotras mujeres, y tantas otras que sufren vejaciones todos los días en diferente grado en su casa, en la calle, en el trabajo, en la escuela, en su vecindario, tenemos derecho a una vida libre de violencia, y debemos repetirlo, por más normalizada, naturalizada y minimizada que se presente, envuelta en “bromas”, y que son un continuo en grados hasta llegar al feminicidio.

La idea de esta columna es siempre poner el foco más en los aspectos culturales y políticos de estos actos. El hecho por ejemplo de que el acto del Senador era privado, pero se volvió público, puede que parezca un atenuante; sin embargo, al volverse público el hecho es que nos enteramos “sin querer” cómo piensa y con qué bromea ese Senador, y sus “bromas” sí nos hablan de sus valores, de que se siente con el derecho de “zumbarse” a una mujer, ¡aunque sea en una broma, aunque sea una fantasía compartida con otros! Se siente con derecho y le parece gracioso referirse así a una mujer. Y ese Senador votará leyes que se relacionan con nuestros derechos. Es escalofriante. Porque son esas mentalidades y esos valores los que deben ser visibilizados y cuestionados. Por eso importa.

Gracias a mis brillantes compañeras abogadas Karla Antuna y Montserrat Martínez por su generosa asesoría legal.

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