El PRI y su candidato, colocados en la tercera posición de las preferencias por el voto, entendió que la guerra electoral comenzó y reclutó a varios de sus más probados operadores para enfrentar al puntero.
Luego de que López Obrador designara a cinco personajes para hacerse cargo de las circunscripciones electorales, el PRI hace lo mismo. Y es artillería muy pesada.
Manlio Fabio Beltrones va a echar a andar la maquinaria tricolor en la primera circunscripción que comprende Jalisco, Baja California, Baja California Sur, Chihuahua, Durango, Nayarit Sinaloa y Sonora. La batalla será en contra de Marcelo Ebrard.
El agarrón será de primer nivel.
Para segunda circunscripción el PRI manda a Carolina Viggiano. Ella, además de legisladora federal, es esposa del secretario de Organización del CEN del PRI Rubén Moreira.
La hidalguense no la tiene fácil. Enfrente está Ricardo Monreal. Los estados en disputa son: Aguascalientes, Coahuila, Guanajuato, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí, Tamaulipas y Zacatecas.
En la cancha de la tercera circunscripción van, por Morena Julio Scherer Ibarra y el PRI envía a René Juárez Cisneros, el ex gobernador de Guerrero. Los estados en los que estos personajes compiten son: Campeche, Chiapas, Oaxaca, Quintana Roo, Tabasco, Yucatán y Veracruz.
Para la cuarta circunscripción, que comprende la Ciudad de México, Guerrero, Morelos Puebla, Hidalgo y Tlaxcala el encontronazo será entre Beatriz Paredes y Rabindranath Salazar, quien acaba de perder la nominación por la gubernatura de Morelos por goliza ante Cuauhtémoc Blanco.
En la quinta circunscripción está una de las personas más cercanas a AMLO, Bertha Luján. El PRI envía a Mariano González Zarur, ex gobernador de Tlaxcala. Ellos tendrán que lidiar con los operadores locales de sus partidos en el Estado de México, Colima, Michoacán e Hidalgo.
En unas semanas, después del primero de julio, veremos quienes fueron más eficientes, si los de López Obrador o los de Peña Nieto.
Una cosa es cierta, en Los Pinos no están resignados a perder. Enrique Peña Nieto no quiere que su candidato sea ni Madrazo ni Labastida y tampoco quiere ser recordado como el Zedillo del Siglo XXI.
La Letrina. Ayer hablábamos de la disputa entre los organismos electorales.
Los del Tribunal Electoral echaron para abajo la intención de los del INE de abrir casillas, separar boletas que no pertenecieran a la urna abierta y, una vez realizado el acomodó de las boletas por elección, hacer el cómputo de votos dando preferencia a la elección presidencial.
El artículo 292 de nuestra bizarra ley electoral dice “Si se incorporasen boletas de una elección en la urna correspondiente a otra, se separaran y se computarán en la elección respectiva”.
Me pregunto, ¿qué habría pasado si los consejeros y magistrados electorales se hubieran sentado a platicar sobre este artículo y los 287, 288, 289, 290 y 291 que tiene que ver con los cómputos de la elección? Creo que la propuesta del INE le habría dado certeza, legalidad, transparencia, imparcialidad, objetividad y máxima publicidad a los resultados electorales.
Que el Tribunal Electoral y el INE no trabajen juntos, sólo provoca desconfianza en la legalidad del proceso, la transparencia en los resultados, la imparcialidad de las instituciones y la certeza de saber quién ganó la elección más grande, competida y complicada de los últimos tiempos.
Y luego preguntan por qué estamos enojados.
