Todo comienza con un dolor profundo en una parte del cuerpo. El dolor se extiende y se enmascara; confunde, se metamorfosea. Luego la desesperación por encontrar el medicamento, la terapia, el algo que lleve a ponerle fin. Después la hipocondría que surge por no saber porqué, de dónde y cómo surgió ese profundo dolor.
Esa es la trama de Clavícula, la novela de la escritora española Marta Sanz. Por cierto aparece en la lista de El País como uno de los mejores libros del año. A partir de ese dolor de la protagonista se van hilvanando las cosas: la edad -48 años- los cambios hormonales -tal vez- hasta que la narración lleva al punto central: el miedo por la llegada como mazazo de los años, el miedo a no ser productiva, el miedo a que la pareja -casi igual en años- no pierda o no encuentre un trabajo. Miedo y más miedo. Miedo a ser producto de desecho en una sociedad materialista en la que parece que todo lo que no es nuevo apesta o estorba.
En fechas recientes me encontré con una colega muy reconocida por su labor periodística sobre problemáticas sociales. Una mujer con amplísima experiencia en todos los medios. Se me ocurrió comentarle que sería una excelente opción que hiciera un programa de televisión abordando todos esos asuntos que nos conciernen: igualdad de género, problemática de los jóvenes y mujeres, personas de la tercera edad, etc. Lo primero que me comentó: “oye me encanta la idea, pero igual por mis 67 años no creo y entiendo que a nadie le interese que yo participe; pero puedo estar detrás de cámara”. A pesar de su empoderamiento y éxito, su franqueza me dejó helada, pero le di toda la razón. Y no sólo cuándo se trata de hablar de televisión. He visto consumir de la preocupación a quiénes después de los 40 años pierden algún empleo, en cualquier rama. Aquí el miedo es parejo: hombres y mujeres.
A los años, se suman los desajustes biológicos en todo sentido; el hecho de tener o no una pareja y qué pareja; la situación de los hijos – si es que se tienen- y el miedo a no tener con qué pasar esa etapa de la vida. Adiós jubilaciones, adiós a la seguridad de cualquier tipo. Sí son tiempos complicadísimos y si se es mujer el doble.
Clavícula es una novela profundamente autobiográfica y muy humana. La leí de un tirón porque desde la primera página me di cuenta que muchas mujeres que llegamos a los 50 no estamos solas y no estamos enloqueciendo. Estamos enfrentando lo que la sociedad consumista y machista dicta: que lo viejo no sirve, que ahora el mundo de millennials tiene otro tipo de preocupaciones. Lo mejor, Clavícula nos ayuda a reflexionar; sí, nos estamos haciendo viejos, pero la mente y el espíritu tienen que enfocarse en otros retos. La vida no se acaba hasta que se acaba. Así que ha disfrutarla y leer Clavícula. Felices fiestas.