viernes 04 octubre, 2024
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COLUMNA INVITADA

«EL VERDADERO NORTE»: Un TLC progresista e indígena

Canadá dio una “cachetada con guante blanco” a México antes de iniciar la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Entre sus demandas enlistó integrar un nuevo capítulo exclusivamente para grupos indígenas.

La propuesta visibilizó la omisión y desmemoria de nuestro país con sus propias raíces de cara la modernización del TLCAN.

Parece que México olvidó que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional se levantó en armas contra el Gobierno el mismo día en que entró en vigor el TLC: el 1 de enero de 1994.

Hace 23 años, el EZLN irrumpió violentamente en la escena política y social mexicana para recordarle al mundo la pobreza y marginación que por siglos han soportado los pueblos indígenas. Hoy, a través de una candidatura independiente quiere transformar, por la vía electoral, esa realidad en la que viven 16 millones de personas que representan el 15% del total de habitantes del país.

A pesar de que este sector quedó fuera de la agenda mexicana, Canadá sí incluyó a este grupo que representa al 4.3% de su población con un total de 1.4 millones de indígenas.

El gobierno del Primer Ministro, Justin Trudeau, propone que el nuevo acuerdo incluya un capítulo que reconozca a los indígenas, respete sus derechos y considere acuerdos justos y sustentables, toda vez que gran parte de los recursos naturales como la madera y los minerales se extraen de sus territorios.

Esta consideración forma parte de un largo y doloroso proceso de reconciliación que Canadá atraviesa con sus pueblos originarios, víctimas de un genocidio cultural entre 1870 y 1996. Durante ese periodo más de 150 mil niños indígenas fueron recluidos a la fuerza en internados escolares gestionados por órdenes religiosas para “matar al indio que llevan dentro”, según determinó la Comisión de la Verdad creada en 2008 por el gobierno conservador de Stephen Harper. Unos 3 mil 200 niños murieron de malnutrición, tuberculosis o brutales golpizas y abusos sexuales.

La investigación documentó cómo durante siete generaciones miles de niños indígenas canadienses fueron arrancados de sus familias y comunidades para negarles su identidad mediante un esfuerzo sistemático y concertado para extinguir su cultura, lengua y espíritu”.

La misma comisión emitió 92 recomendaciones para saldar la deuda histórica con los pueblos indígenas respetando su lengua y costumbres pero garantizando sus derechos e inclusión en el avance y progreso del país. Es por ello que han sido considerados en la modernización del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

Lo que busca Canadá es un acuerdo progresista. Esto quiere decir que los beneficios del TLCAN no sólo deben favorecer a los más ricos sino considerar a toda la población y a grupos históricamente excluidos.

La premisa de los canadienses es que la población comenzará a perder la confianza en este tipo de acuerdos comerciales si no recibe, siente y experimenta sus beneficios. Y esto pasa necesariamente por una mejor distribución de la riqueza, igualdad de oportunidades y cuidado del medio ambiente.

Por ello, la propuesta progresista canadiense impulsa aumentar los salarios, sobre todo en México; endurece las normas laborales para respetar los derechos de los trabajadores; pide un capítulo sobre equidad de género; combate al cambio climático; fomenta la migración y la movilidad laboral y desde luego promueve un apartado especial para los grupos indígenas.

Canadá busca un acuerdo “justo” y advierte que si los tratados comerciales no logran impactar positivamente a la gente, entonces la sociedad comenzará a dividirse, se generará inestabilidad y esto repercutirá en la economía.

Quizá como lo advirtió el EZLN entonces, la globalización y sus acuerdos comerciales no son la fórmula mágica del progreso. Las divisiones y el odio que ha generado se ven en el Brexit, los muros fronterizos en Europa y Estados Unidos para frenar la migración de África y América Latina o la creciente violencia y terror de los supremacistas blancos.

 

 

Columna de Gabriel Ramírez, periodista mexicano en Canadá.

 

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