Abrió la puerta de la recámara y aspiró el aroma del agua de colonia mezclado con un rancio olor a sudor, cigarro, tacos y algo como muerto.
Tragó saliva y dio un paso al frente con cuidado de no pisar los discos regados por el piso. Comprendió que no podría moverse con libertad mientras no los pusiera en sus fundas y los quitara del suelo de barro, ahora casi alfombrado de cuadros de cartón en los que estaban retratados algunos cantantes de moda: Benny Moré, Elvis y hasta el joven Javier Solís, que formaban parte de los favoritos del muchacho.
Uno a uno guardó los acetatos en los cartones formando una pila que colocó sobre el tocadiscos Braun, el más moderno, el que recibió apenas tres días antes con motivo de su cumpleaños número quince. Era un modelo de tamaño compacto que ocupaba la mitad de la mesa; el resto de la superficie no se alcanzaba a ver pues Esteban la tenía repleta de comics del Santo, El Capitán América y la familia Burrón. Casi le pareció escuchar sus carcajadas ante la mirada severa del padre cuando, irreverente, lo llamaba “Don Regino” y a ella “Borola”. Sonrió apenas.
Ordenó el reguero de revistas y descubrió las quemaduras de cigarro sobre la mesa, una cajetilla de Delicados a medio usar y una caja de cerillos vacía. Lloró. Acarició las quemaduras como si fueran las mejillas del quinceañero. Pasó la mano luego sobre el tarro de vaselina todavía abierto y, sólo hasta que el olor se hizo insoportable, dejó de lagrimear y buscó entre otros papeles, todavía revueltos, el origen de la pestilencia.
Tomó el plato que tenía restos de bisteck y tortillas, y el envase de Corona. Los puso sobre el piso, a la entrada de la habitación, para llevárselos cuando terminara de ordenar.
Fue al otro extremo de la recámara y abrió la ventana para que se limpiara un poco el aire… Frunció el ceño cuando descubrió que, en lugar de la cruz de madera que le ordenaron que colocara sobre la cabecera, había clavado dos fotos de tamaño mediano casi idénticas, salvo porque la mujer retratada del lado izquierdo era Silvia Pinal y la del derecho, Marilyn Monroe.
“Esas golfas”, dijo entre dientes y de inmediato se arrepintió y santiguó. No acabó de besar la cruz que hizo con los dedos, cuando se dio cuenta de que sobre la cama destendida había más retratos de ellas y de otras “mujerzuelas”, como Katy Jurado, Tongolele y demás personajes que en las películas, decían, y debía ser cierto, eran malas.
Todas las fotos estaban maltratadas del lado izquierdo. Las recogió en un solo movimiento de brazos y las tiró al suelo con furia… iba a llorar otra vez pero un nuevo y conocido olor la paralizó. Acercó la nariz a las sábanas y no quiso pensarlo… sí, su muchacho había crecido. Afinó la vista y vio las manchas, no sabía por qué las sábanas estaban mugrosas; se hubieran confundido con el blanco de la tela cuando estaba limpia.
Tiró al piso la colcha que estaba hecha bolas en una orilla de la cama y vio unos calzoncillos y dos pares de calcetines oscuros. Tomó la ropa y fue hacia el armario sólo para constatar que el desastre estaba por doquier: los overoles, camisetas a rayas, las playeras blancas, sucias y limpias; todas revueltas en las repisas y no tuvo más remedio que reírse cuando vio el pantalón de pinzas, el “de hombrecito” que le regaló su padre, colgado perfectamente, casi la única pieza ordenada entre el caos además del par de guantes de box colgados a un lado y el cartel de la pelea en la Arena México, teniendo como estelar al Ratón Macías, su héroe, pegado al fondo del armario.
No pudo más y lloró y lloró. Buscó y revolvió casi con furia entre la ropa. Encontró un álbum con recortes de periódico en los que aparecían fotos del Ratón y sus retadores, del Ratón y sus mujeres, del gimnasio en Tepito de donde recibieron la llamada que nunca hubieran querido tomar… ¿Para qué fuiste a buscarlo hijo? ¿Para qué?
Diana Teresa Pérez. Impulsiva, incoherente, terca, insomne. Recuerda que nació en el antes DF, hoy Ciudad de México (aunque siempre está perdida). Cree que la comunicación es fundamental para crear, recrear y dejar testimonio del paso del ser humano en este mundo. Ha trabajado para los periódicos Crónica y Excélsior y para la revista Expansión. Ha publicado varios cuentos en revistas y antologías literarias. Actualmente imparte talleres de escritura autobiográfica. *Ilustración: Chepe.