La cultura machista hace creer a los hombres que reciben tanto porque son merecedores de ello.
En mi trabajo cotidiano con mujeres que viven violencia, escucho repetidamente las cosas que éstas han hecho durante años para mejorar sus relaciones, para evitar la violencia de la pareja, para que ellos cambien, para que entiendan, para que se den cuenta, para que valoren lo que tienen.
Podría escribirse un largo libro sólo enlistando estos intentos inútiles para lograr dichos objetivos: “hago todo lo que me pide, trato de no provocarlo, le hago ver que no va a encontrar a una mujer igual”. Digo inútiles porque se entiende que buscan una opinión profesional buscando nuevas respuestas.
El razonamiento muchas veces se basa en la idea de que ellas han “dado todo”, esperando lo mismo del otro, y a cambio reciben: maltrato, infidelidad, indiferencia, abandono, falta de reciprocidad económica, afectiva, de apoyo en lo doméstico o con los hijos, descuido.
Este cuadro parece extremo, ¿de verdad el desbalance en estas relaciones es tan radical? Existen desde luego todos los grados y combinaciones que imaginemos, pero en lo básico hay una percepción así de desigual.
Cuando ésta es la vivencia y/o percepción de estas mujeres, podemos fácilmente imaginar el grado de aplastamiento emocional, muchas veces también físico, la sensación de “ser tontas”, de resentimiento y enojo. No sólo ellas creen que son tontas, también a su alrededor se los dicen o hacen sentir, por lo que generalmente evitan compartir su situación verdadera, quedando aisladas y más vulnerables.
Es muy importante entender, ellas y la sociedad, que no son tontas ni están ahí porque “les gusta la mala vida”. La cultura patriarcal ha transmitido por todos sus medios la idea, muy particularmente a las mujeres, de que “si das todo”, tendrás todo el amor, el agradecimiento, reconocimiento y la fidelidad del mundo. Ese “dar” se entiende generalmente como “sacrificio”, ponerse después que los otros en la lista de las necesidades, “aguantar”. Claro que también, por el enojo y el resentimiento, pueden tener respuestas agresivas o chantajistas, especialmente cuando aparecen los celos. Pero estas respuestas tienen como base el mismo contenido en cuanto a creencias: “no es justo, no lo merezco”… O se lo merece (él, la ofensa o el maltrato o el chantaje) porque yo he dado todo”.
La idea generalizada de que las mujeres son chantajistas también está relacionada con esta cultura y creencia. Obviamente la contraparte de que por dar de más, recibirán la gloria, es incumplible, porque la cultura machista hace creer a los hombres que reciben tanto porque son merecedores de ello. Y una de las reacciones lógicas es el chantaje: “dame porque yo te he dado”. Esta idea de dar no está basada en la genuina generosidad, sino en la segura y “lógica” recompensa.
Mientras las mujeres sean educadas en la idea del sacrificio, el “darse” para recibir, y los hombres como merecedores, seguirán reproduciéndose condiciones para las relaciones desiguales y violentas. Una sociedad pacífica e igualitaria requiere de una educación basada en la reciprocidad y el respeto mutuos.
Adriana Segovia. Socióloga por la UNAM y terapeuta familiar por el ILEF.
