sábado 18 mayo, 2024
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ARTE

«GINECEO»: Prudencia Griffel, otrora abuela del cine nacional

Con Sara García se disputó el papel de la “abuelita de México”. 

“Nosotras somos las ninfas del bosque de la virtud, que brillan en las tertulias con una aureola de excelsitud. Guardamos dentro del alma las flores de amor más puras, de mimos y de  ternuras que son venturas de unos cantos de amor. Bebamos el suave néctar que nos ofrece la vida, bailando, cual bellas ninfas, cantando alegres con dulce voz”. Es una estrofa que simulan cantar Sara García y Prudencia Griffell, tocando el piano para empezar a celebrar el cumpleaños de la tía Angelina, personaje de la película la Tercera Palabra, protagonizada por Pedro Infante y Marga López en 1955. 

 

Justamente con Sara García se disputó el papel de la “abuelita de México”, pues  ambas se les recuerda en roles de madres, abuelas y en general de adultas mayores. De hecho, por sus características físicas Sara siempre apareció como la hermana mayor. Aunque ello dista mucho de la realidad. Prudencia nació allá por 1876, justo cuando Porfirio Díaz ocupaba por primera vez la silla presidencial, mientras que doña Sara García lo hizo en 1895. Desde joven, Prudencia se dedicó al teatro y a la zarzuela. Debutó a los 14 años en una pieza teatral ligera en Venezuela, donde viajaron de su natal España por negocios del padre. En sus andanzas teatrales, conoció al actor Paco Martínez, con quien contrajo matrimonio. Ambos continuaron actuando para pequeñas compañías, viajando por algunos países de Centro y Sudamérica. Hasta que en 1899 regresaron a España.

 

En 1905 volvieron al continente americano para instalarse definitivamente en la Ciudad de México. Y aunque durante los primeros años estuvo plenamente activa presentándose en diversos teatros de la ciudad y del interior de la República, fue hasta 1909 cuando participó en la obra teatral Cielo y fango, del dramaturgo neoleonés Diódoro de los Santos. La obra se presentó con un éxito inusitado en el Teatro del Progreso de Monterrey, consistía en una situación de enredos “perteneciente al género chico, prosa y verso, canto y diálogo, en un acto y cuatro cuadros”. Desgraciadamente no quedan vestigios de ésta, sólo alguna que otra reseña. 

 

Como tiple alcanzó el éxito hasta 1917 con su propia compañía artística, Las tres García. Por su empresa pasaron figuras de la talla de María Conesa y María Teresa Montoya. Esta última cobró renombre cuando participó, como primera actriz, en la inauguración de El Palacio de Bellas Artes, en 1934 con la puesta en escena de la Verdad Sospechosa, de Juan Ruiz de Alarcón.

 

Con una vasta experiencia y una veteranía probada, se estrenó en el mundo cinematográfico en 1940 en la película Viejo nido, con la cual iniciaría una carrera llena de éxitos, convirtiéndose a la par de Sara García en el estereotipo de abuela bondadosa. Pero sobre todo creando una escuela de actuación.

 

Otro maestro del celuloide mexicano, Ignacio López Tarso alguna vez refirió de ella lo siguiente: “un ejemplo de profesionalismo y dominio de estos terrenos es doña Prudencia Griffel. Admirable, justa, sobria, señorial siempre en sus papeles y dominando la televisión, el teatro o el cine, como si siempre lo hubiese hecho. Por lo demás, la televisión es terrible, pues tiene todos los defectos del cine, sin tener sus ventajas”.

 

Y es que doña Prudencia incursionó en la naciente televisión mexicana al inicio de la década de los años 60. En aquellos últimos años de su vida, compartió su vida entre series televisivas, participaciones en la radio y una que otra puesta en escena. Compartió el escenario con los mejores artistas y directores de la Época de Oro del cine mexicano, hasta el último día de su vida el 7 de junio de 1970. Sin embargo, y para ser justos, doña Prudencia Griffel también vivió la decadencia cinematográfica. Durante su carrera participó en 75 películas, entre las que destacan el Globo de Cantoya, Las señoritas Vivanco y ¿Por qué nací Mujer?

 

Alguna vez le preguntaron a Sara García sobre su vida en el cine. Respondió que era como si le solicitaran que contara su autobiografía. Dijo: “¿qué no habré vivido?, ¿qué no habré visto?, y de ¿cuántas maneras distintas me han visto a mí?: tierna, llorosa, dulce, enérgica, dominante y cariñosa. Me han visto muy viva, y muy muerta”. Todo ello aplicable a la otrora abuelita del cine nacional, Prudencia Griffel.

 

 

 

 

 

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