Los electores de EU se preguntan si Trump puede caer aún más bajo en el tercer debate.
Anoche, cuando todos estábamos esperando que Hillary Clinton ganara el segundo round de la pelea del siglo por nocaut, que Donald Trump estuviera en la lona después de la avalancha de críticas que le cayeron desde el viernes, vimos sorprendidos a un Trump en plena forma y atacando con el estilo que es su especialidad: los golpes bajos.
Luego de que el diario The Washington Post publicó un video del 2005 en el que Trump, sin saberlo, estaba siendo grabado en una conversación privada con Billy Bush, conductor del programa Access Hollywood, todo apuntaba a que era el principio del fin del candidato Republicano. En el video escuchamos a un Trump haciendo alarde de tener una libido que le envidiaría el mismo Homo Eroticus, el actor italiano Lando Buzzanca, rey de las comedias sexuales de los años 70. Ante las carcajadas de Bush, Trump se jactaba de que no podía resistirse a las mujeres y que había una fuerza que lo empujaba a besarlas, aunque no quisieran. Lo peor es que dijo que ellas, encantadas se dejaban manosear, tocar sus partes íntimas, dado que él era una celebridad. De ser verdad, la conducta de Trump podría clasificarse de acoso sexual dado que aprovechaba su estatus de “celebridad” para conseguir favores de personas en una situación desventajada con respecto a él. Eso en Estados Unidos es un delito.
Pero Trump no pensaba en eso hace 11 años, cuando era tan sólo un “chicuelo” hipersexuado de 59 años y recién casado con Melania.
En 2016, el incidente desenterrado por el Post parecía ser el último clavo en el ataúd de las pretensiones presidenciales de Trump. Desde que el video apareció en el sitio del diario el viernes por la tarde, comenzó una avalancha de declaraciones de miembros prominentes del partido Republicano condenando las palabras de su candidato y negándose a respaldarlo. Ya para el sábado, se decía que el mismo presidente del partido Republicano, Reince Priebus, estaba consultando fuentes legales para ver la posibilidad de remover a Trump de la candidatura, prácticamente imposible debido a que por lo menos en 11 estados ya salieron las boletas con votación adelantada.
En fin que todos los indicadores apuntaban a que Tump llegaría derrotado a la pelea. Pero no contábamos con la astucia del Donald, de las profundidades a donde todavía podía descender y a menos de una hora de que arrancara el debate, dio una conferencia de prensa presentando a tres mujeres que en el pasado habían denunciado a Bill Clinton por acoso sexual y a una cuarta que acusó a Hillary de haber defendido al hombre que la violó cuando tenía 12 años. Los hechos ocurrieron en 1975 y Hillary fue designada por la corte como defensora de oficio. No conforme con eso, Trump invitó a las cuatro mujeres y las sentó en primera fila en el recinto (donde también estaba Bill Clinton y su hija Chelsey).
Por lo tanto, cuando se apareció en el escenario, el primer golpe ya estaba dado. De ahí en adelante, el debate fue una embestida feroz, en la que el magnate se fue contra la ex primera dama con todo. La acusó de mentirosa e incluso de dijo que su corazón estaba lleno de odio. El bullying de Trump se manifestaba hasta en su actitud corporal. En varias ocasiones la señaló con el dedo y le entorpecía el paso a la cámara, impidiendo a veces que la tomaran a ella. En fin, una actuación deplorable en la que Trump se mostró nuevamente como el patán que es. Y si decimos que es el penúltimo peldaño en su degradación es porque no hay que menospreciar su capacidad para caer aún más bajo en el último debate programado para el 19 de octubre.
El único consuelo es que al fin las encuestas empiezan a reflejar que la caída de Trump parece ahora sí ser definitiva y la distancia con Clinton irremontable. Según la más reciente del Wall Street Journal/NBC muestran a Hillary con un 46% de la intención de voto contra un 35% de Trump. La amenaza ahora es que un electorado tan decepcionado del lamentable nivel al que ha llegado la política en su país, decida no votar por nadie o que los pocos que están considerando a los otros dos candidatos menores, terminen por darles su voto, lo cual se traduciría en unos menos para Hillary.
En este momento, las intenciones de voto para Gary Johnsosn del partido Libertario están en 9% y para Jill Stein del Verde en 2%, un 11% que podría darle, sin querer, la ventaja a Trump. Lo que es un hecho es que a menos de un mes de las elecciones el 8 de noviembre, Trump no cuenta con el favor de ninguno de los dos grupos sin los cuales es imposible llegar a la Casa Blanca: los hispanos y las mujeres.