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RETROVISOR: Problemas en el paraíso morenista

Por. Ivonne Melgar

 

La disputa por las candidaturas hacia 2024 tomó esta semana visos de conflicto en Morena, mostrando las fisuras de un partido donde la línea del líder gobernante sustituyó el ejercicio de la política.

Hasta ahora, parte de la mística morenista había sido asumir las directrices de Palacio Nacional sin respingar.

Por eso, diputados, senadores, funcionarios, gobernadores, dirigentes partidistas, militantes y simpatizantes del voto duro pasaron de la crítica a la tolerancia o al franco silencio con temas diversos: la corrupción del expresidente Peña Nieto; el avasallamiento de Donald Trump; la militarización de las actividades gubernamentales, hasta llegar recientemente a la exoneración del Ejército en el caso Ayotzinapa.

“Él sabe lo que hace”, han concluido quienes -sin comprender racional ni lógicamente algún giro presidencial- terminan sometiéndose a la instrucción de López Obrador.

Así vimos enterrar las estancias infantiles, el Seguro Popular, las escuelas de tiempo completo, los fondos y fideicomisos y un largo etcétera.

Llegada la batalla por la sucesión, la capacidad de presidente López Obrador para transmitir que la ungida era Claudia Sheinbaum atropelló los intentos de Marcelo Ebrard por visibilizar que la competencia había sido dispareja.

Peor aún: los reclamos del excanciller para limpiar el proceso de definición del sucesor se estrellaron en el vacío que Morena les hizo a sus denuncias.

Esa encuesta en la que Sheinbaum resultó ganadora con una ventaja de dos dígitos también premió la radicalidad parlamentaria, castigando por lo tanto al legislador que había intentado hacer política.

Me refiero al tercer lugar que ganó el diputado Gerardo Fernández Noroña, sin duda el mejor tribuno de las bancadas afines al gobierno, pero también el más rudo con la oposición, desde una narrativa que ha pretendido demonizar e incluso criminalizar a cualquier fuerza política de oposición.

En contraste, Ricardo Monreal Ávila, el único morenista que buscó construir acuerdos con la oposición en este sexenio, mientras fue coordinador de sus compañeros en el Senado de la República, era colocado en el quinto y último lugar de la encuesta, castigado por los seguidores del máximo líder.

Con estos antecedentes, López Obrador entregó el 7 de septiembre a Sheinbaum el denominado bastón de mando, un performance con el que, como presidente de la República, quiso dejar en claro que a ella le transfería la conducción política del partido que, en su exitosa retórica, ha buscado hacer creer y sentir que es más que eso, porque se trata de “un movimiento de transformación”.

¿Es la exjefa de gobierno ahora en su condición de precandidata presidencial la única que toma las definiciones del rumbo de Morena?

Esa duda existe y es justificable por el inédito liderazgo presidencial, por el activismo electoral que López Obrador realiza cotidianamente y porque el mensaje de Sheinbaum es de permanente defensa del gobierno saliente y de exaltación a la persona.

Más allá de las percepciones de si la candidata ejerce el mando o lo comparte con quien muchas veces actúa como su coordinador de campaña, los acontecimientos de esta semana parecen advertir que en el bastón transferido no se incluyó la obediencia ciega.

Y en el acomodo de las candidaturas para los gobiernos de la CDMX y 8 entidades, la inconformidad de la militancia ha terminado marcando el proceso de selección en la capital del país ante el intento de Sheinbaum de reeditar aquí el mecanismo que en Palacio se activó a su favor.

Es posible que, como sucedió en el caso de la candidatura presidencial, al final se impongan la cargada del aparato gubernamental y sus programas sociales, así como el gasto millonario en promoción y propaganda en favor de Omar García Harfuch, exsecretario de Seguridad Pública, en detrimento de la exalcaldesa de Iztapalapa, Clara Brugada. Y que la ventaja del aspirante promovido por Sheinbaum resulte incuestionable.

Pero por lo pronto, ya hubo costos: el bochorno del Estadio Azul semivacío el martes 25 de octubre, obligando a la candidata a dejar plantados a los que sí llegaron y posponer el gran acto capitalino.

La instrucción de que la candidatura en la CDMX quede en García Harfuch se complicó todavía más cuando esta semana el Instituto Nacional Electoral resolvió que será obligatorio que los partidos postulen a cinco mujeres para las elecciones de los gobiernos estatales.

Y es que la falta de obediencia morenista no se da únicamente en la CDMX.

La definición también se complica para otras entidades donde algunos amagan con abandonar el partido para irse a la oposición.

La inconformidad bulle en el Senado particularmente, donde Eduardo Ramírez no está dispuesto a ser sacrificado por su compañera del extinto PES, Sasil de León, en Chiapas.

En el caso de Puebla, igualmente se habla de que los primos, el senador Alejandro Armenta y el diputado Ignacio Mier, tengan que ser sacrificados ante la postulación de Olivia Salomón.

Y qué decir de Yucatán, donde Huacho Díaz Mena y el recién convertido senador Jorge Carlos Ramírez Marín podrían quedarse una vez con el deseo pendiente, si es que termina siendo beneficiada la senadora Verónica Camino, aun cuando no sea la más competitiva, en una entidad donde el PAN lleva mano con el alcalde Renán Barrera.

Sí, hay problemas en el paraíso morenista donde la obediencia ciega parece agotarse.

Por eso el viernes la dirigencia de Mario Delgado postergó para el 10 de noviembre el anuncio de los resultados de las encuestas que originalmente serían este lunes.

Y por eso se habla del probable regreso de Ricardo Monreal al Senado, a fin de contener un futura sangría de aspirantes bateados y para operar el resto de un sexenio en el que, al parecer, aprender a hacer política resulta urgente.

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