Por. Saraí Aguilar
Para Marx Arriaga, el acceso a una vida libre de violencias y el ejercicio de nuestros derechos como mujeres constituyen algo que no debemos considerar de facto. Para ser merecedoras hay que leer y entender que no podemos sentarnos a esperar que nos los concedan como “regalo”.
“Mujeres, si en verdad buscan emanciparse de sus opresores, modificar este sistema machista que las rodea, no esperen que su libertad llegue como un regalo. Por favor, lean aquellos libros, ahí están descritos caminos para su revolución. Nuestro presidente no las engaña. ¿Quieren cambiar este sistema machista Necesitan dos cosas. Uno, cultura, lo cual les dará identidad. Y dos, educación, para desarrollar un pensamiento crítico. ¿Quieren ambas? Asistan a la biblioteca pública”, dice el discurso que ha hecho tristemente célebre al funcionario de la Cuarta Transformación.
Marx Arriaga, hoy director general de Materiales Educativos de la SEP, declaró lo anterior el 21 de febrero de 2020, cuando era director de Apoyo Bibliotecológico de la Dirección General de Bibliotecas de la Secretaría de Cultura, en un acto de la Estrategia Nacional de Lectura al que, por cierto, asistió la esposa del presidente Andrés Manuel López Obrador, Beatriz Gutiérrez Müller, quien abrazó a Arriaga con una sonrisa justo después de pronunciar aquellas palabras.
Esa declaración manifestó de cuerpo completo el machismo de Arriaga. Y su ignorancia, la cual le gusta disfrazar tras discursos burocráticos y loas al presidente. Así que si de recomendaciones de lectura se trata, él mismo debería comenzar por hacer un recorrido histórico de la lucha de las mujeres a lo largo de la historia por nuestros derechos, los cuales jamás hemos recibido como “regalo”, sino que, a pesar de ser inherentes a nuestra condición humana, ha sido a través de la lucha que hemos ido avanzando.
En 1791, la literata francesa Olympe de Gouges escribió la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana al considerar que la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano proclamada por la Revolución Francesa no amparaba a la mitad de la humanidad, es decir, a las mujeres.
El primero de los diecisiete artículos que componen su declaración afirma lo siguiente: la mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos. Las distinciones sociales sólo pueden estar fundadas en la utilidad común.
Asimismo, en 1792, Mary Wollstoncraft publicó el libro Reivindicación de los derechos de la mujer, uno de los manifiestos feministas más radicales de la historia, inspirado sobre la base de cambiar la idea de que la mujer no sólo existe para el placer del hombre, y que proponía que la mujer recibiera el mismo tratamiento que aquél en educación, derechos políticos, en el trabajo y que fuera juzgada por los mismos patrones morales.
En 1840, Flora Tristán, precursora del feminismo socialista, la que se adelanta incluso al Manifiesto Comunista, publica su obra Unión Obrera en dos oportunidades. Buscaba que su obra se convirtiera en un manifiesto, un programa para la unidad de la clase obrera para luchar por sus derechos.
Como precursoras de este pensamiento en la historia de México aparecen Carmen Serdán, en claro apoyo a la campaña anti-reeleccionista de Francisco I. Madero; la asociación femenil Hijas de Cuauhtémoc (1911); Hermilia Galindo, quien solicita al Congreso Constituyente de 1917 el reconocimiento a los derechos políticos de las mujeres y otras más activas durante los primeros años post-independientes.
Desde entonces. la lucha en México ha sido un elemento diario en la vida de miles de mujeres. Porque luchamos, como dijo Rosa Luxemburgo, por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres.
No estamos sentadas, esperando regalos. Estamos dando la batalla por tener derecho a estar vivas, a no formar parte de las estadísticas de desaparecidas, de víctimas de violencia sexual, por disminuir la brecha salarial. Tal vez algunas compañeras no puedan dedicar tiempo a leer o ir a “bibliotecas públicas” como sugiere, puesto que la realidad en nuestro país es que las labores domésticas y cuidado de personas en el hogar está asignado en su totalidad a las mujeres. En otros casos, algunas no pueden abandonar el hogar sin permiso de las parejas o algunas más viven en la periferia y transportarse implica un gasto que no se contempla en la economía de ellas. Porque, si Marx Arriaga leyera un poco, sabría que la pobreza en México tiene cara de mujer.
Aquella frase machista y claramente mansplaining revivió por la polémica recientemente abierta por Arriaga en su nuevo encargo, desde el que convocó a artistas visuales al rediseño de los libros de texto gratuito sin ofrecer remuneración económica, sino el simple reconocimiento.
Como, a diferencia de lo que pregona, al funcionario sí le gusta que le regalen las cosas (en este caso el trabajo de los ilustradores), va un consejo de gratis: documéntese un poco antes de hablar. Evite que lo traicione la ignorancia.