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«ReVOTANDO Ideas» Nueva división territorial de la Ciudad de México: un modelo más cercano a la ciudadanía

 

El informe realizado en 2016 por el Instituto Electoral de la Ciudad de México sobre el estado que guarda la cultura cívica, política, democrática y de legalidad en la Ciudad de México, indica que prevalece un alto grado de desafección con la democracia, incapacidad para atender satisfactoriamente los principales problemas como son la corrupción, la inseguridad, el incremento de la violencia de género, descontento con los servicios públicos y pérdida de confianza ciudadana, entre otros.

Esta desafección está asociada a diversas causas entre las que se encuentra la perdida de identidad colectiva, la ruptura en la cohesión social, la ineficacia de remedios gubernamentales para generar bienestar social y económico, entre otras causas. Pero esa insatisfacción también está asociada al desequilibrio poblacional derivado del crecimiento demográfico en nuestra ciudad.

De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la desigualdad es una de las problemáticas más importantes en las ciudades, amenaza el crecimiento y bienestar económico repercutiendo en el bienestar de la ciudadanía, en el cuidado ambiental, fomentando la informalidad, y las inequidades socioespaciales, entre otros fenómenos. 

Externalidades negativas asociadas a una débil planificación urbana, empiezan a imponer un costo cada vez más importante a las transacciones urbanas (baja productividad, informalidad, falta de inversión en infraestructura y conocimiento) limitando los beneficios que las ciudades ofrecen para el desarrollo económico.

En la Ciudad de México existen diversas distorsiones de equilibrio poblacional que comienzan a problematizar no sólo la calidad de los servicios, la capacidad de reacción de las autoridades administrativas, las oportunidades laborales y escolares próximas al lugar de vivienda; sino que también comienzan a mermar los tiempos de traslado de sus habitantes, la posibilidad de reconstruir el tejido social en una comunidad y, por consiguiente, la calidad de vida de la ciudadanía; eso sin mencionar la pérdida de identidad entre la ciudadanía de una misma demarcación territorial.

Por citar un ejemplo, cuánta identidad en tradiciones, costumbres y forma de vida existe entre las personas que habitan el poniente de Iztapalapa que colinda con Coyoacán, frente a las personas que habitan en el oriente de Iztapalapa que colindan con Valle de Chalco Solidaridad. Iztapalapa, una demarcación territorial con 124 kilómetros cuadrados de extensión territorial, ambos extremos, oriente y poniente, están separados por más de 27 kilómetros de distancia, pareciera poco pero entre ambos podríamos describir un mosaico de identidades y costumbres.

Por otra parte, existen demarcaciones territoriales con una amplia extensión territorial pero con poca población, tal es es el caso de Milpa Alta que tiene una extensión territorial cercana a los 270 kilómetros cuadrados con una concentración de 486 viviendas por kilómetro cuadrado, en oposición de  Iztacalco donde con una extensión territorial de 21.8 kilómetros cuadrados tiene una concentración de 17,630 viviendas por kilómetro cuadrado. 

Altas concentraciones  poblacionales por metro cuadrado impiden la posibilidad de tener espacios públicos abiertos propicios para la reconstrucción del tejido social, incluso esos niveles de saturación pueden provocar externalidades negativas que generan costos altísimos a las transacciones urbanas que forman una involución al crecimiento mismo a la calidad de vida, a la sustentabilidad de los espacios públicos y privados, mermando las ganancias o rendimientos económicos, en servicios, en espacios públicos abiertos y áreas recreativas que podría representar el vivir en una gran urbe.

De acuerdo con la CEPAL, hace dos décadas se reconocían tres categorías de asentamientos urbanos: metrópolis (más de 4 millones de habitantes); ciudades grandes (entre 1 a 4 millones) y ciudades intermedias (50 mil a un millón).

Sin embargo, el Banco de Desarrollo de América Latina y ONU Hábitat, establecieron en 2014 las siguientes categorías: mega ciudades, ciudades muy grandes, ciudades grandes, ciudades intermedias y ciudades pequeñas, como se muestra a continuación: 

Las mega ciudades, o ciudades de más de 10 millones de habitantes de América Latina y el Caribe, son el foco del desarrollo de la región pues observaron rendimientos crecientes a escala relacionados a la diversificación de la actividad urbana, a la concentración de bienes públicos, del capital fijo y de capital humano, a la alta densidad de contactos, las condiciones para la innovación y a la reducción de costos de transacción. 

Sin embargo, diversos estudios alertan que aquellos núcleos urbanos con una concentración poblacional media como lo representan las denominadas ciudades medias, en las que existe una concentración de entre 500 mil y un millón de personas, muestran un dinamismo superior en la calidad de vida de sus habitantes, pues tienden a generar mayor desarrollo económico y de servicios que además genera condiciones propicias para la reversión de la polarización o de una estructuración “más equilibrada” del sistema urbano.

En el caso de nuestro país, la CEPAL señala que la Ciudad de México supera la desigualdad a escala nacional con valor de 0.49, situándose como la quinta capital más desigual de América Latina, ya que México tiene un valor de desigualdad de 0.48.

De acuerdo al Censo de Población y Vivienda 2010, la Ciudad de México cuenta con una población de 8,851,080 habitantes distribuida en 2,388,534 viviendas, tiene una densidad promedio de población por kilómetro cuadrado de 5,912 habitantes.

De acuerdo a las cifras de 2010, la mayor densidad de población está ubicada en la zona centro-norte de la CDMX. Hay una relación inversa entre extensión territorial y monto de población. Iztacalco con 22 kilómetros cuadrados de extensión tiene una población de 384 mil habitantes, en contraste con Milpa Alta con 268 kilómetros cuadrados y una población de 130 mil habitantes.

En términos absolutos, Iztapalapa es la que concentra el mayor número, con 1’815,786; seguida de Gustavo A. Madero con 1,185,772 y más atrás Álvaro Obregón con 727,034. 

Existen diferentes dinámicas de la relación entre el tamaño de la ciudad y la desigualdad. La concentración de actividades y empleo de alto nivel de calificación y especialización en grandes ciudades y megaciudades, generan que el empleo se delimite a segmentos específicos de la población con ingresos muy superiores al promedio, contribuyendo a la desigualdad. 

Asimismo, la CEPAL establece en su estudio “Panorama multidimensional del desarrollo urbano en América Latina y el Caribe” que la región presenta varias problemáticas comunes en materia de suelo urbano, incluyendo un historial de alta informalidad, mala planificación, altos precios, especulación y retención excesiva al suelo como reserva de plusvalía, segregación interurbana y delincuencia relacionada a temas de gestión de suelo urbano.

En este sentido, cobra especial importancia que se desarrollen adecuadas políticas públicas urbanas con un enfoque territorial, que permitan abordar en su conjunto los desequilibrios económicos, sociales, ambientales y comunitarios de los distintos pueblos, barrios originarios y comunidades indígenas residentes.

La actual división territorial de la Ciudad de México se asocia a problemas enfocados a la prestación de servicios, la gestión gubernamental y la interlocución entre autoridad y ciudadanía. 

Con la actual conformación de las 16 demarcaciones territoriales, existe un déficit en la eficacia de la prestación de servicios y en la construcción de redes de gobernanza, principalmente en aquellas demarcaciones con altos niveles poblacionales. También, existen marcadas disparidades socioeconómicas y culturales entre las diversas demarcaciones territoriles y al interior de las mismas, así como lazos comunitarios por consolidar entre colonos y habitantes de pueblos y barrios originarios.

Crear más demarcaciones a partir de la división de alcaldías más pobladas, tiene como propósito principal, lograr mayor eficacia en el ejercicio de gobierno, de ahí que resulte fundamental proponer nuevas distribuciones para que cada demarcación no exceda un millón de habitantes acorde al parámetro internacional establecido.

Una nueva configuración territorial buscaría dinamizar el desempeño institucional para impactar positivamente en el desarrollo urbano, en otras palabras, establecer un balance poblacional en cada demarcación y el tamaño óptimo que permita hacer una administración eficiente y efectiva.

Aunado a lo anterior, la reconfiguración de las demarcaciones territoriales a partir de la media poblacional con identidad homogénea, tiempos de traslado favorables entre la misma demarcación, entre otras condiciones, generaría la disrupción de la polarización social, pues propiciaría la generación de identidades regionales reforzadas dentro de una misma demarcación territorial lo cual permitiría la reconstrucción del tejido social con mayor facilidad.

 

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