«CAJÓN DE FICCIONES» Ai Weiwei, un disidente y artista referencial del siglo XXI - Mujer es Más -

«CAJÓN DE FICCIONES» Ai Weiwei, un disidente y artista referencial del siglo XXI

 

  • La libertad de expresión implica que el mundo no esté definido.

Ai Weiwei

En 2016 se le veía recorrer las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México, particularmente el Barrio Bravo de Tepito y La Lagunilla. Visitas que registraba en su cuenta de Instagram, que se ha convertido en una suerte de diario visual. Estas citas inesperadas no hacían más que acrecentar la expectativa de lo que sería su próxima obra: artística, escrita, documental o performática. El quehacer de Ai Weiwei (Beijing, 1957) a menudo cimbra la opinión a nivel internacional.

Hoy el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) de la UNAM presenta una exposición monumental de este artista y activista chino de gran visibilidad en la escena global actual. La muestra titulada Ai Weiwei. Restablecer memorias, explora los traumas de las experiencias de China y México en un relato que busca construir la memoria social.

Foto: Barry Domínguez

Ai es reconocido por su incansable activismo a favor de los derechos humanos, la inmigración, la libertad de expresión y su relación con la globalización. Sus instalaciones artísticas y su multifacético trabajo (arquitecto, escritor, documentalista y pionero en el uso de las redes sociales a través de su cuenta en twitter @aiww) de una poderosa crítica social al statu quo, han provocado que sea censurado y perseguido, y que haya sufrido cautiverio, tortura y exilio.

Pero ¿qué detonó esta muestra? Durante su visita a nuestro país hace tres años visitó el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez A.C. (Centro Prodh) y conoció a los familiares de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa. Aquel diálogo lo impulsó a crear dos piezas fundamentales de la exposición: Retratos de Lego Caso Ayotzinapa; un nuevo proyecto acerca del trauma de la pérdida del futuro caracterizado por la violencia hacia los jóvenes, y el documental To Be (Ser), que más que un trabajo sobre los eventos que llevaron a la desaparición o el asesinato de los estudiantes en septiembre de 2014, en Iguala, Guerrero, nos acerca a las voces y la vida de quienes se han quedado a sufrir su ausencia y a descubrir qué hay detrás de la “verdad histórica” del Estado, que supone muerte, tortura y desaparición.

Foto. MUAC

Lego Caso Ayotzinapa es un monumento visual compuesto por una serie de retratos de los 43 estudiantes desaparecidos y tres asesinados, fabricado con 1 millón de piezas de LEGO. En su elaboración participaron 150 estudiantes de la UNAM. A pesar de su carácter lúdico y aparentemente fácil de producir, las obras en LEGO de Ai Weiwei simulan imágenes de prensa coloridas de identificación de baja calidad, igualando la representación que vence en cierto grado la pobreza de la imagen de los luchadores sociales. Esta obra tiene como antecedente la serie Trace (2014), en la que Ai al visitar la exprisión de la Isla de Alcatraz (San Francisco en California, Estados Unidos) notó que los registros fotográficos de los presos políticos y activistas siempre eran de mala calidad y borrosos, porque los representó a través de estos legos.

Un  templo que restituye la memoria

Ai Weiwei retoma una obra que tiene una dimensión significativa, no sólo por el tamaño físico de la pieza, sino por el lugar que ocupa en sus intervenciones como artista y activista en China: el Salón ancestral de la familia Wang (2015), que a decir de Cuauhtémoc Medina, curador de la exposición, es su mayor ready-made, con significado político y la obra más significativa en relación con sus intervenciones sobre artefactos históricos.

El templo, que se presenta por primera vez en Latinoamérica, ocupa la sala 9 del MUAC, en una superficie de 650 m² y 12 metros de altura. La estructura monumental consta de 1,300 piezas y un peso aproximado de 50 toneladas. Para ensamblarlo, necesitó la colaboración especial de maestros carpinteros traídos de provincias chinas. Dicho  santuario familiar del clan Wang, proveniente de la dinastía Ming, cuya antigüedad data de entre 400 y 500 años, vio el ocaso de su historia gracias a  la Revolución Comunista China, la reforma agraria de 1950 y la ofensiva maoísta que estuvieron a punto de reducirlo a material de decoración.

Foto. MUAC

Sin embargo, en 2014, Ai Weiwei adquirió la estructura entera, muestra colorida y cuyas partes restauradas con tallas de madera y la exhibió en Bejing, en un trabajo que aludía tanto al destino de la cultura del país bajo el régimen comunista, como también al estado de libertad restringida en que todavía vivía y trabajaba el artista en esa ciudad. Luego de su cautiverio a manos del Estado chino, en 2011. Más de 80 días estuvo prisionero de ahí que conozca el trauma de la tortura, el aislamiento y la desaparición que tanto le critica a su país y a los regímenes antidemocráticos. En 2015, pudo salir y se exilió en Berlín donde actualmente reside.

Su cautiverio y posterior exilio se debe a que, en 2008, Ai Weiwei evidenció el número de muertos en el terremoto de Sichuan que el gobierno chino intentaba ocultar. Más  5 mil estudiantes fallecidos bajo los escombros de edificios, en su mayoría gubernamentales. Sus nombres se incluyeron en una instalación que inauguró la plataforma de arte y tecnología The Space, del museo Tate Modern de Londres ese año.

Más que un artista transgresor o maestro del selfie, Ai Weiwei es reconocido por la forma provocativa de intervenir objetos de fuerte significado histórico y catalogados como patrimonio cultural. Por ejemplo, en 1994, pintó el logo de Coca-Cola en una urna de la dinastía Han Occidental (206 a.C–24 d.C), como un gesto post-warholiano. O cuando, en 1995, Ai dejó caer una urna de la dinastía Han al suelo, la cual estalla en cientos de pedazos.

 

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