Semana difícil, muy difícil por decir lo menos, lo digo yo y lo dice también el peso, la bolsa, el clima, la báscula y el estado del aire.
Ayer miércoles los mexicanos fuimos sorprendidos con una noticia inesperada y catastrófica: no había redes sociales, al menos las más usadas por la mayoría de la gente. No servía Facebook, Instagram y WhatsApp trabajaba muy lento y a contentillo, afortunadamente, porque si no, no me quiero imaginar el estado de pánico en el que hubiésemos caído todos.
Inmediatamente empezaron a circular distintas noticias sobre conspiraciones políticas y rayos no sé qué del sol que con la posición de la tierra fueron los responsables de que el sistema se “Chispara” -término muy socorrido en México para describir cuando algo súbitamente y sin razón aparente deja de funcionar-.
Solo faltó, en serio, que alguien dijera que esto fue culpa de la 4T y que ahora si ya estamos como Venezuela, afortunadamente no hubo redes para que los usuarios pudiéramos expresarnos y compartir nuestras ideas y psicosis.
Un día sin redes, sin memes, sin chismes, indirectas, sin enterarnos qué comieron los demás y sin compartir cualquier tipo de contenido, y lo mejor, sin versiones sobre lo que estaba sucediendo.
Los mexicanos poco a poco, supongo, al menos en mi caso y en el de los habitantes de este hogar fuimos recobrando la calma, como dicen las abuelitas, hay cosas que vuelven a funcionar si las desconectamos un rato, como las emociones y los recuerdos confusos, preferente esperar que dar dos paradas o meterles mano.
Recurrimos a otros medios de información, mucho más fidedignos y sustentables como la radio, los noticieros televisivos y los portales oficiales de Internet, retomamos pláticas y lecturas hace mucho tiempo olvidadas y supimos muchos por primera vez en sus vidas como es un mundo sin exposición virtual.
Independientemente de las razones que hayan provocado la caída de las redes sociales y las consecuencias que esto vaya a tener sobre la economía de la empresa capitaneada por Mark Zuckerberg, el ejercicio nos sirva tal vez para recordar una vida sin inmediatez, con tiempos de espera y ritmos naturales, una vida más de introspección y de aquí y ahora, algo que creo tenemos muy olvidado si no es que ni siquiera conocido por las nuevas generaciones.
Un día en el que retomamos lápices, páginas de papel y conversaciones reales, en vivo y en persona, es decir, de frente y no a través de dispositivos electrónicos.
No estuvo mal la desintoxicación, afortunadamente no fue culpa del gobierno y así no habrá nadie marchando mañana reclamando también por esto.
No tengo nada en contra de las redes sociales, por el contrario soy una usuaria asidua y por demás entusiasta, pero sin duda soy mucho más fan de la plática persona a persona y del tiempo en silencio que tanta falta nos hace últimamente en este país.