Los sucesos de esta semana que concluye estuvieron enmarcados por la publicación de la cartilla moral y la determinación de la ciudadanía de participar en la obtención de gasolina gratuita a partir de la irrupción de un ducto de Pemex en el estado de Hidalgo.
La cartilla moral, emitida y distribuida por el actual gobierno federal, rescata un escrito de Alfonso Reyes Ochoa realizado en 1944 y publicado en 1952, que tuvo la finalidad fallida en aquel entonces, de ser difundido para formar parte de una campaña de alfabetización y promover entre la ciudadanía principios éticos y morales.
El texto incluía lecciones que sugerían un código de conducta, de buen comportamiento, que de observarse al pie de la letra provocaría la existencia de personas de bien, desgraciadamente para la obra literaria, su publicación por parte de la SEP no prosperó y por tanto, la cartilla moral editada en 10 millones de ejemplares no llegó a la manos de nadie.
Ahora, a un mes de iniciado el gobierno de la Cuarta Transformación, tenemos un tiraje de 10 mil ejemplares distribuido en el centro del país, no en la Ciudad de México, conocida por sus políticas progresistas, sino en Valle de Chalco, Estado de México, uno de los lugares que la nota roja siempre lo tiene de encabezado, es tristemente un lugar de feminicidios, un territorio que siempre ha sido usado como laboratorio de programas sociales.
El final de la cartilla moral no lo sabemos aún, más allá de lo que en el texto se establece, sin duda, debemos esperar conocer cuál es la intención de su publicitación, es decir, si se vinculará con las demás acciones del gobierno federal y bajo qué contexto.
El otro acontecimiento, lamentable por el costado que se quiera observar, es el de la explosión de un ducto de Pemex en Tlahuelilpan, Hidalgo. Tras la toma clandestina de gasolina una mujer en medios nacionales se ha referido al buscar desesperadamente noticias de uno de sus familiares que, son pobres y se les hizo fácil ir por la gasolina gratis. Cuestionó que cualquiera lo haría, pues en barca abierta cualquiera peca.
En una clara referencia a un pasaje bíblico que sugiere que, quien se dice justo y bueno es capaz de pecar si tiene frente a sí la ocasión para ello. Si el arca está abierta y es visible el contenido se genera la ambición de tener aquello de lo que se carece.
Con consecuencias fatales, pecar en barca abierta parece, justo en este momento, el ejemplo perfecto para promocionar la existencia de la cartilla moral, que entre su capitulado permite observar lecciones de respeto a la propia persona, a la familia, a la sociedad y a las leyes en general, no sobrepasarse aunque exista la ocasión para ello.
Vulnerar un ducto de Pemex no solo infringe un mandato legal, predispone a la persona a un peligro inminente, lo vimos en los videos que circulan a cada momento en las redes sociales, el acceso a gasolina gratuita era una fiesta. Había algarabía entre los pobladores, parecía un día de San Juan Bautista como vivíamos antes, todos mojándonos con el agua que en el sincretismo católico permitía limpiar nuestros pecados.
El pecado fue la penitencia en Hidalgo.
No sé si una cartilla moral permita evitar crímenes, no apuesto a ello. Podría resultar un texto orientador, más no un código de comportamiento. Las decisiones siempre estarán en nuestro fuero más interno.
Esta semana se mezclaron extrañamente dos momentos, para algunos creyentes podrían tener algún significado que concluye con el bien y mal; para los más polarizados inclusive se calificaría como castigo divino. Sin lugar a dudas la tragedia vivida tiene varias aristas: falta de reflexión, irresponsabilidad, corrupción y una profunda pobreza.
Una cartilla moral permitirá a quien la lea, dejarle un conocimiento quizá una reflexión respecto de sus actos, pero es imposible que modifique un paradigma, una creencia.
Una barca abierta, no siempre es la oportunidad de pecar, a veces es la ocasión para perder lo más preciado: la vida.
Con profundo respeto, en paz descansen nuestros paisanos hidalguenses.