De acuerdo con las tendencias gastronómicas, todo indica que este año experimentaremos un “revival” de los alimentos naturales, es decir, consumiremos más “comida verdadera”, poniendo atención al origen y producción de los alimentos.
En el turismo culinario, por ejemplo, la moda son las experiencias “farm to table” (de la granja a la mesa), lo que implica recolectar los alimentos de la huerta y prepararlos de inmediato para su fresca degustación. Se trata de apostar por el comercio justo y sostenible.
Pero no sólo contarán el origen y la producción de los alimentos, sino también su preparación y contenido nutricional.
El Ministerio de Agricultura español, por ejemplo, recién ha puesto en marcha un plan para modificar las normas cualitativas de varios alimentos con el objetivo de reforzar su control sanitario y calidad. Lo primero a ser regulado es el “oro líquido” de España, o sea, el aceite de oliva. La idea es que los consumidores conozcan todo el proceso de su elaboración.
También los panificadores tendrán que etiquetar sus productos indicando definiciones como “masa madre”, “integral”, “artesano”, “de pueblo” e incluso señalar cuando un pan lleve más de un día en la estantería.
En el mismo sentido de volver a lo natural, la ola vegana no sólo continuará, también dará el salto definitivo al fast food, incluyendo servicios de tupper catering a través del uso de envases biodegradables o ecológicos, la otra tendencia culinaria que muchos querríamos emular aunque, de este lado del mundo, adoptarla es como prepararse “un caldo más caro que las albóndigas”.
Justo esta semana, la revista médica The Lancet, publicó un informe que da a conocer “La dieta de salud planetaria”, desarrollada por un equipo internacional de científicos y a través de la cual los seres humanos “podemos mejorar la salud y garantizar la producción sostenible de alimentos para reducir el daño al planeta”.
El informe advierte sobre la urgente necesidad de un cambio global en la dieta y producción de alimentos, debido a que más de 3 mil millones de personas en el mundo están desnutridas y la producción de alimentos sobrepasa ya los objetivos ambientales.
En ese sentido, los científicos proponen un plan de alimentación (de referencia global) con una dieta diaria que incluya granos enteros, vegetales con almidón, frutas, lácteos, proteínas y grasas con una ingesta diaria y total no mayor a las 2500 calorías. Concretamente, se trata de reducir 50 por ciento el consumo de carnes rojas y azúcar y aumentar el de verduras, frutas y nueces.
Un anhelo difícil de lograr, no sólo por las diferencias regionales y medioambientales, sino por las implicaciones económicas y políticas en materia de agricultura, ganadería, pesca, etcétera. No obstante, de acuerdo con los expertos, la adopción de la dieta planetaria sería un “ganar-ganar”, al evitarse la muerte de 11 millones de personas por causas de desnutrición y malos hábitos alimenticios y, al mismo tiempo, el colapso del mundo natural del que depende la humanidad.
Quienes vivimos en países en desarrollo leemos ese tipo de recomendaciones con escepticismo y hasta cierta sorna, porque “alimentarse bien” para nosotros resulta costoso; volverse vegano, flexivegano, orgánico y demás, es francamente un lujo que muy pocos pueden pagar.
Pero, dejando a un lado mi lado cínico, creo que nada perdemos si, por lo menos, adoptamos eso de bajarle a la carne y al azúcar, y traemos del mercado más verduras y frutas.
De hecho, algunos vegetales experimentan un boom a nivel mundial, y no sólo en el ámbito de la comida saludable.
La coliflor fue uno de los alimentos estrella de 2018, por lo que en la red circularon infinidad de recetas para preparar “rissotos”, parilladas y ensaladas a base de esa verdura.
Chefs y productores señalan que 2019 será el año de los garbanzos, los chícharos, la avena, el amaranto, la chía, el chile y el jengibre. Seguirán también en primera fila el aguacate y el aceite de oliva.
Qué afortunados somos los mexicanos de contar en nuestra tierra con todos esos ingredientes y aún más.
No cabe duda que es la hora de volver a los platos de antes, ésos que las mamás preparaban regresando del tianguis, como nuestro consomé de pollo con verduras y garbanzos, servido con una generosa rebanada de aguacate y aros de chile serrano. Será el plato favorito de mi dieta planetaria.