La demócrata Nancy Pelosi es la única mujer que ha alcanzado el tercer puesto electivo más importante de Estados Unidos. La semana pasada fue elegida como presidenta de la Cámara de Representantes para la sesión 116 del Congreso que acaba de dar inicio. Pelosi ya ocupó ese mismo cargo entre 2007 y 2011. Esta vez obtuvo 220 votos, frente a 192 del líder de la minoría republicana, Kevin McCarthy.
“Estoy particularmente orgullosa de ser la Presidenta de la Cámara de Representantes de este Congreso, que marca los 100 años de que las mujeres ganaron el derecho al voto, y que servimos con más de 100 mujeres en la Cámara de Representantes, el número más alto en la historia”, indicó Pelosi en su primer mensaje.
La nueva presidenta ha representado durante 31 años a San Francisco, el distrito 12 de California, en el Congreso y ha liderado a los demócratas en la Cámara de Representantes durante más de 16 años.
Pero, en esta ocasión, existe un elemento más que diferencia este periodo. Y es que este nuevo Congreso marca un récord en el número de mujeres y de representantes provenientes de minorías: una es la más joven; otra la primera afroestadunidense y otra más la primera indígena en sentarse en el Congreso.
Es este escenario el que mejor representa la actual lucha del feminismo en este 2019. En 2018 el feminismo se visibilizó y plantó en la arena pública con las secuelas de movimientos como #MeToo, marchas, pronunciamientos, etc. Un año en el que se han visto movilizaciones masivas de mujeres contra misóginos como Bolsonaro y Trump.
Para la politóloga y directora de opinión del diario El País, Máriam Martínez Bascuñán, el feminismo de 2018 y con el que arrancamos 2019 se caracteriza porque el movimiento feminista mira directamente al poder.
Las cifras validan lo anterior. Casi todos los países del mundo han registrado un incremento en el número de mujeres parlamentarias desde 1997, cuando la Unión Interparlamentaria (IPU, por sus siglas en inglés) empezó a llevar registro.
Hace dos décadas, sólo Suecia, Noruega, Finlandia, Dinamarca y Holanda tenían más de 30 por ciento de mujeres parlamentarias, con Suecia encabezando la lista (40.4 por ciento).
Veintiún años más tarde, hay más diversidad en los primeros puestos de la lista: los países nórdicos fueron superados por Ruanda y varios países sudamericanos y centroamericanos.
Bolivia, Granada, México, Nicaragua, Costa Rica y Cuba también están dentro de los primeros diez, todos con más de un 40 por ciento de parlamentarias mujeres.
Para Zeina Hilal, encargada del programa sobre género de la Inter-Parliamentary Union (IPU), “no es una solución mágica, pero descubrimos que cuando hay más mujeres en el Parlamento, hay temas que encuentran un sitio en la agenda política y que no estarían allí sin la presencia de las mujeres”.
De esta manera, 2019 promete. Podemos hacer mucho si logramos vencer sectarismos y entender la pluralidad de agendas en el movimiento feminista.
Pero hay que estar siempre alertas de que el empoderamiento se convierta en un arma eficaz para luchar contra la opresión y la desigualdad, y no se caiga en la tentación de hegemonizar un solo modelo de mujer emancipada.
Al fondo del arcón
En un video que se ha viralizado, la ministra de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos de Brasil, Damares Alves, aparece declarando que desde el primer momento del nuevo gobierno encabezado por el derechista Jair Bolsonaro, “los niños visten de azul y las niñas de rosa”. Más allá de las críticas que desató, la frase revela qué tan profundos están arraigados los prejuicios a los simbolismos. En cuanto a evolución del pensamiento, el año no empieza pintando de buen color.