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«PUEBLO DEL SOL»: Águila que cae

 

Imaginemos el momento de la elección del tlatoani Cuauhtémoc (su nombre significa águila que cae): los españoles han sido expulsados de la Ciudad de México-Tenochtitlan y Cuitláhuac ha muerto. Entre los mexicas existe la preocupación por defenderse de la alianza que los extraños tejen con muchos de sus enemigos. ¿Habría en ese momento un sentimiento generalizado de valentía, de optimismo en el futuro, de ganas un cambio? Imagino que sí: el defenestrado Moctezuma había abollado la estima de los mexicas con la actitud de sumisión a los españoles y el régimen de intereses de la anterior clase dirigente se había desplomado generando un sentimiento fatalista entre ellos. Aunque quizás entre los adeptos al nuevo tlatoani cundía la esperanza de una renovación total con su gobierno que devolviera la grandeza al azteca.

Pero las cosas no fueron saliendo bien para ellos: los enemigos impusieron un sitio a la ciudad en medio del lago y a pesar de la defensa de los ejércitos mexicas la ciudad poco a poco fue sucumbiendo al enemigo. Los gobernadores de las provincias aliadas fueron faltando al deber de socorrer al gobierno central en su lucha contra el enemigo.

Traigo a colación este hecho histórico en estos momentos de transición, en donde cunden los sentimientos encontrados entre los que anhelan que el nuevo gobierno transforme las cosas y los pesimistas que lo consideran imposible y les preocupa que el nuevo gobierno ponga en riesgo con sus políticas y decisiones la estabilidad macroeconómica que parece ser el único sostén del país en los últimos años, en que se han deteriorado la seguridad y el bienestar de la población en general.

¿Podremos salir de la trampa del fatalismo? ¿Encontrará el deseo colectivo de cambio los cauces para desplegarse?

Por el lado del fatalismo están los votantes que no lo hicieron por López Obrador. Quienes critican las ideas del Presidente electo y señalan con cierta satisfacción malsana las pifias, errores y reacciones adversas que el nuevo gobierno en transición va cometiendo en el camino a la toma de posesión. Prevalece entre las líneas de la crítica la idea de “ya vieron éstos chairos que no eran enchiladas”.

Por el lado de los que sí votaron por AMLO comienza a cundir cierta desazón, pues la realidad comienza a hacer mella en la viabilidad de las promesas de campaña.

Y me pregunto: ¿Aún sin cumplir esas promesas estamos en la antesala de una Cuarta Transformación? ¿Cómo se cambiará de paradigma?

Hace 18 años el electorado votó por la transición. A lo largo de los últimos tres sexenios -incluido el que está por terminar- hemos llegado a un estado en que pareciera que no se cumplieron las expectativas de cambio y por eso el contundente triunfo de López Obrador en estas elecciones, pues hay una parte importante de la sociedad que reclama un nuevo orden de cosas. ¿Se detendrá esa voluntad ante la posible incapacidad de la nueva administración por cumplir sus promesas de campaña? Si se confirma Texcoco como sede del nuevo aeropuerto, si no bajan las gasolinas y no se construyen las refinerías, si las becas a los jóvenes no tienen el éxito esperado ¿habrá fracasado la voluntad de cambio? Y nosotros ¿Nos quedaremos pasmados e inmóviles? ¿Los derrotados de ahora retomarán el poder para demostrar como ellos sí pueden lograrlo, solo que no les tuvimos paciencia en estas elecciones a pesar de sus malos resultados de gobiernos?

Por otra parte, resulta muy frustrante saber que la iniciativa por el cambio no puede depender de los esfuerzos individuales que cada uno realicemos. El Estado existe para proyectar los acuerdos colectivos a los que queremos llegar. Y dependemos del impulso y la capacidad de la nueva administración para ello. Me surgen dos preguntas: ¿Las cosas estaban bien y la administración peñista la regó, así que será simple enderzar el barco? ¿O el modelo de los últimos años se agotó y estamos al umbral de una realidad política y económica completamente inéditas?

Iremos encontrando las respuestas en el camino. Lo que no podemos permitirnos es sucumbir al pesimismo del águila que cae.

 

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