Por BÁRBARA LEJTIK
Llega el verano y con él los finales de cursos, graduaciones, entregas de diplomas y demás rituales escolares.
Mientras persigo con mirada inquisidora a mi hijo para cerciorarme que no esté masticando chicle ni que vaya a hacer una payasada durante el discurso de la directora recuerdo con ternura los años de su infancia, en los que no había disfraz, ni escenografía, ni número musical que desmereciera con el talento de nuestros niños, todos los padres estábamos allí, las mamás estrenábamos blusa, los papás con cara de mascota recién comprada, extendiendo la cámara para lograr la mejor foto, aguantando la respiración durante la participación de la criatura en el escenario, aguantando las lágrimas durante el discurso y atesorando sus diplomas de “Palitos 1”, ahora nos damos por bien servidos con que él Adolescente en cuestión llegue peinado y con los zapatos limpios y camine con el mínimo garbo posible mientras pasa al templete. Los maestros les hablan sobre la etapa que acaban de concluir y yo me pregunto si estos individuos que deambulan por el mundo cada día sobreviviendo a su trepidante pubertad entenderán lo que quiere decir el término “Etapa”, conscientes de que pertenecen a un mundo al que no corresponden, inquilinos de un cuerpo que los desconoce todos los días y que no son entendidos más que por sus colegas de sufrimiento no se dan cuenta que esa es precisamente la etapa que están viviendo, la etapa a la que cuando hayan crecido y puedan apreciar a la distancia siempre querrán volver para sentirse vivos, en casa, seguros, la etapa en la que los amigos son como hermanos, y la lealtad la única forma de vida, la etapa en la que nada tiene certeza, ni su estatura ni su tono de voz, ni su destino, en la que solo saben una sola cosa: Son amigos, son hermandad y eso es lo único que importa.
Etapas, escalones, ciclos, cómo les queramos decir, tu título de secundaria nunca será tan importante como La foto con los amigos.
Llega el momento del aplauso final y el lanzamiento de los birretes, mi alma descansa y empiezo a verlo con ternura otra vez, se revive en mi el sentimiento de sus primeros festivales pero también el temor de lo que viene, ellos crecen, cumplen etapas, pero también sus papás lo hacemos junto con ellos, también sufrimos, con sus angustias y gozamos con sus éxitos, también pisamos terrenos inciertos y avanzamos un peldaño a la vez.
Ya no van disfrazados de animalitos ni de bailarines, ahora tratan de parecer personas lo más normales posibles y en ocasiones algunos solo llegan a aproximarse a personajes de ciencia ficción, pero en la intención está la recompensa y el orgullo es doble, la hazaña es verdaderamente épica y de regreso a casa cada quien reconocerá que esta etapa es única e inolvidable.
Tal vez sea el momento de reconocer y honrar la valentía que tuvieron nuestros papás al presentarse en nuestras ceremonias, y congratularnos a nosotros mismos por haber logrado en su momento no ser los primeros lugares ni estar en el cuadro de honor pero si ser los amigos incondicionales que no entendían de etapas, ni de retos, solo de lealtad y honestidad.
Me siguen en Twitter @barlejtik