Las implicaciones de que la única mujer que competía por el cargo de la Presidencia de México decidió declinar a esa postulación por la vía de candidatura independiente o sin partido, han circulado en medios de comunicación y redes sociales, desde el día que sonó la alerta sísmica, como si eso fuera el anuncio de algo que algunos como yo, pensábamos no solo que sucedería, sino que debía ocurrir.
Estaba anunciado, casi por boca de la propia aspirante. Desde el previo a la obtención del registro, su designación estaba plagada de señalamientos, particularmente por cómo llegaron algunos de los apoyos ciudadanos; después del registro de la candidatura, el asunto de ella fue el dinero: el monto por financiamiento público bajísimo a que acceden el tipo de candidaturas como la que ella representaba, así como el reducido número de spots en radio y televisión a que tenía derecho.
Por otro lado y un tema que rechazo de forma contundente, fue la violencia a que estuvo sujeta por la cuestión de su marido. En las entrevistas, en el primer debate, en foros y programas de televisión le preguntaban, la increpaban y la ofendían por lo relativo a ese sexenio. Aunque vivió con él durante su gobierno ella no tomó las decisiones, no fue justo ese trato, las mujeres no pueden responder por los actos de un tercero, aunque sea su esposo, a menos de que ellas sean corresponsables del acto.
Sin embargo, considero que desde la posición de exprimera dama, no debía postularse al cargo que aspiraba, aunque tiene derecho, no fue lo políticamente correcto.
Las cuestiones alrededor de dejar de ser candidata, no voy a tocarlas, pues ya lo hemos visto durante esta semana por todos los medios de comunicación y redes sociales. Mi comentario de esta semana, va en otro contexto, en el de la participación de las mujeres al cargo de Presidentas de este país.
La decisión de la única candidata en la contienda presidencial produce un efecto en algunas mujeres, que aún y cuando no se cuestionaban internamente el tema de ideologías, veían en esa propuesta la afinidad del género, lo sé de cierto, porque escuché de quien votaría por ella, solo por ser mujer.
En ella, en ese bajo porcentaje de intención del voto, que a partir del miércoles pasado ya no sabremos el número exacto de ciudadanos que lo emitirían en su favor, también estaba la esperanza de aquellos panistas que se quedaron a la deriva después de la consolidación del frente, incluso podemos sumar a los priistas decepcionados de su partido.
Pues ya no hay más, pero el análisis debe de darse en lo difícil que es construir una candidatura sin partido y en esta sociedad, más para una mujer.
Sé que no es aceptado, pero sí tenemos una carga adicional cuando decidimos emprender algo: estamos obligadas a probar si vamos a poder, si sabemos, que tenemos experiencia y lo peor, que no nos podemos equivocar. Carga que no tienen los hombres, hasta los malos chistes les son celebrados.
La ausencia de la única mujer en la contienda nos remite al recuerdo de aquellas que lo han intentado, con la diferencia que las cinco mujeres que participaron en otros procesos electorales lo hicieron desde la plataforma de un partido político, en el caso, la aventura se dio desde la candidatura sin partido, que ya de sí, resulta algo muy difícil por la carga de requisitos sin una plataforma organizativa que impulse ese esfuerzo.
En 1982 y 1988 se impostó en la boleta Rosario Ibarra de Piedra, en ambos momentos abanderada por el Partido Revolucionario de los Trabajadores, obteniendo 1.84% y 0.39% de la votación respectivamente.
En 1994, por única vez dos mujeres participaron en la contienda electoral: Cecilia Soto por el Partido del Trabajo, con un resultado de 2.75% de votos; y, Marcela Lombardo, que postulada por el Partido Popular Socialista logró un 0.47% de sufragios.
En el año de la transición, el 2000, no participó ninguna mujer. Es hasta el 2006 que Patricia Mercado, obtiene el 2.78 de la votación en su postulación por el Partido Alternativa Socialdemócrata y Campesina.
Finalmente en el 2012, Josefina Vázquez Mota, logró un 26.1% de los votos, con Acción Nacional, el partido en el gobierno, sin embargo logró el tercer lugar de la contienda.
Ahora la única mujer tiró la toalla, como se diría en el boxeo, de acuerdo a los juegos estadísticos con un 2 por ciento de la intención del voto al 17 de mayo. Evidentemente no iba a ganar.
Lo relevante de su salida son las formas, la primicia en un programa de televisión dio un claro mensaje, prácticamente al diablo las instituciones. Primero debió saberlo el INE, al que por cierto debe de justificar los gastos de campaña, así como responder en el procedimiento de los apoyos ciudadanos que se obtuvieron presuntamente de forma irregular.
En el transcurso de la historia reciente de las elecciones presidenciales, las mujeres han participado, sus nombres han estado de la boleta, algunas por las circunstancias del momento casi de forma testimonial sin que ello les demerite el esfuerzo, con las candidaturas sin partido es titánico. Tendremos que esperar seis años más para saber quién será la siguiente mujer que capte ese voto de afinidad.
Esto no se acaba hasta que se acaba.
Sandra Vivanco Morales. Twitter: @SandraVivanco13 | Facebook: Sandra Vivanco Morales | Web: https://sandravivanco.wordpress.com