El secretario de Salud, José Narro, diagnosticó la salud de la sociedad mexicana y concluyó que padece molestia generalizada, fastidio, enojo, inconformidad y rabia.
Así lo reveló ante sus homólogos iberoamericanos en Cartagena de Indias, Colombia. “El mundo está enojado y México no está fuera de ese radar”, dijo.
El exrector de la UNAM detalló: “Sí hay malestar, hay encono, hay resentimiento, hay situaciones que nos incomodan (…) sí hay un estado de ánimo de molestia, de malestar muy generalizado”.
No es la primera vez que se discuten públicamente las enfermedades que padecemos como comunidad. Fue el presidente Enrique Peña Nieto el que llevó el tema a la agenda nacional, al inaugurar el Tianguis Turístico 2016 en Guadalajara, Jalisco.
En ese entonces aseguró que el país avanzaba y se mantenía en crecimiento, pese a comentarios y señalamientos que hablaban de un “mal humor social” y de que el ánimo entre los mexicanos “está caído”.
“Sé que a veces se puede decir, leyendo algunas notas, columnas y comentarios que recojo de aquí y de allá, que no hay buen humor, el ánimo está caído, hay mal ambiente, un mal humor social”, acotó el mandatario.
Para alimentar nuestro optimismo, reiteró: “hay muchas razones y muchos argumentos para decir que México está avanzando, que México está creciendo en distintos ámbitos, en distintos espacios”.
El primer mandatario no era el único que tenía esa percepción. El 15 de abril de ese mismo año, el hoy candidato presidencial de la coalición Todos por México y entonces secretario de Desarrollo Social, José Antonio Meade, pidió dejar atrás la crítica sin fundamento.
“Vale la pena que dejemos el mal humor, (…) vale la pena que nos demos cuenta que tenemos un gran país, (…) tenemos mucha suerte, hoy, de que el presidente Peña Nieto sea el presidente de México”.
Han pasado dos años y no se ha encontrado la medicina para atacar ese mal humor social. Aunque, eso sí, se han sumado otros diagnóstico. El secretario de Defensa, el general Salvador Cienfuegos, consideró que el descontento es causado por aquellos que con engaños buscan el privilegio y el beneficio personal por encima del bien común.
Es entonces cuando “la vida en sociedad se vuelve un descontento y se torna intolerable. La experiencia nos ha demostrado que sumando voluntades, juntos luchando por un mismo ideal, comprometiéndonos todos por el bien común, no hay obstáculo insuperable para consolidar los objetivos nacionales”.
Y hay también quienes han expedido recetas. Ante este contexto de rabia, enojo y descontento social, los consejeros del INE coincidieron que el proceso del próximo 1 de julio es una magnífica oportunidad para extirpar esos sentimientos.
Ciro Murayama apuntó que ante el ambiente de crispación que vive el país es indispensable que los actores políticos garanticen que las diferencias que hay entre unos y otros no polaricen aún más a la sociedad y hagan que estas diferencias sean irreconciliables.
El desencanto social puede ser procesado a través de las urnas, estimó otro consejero, Marco Antonio Baños.
Ambos apuntaron que el descontento puede ser una chispa que detone la participación ciudadana. Esta puede ser una premisa real, pero… ¿Se puede llegar así a las urnas? ¿Votaremos los mexicanos con el hígado? ¿La ira cegará a la razón?
Nadie puede negar que la violencia sin precedentes en las últimas dos décadas; la impunidad rampante; la corrupción; la pobreza y la falta de crecimiento, así como la crisis en materia de derechos humanos, son razones de sobra para que haya mal humor social y para que nuestro estado de ánimo sea la depresión.
Pero debemos tener muy en cuenta que una decisión equivocada puede profundizar aún más las causas de ese enojo. De hecho, hay el peligro de discursos enarbolados por cierto candidato ahonden la ira. Está latente el riesgo de que nos condenemos a ser una sociedad rabiosa.