Con saña inaudita, presuntamente “por error”, en medio de una pugna entre grupos criminales, tres estudiantes de cine fueron torturados, ejecutados y disueltos en ácido para no dejar huella. ¿Y los victimarios? Se trata también de jóvenes veinteañeros, que sin el menor remordimiento, cumplen las instrucciones de los jefes delincuenciales y reciben a cambio unos cuantos pesos.
Esta macabra historia ha conmocionado a Jalisco, a México y al mundo. Actos terroríficos que definitivamente no ocurren de manera esporádica, sino que así “pozoleados” terminan muchos de los desaparecidos, en su mayoría jóvenes.
Estremece conocer que el encargado de disolver los cadáveres en químicos es un amante del rap y las drogas, conocido como el “QBA”. En sus videos se jacta de gozar del poder del dinero, las mujeres, las drogas y sus actos crueles. El director del Centro de Estudios e Investigaciones en Psicología Forense, uno de los pocos perfiladores especializados en mente criminal que tiene el país, Francisco Gutiérrez, no duda que este joven presenta rasgos psicópatas porque no muestra remordimiento alguno; quizás se deba a lesiones a nivel del lóbulo prefrontal y que sus neurotransmisores cerebrales padecen alteraciones por el indiscriminado uso de las sustancias adictivas.
Esta es la razón por la gente común no logra entender qué pasa en la mente de estos jóvenes criminales, que forman parte de la delincuencia organizada, para cometer estos actos atroces.
Más preocupante es también ver las millones de reproducciones que tienen sus videos musicales, bandas juveniles que igual integran a varones que a mujeres, gozando ilegítimamente de placeres, dinero, joyas y armas, cometiendo asesinatos y hasta reírse de que han perdido la cuenta, pero ganado el terror del barrio.
Ellas son llamadas “hit woman”, participan como halcones y por igual se les capacita en el manejo de armas; se encargan también de vigilar a las víctimas privadas de su libertad, y se les usa hasta en tres zonas perimetrales para avisar de cualquier movimiento policial para que sus jefes no sean capturados por las autoridades.
Al adentrarse a la mente criminal de estos jovencitos se detecta la rabia en contra de la sociedad que los ha marginado, la familia disfuncional, las condiciones precarias que han vivido durante su corta edad. No son reconocidos por sus talentos, lo que crea en ellos conductas antisociales, obteniendo poder al mismo tiempo que venganza. Su éxito radica en antes de cumplir la mayoría de edad, convertirse en matones a sueldo, gozar de privilegios por actos criminales les da una vida fugaz, ni siquiera sobreviven cinco años en las filas de la mafia.
En América Latina es prácticamente nula la reintegración social de estos jóvenes, quizás logra regenerarse uno de diez. Si acaso pasan por los centros tutelares para adolescentes, la experiencia solo les sirve para madurar sus mañas, formar otros criminales y crear grupos propios, advierte el especialista.
Las mismas autoridades reconocen estar conmocionadas por los maléficos actos de estos adolescentes. No les queda más que reconocer que se vive la mayor crisis de violencia y que esto sacude los cimientos sociales. “No podemos solos, ayúdennos”, es la plegaria social.
Y sí, tienen razón, esos jóvenes criminales están saliendo de nuestras casas, de nuestras familias putrefactas, lo que en gran medida explica la atroz descomposición social de nuestros aciagos días.
Adriana Luna. Periodista multimedia con 25 años de ejercicio profesional. Secretaria de Acción Femenil en el Sindicato Industrial de Trabajadores y Artistas de Televisión y Radio, Similares y Conexos de la República Mexicana, (SITATYR) sección Guadalajara. Secretaria General del Club de Periodistas de Jalisco. Curiosa en todo, experta en nada. Mujer antagónica en sí misma, con el corazón parecido a la Madre Teresa y con un genio como el de Margaret Thatcher. @adrianalunacruz