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«COLUMNISTA INVITADO»: Naturaleza parasitaria

El día terminaba después de una larga jornada académica en la Universidad de la República, Uruguay y posterior traslado a Buenos Aires por el ferry del Puerto de Montevideo al de Madero, Argentina. Luego de una prolongada caminata por el lugar, decidimos comer algo y buscar el hotel que se encontraba según los cálculos muy cercano. Tardamos más de lo esperado, no solo por la distancia, sino por la gran cantidad de obras que martirizan a los transeúntes y automovilistas. Me sentí en campaña electoral en México. Curiosamente es cuando más obras públicas hay.

Llegamos a la calle de Cordova y caminamos hasta llegar a la de Reconquista. Estábamos realmente fatigados. Marcela, mi acompañante, me pidió un respiro. Decidimos tomar algo en el primer lugar a la vista. Nos sentamos en una especie de bar – cafetería con mesas en la calle. Tráigame por favor una cerveza, la local, la que sea pues, fue lo primero que dije al sentarnos. El mozo (así los llaman a los meseros en allá) inmediatamente nos trajo una cerveza fría de litro, una versión argentina de nuestras caguamas mexicanas. No habíamos comenzado a beber cuando un joven de alrededor de 30 años sentado en la mesa contigua nos interrumpió.  “¿De dónde son?” Mexicanos, repliqué. Si mayor miramiento saltó de su mesa a la nuestra. Comenzó una charla que nunca olvidaré.

Se trataba de un amante de las ciencias ocultas. Su intención era explicarnos y convencernos, creo, de una serie de hipótesis sobre la gobernanza global de sectas, que, de acuerdo a él, contralaban el mundo. Teorías sin sustento científico; hay millones de personajes que las defienden y promueven. No me detendré en el contenido del debate, sino en la manera de abordarlo. El joven argentino nos tenía con la boca abierta. Simplemente nos atrapó. Utilizaba categorías de análisis muy sofisticadas que difícilmente uno encuentra en las aulas, salvo a nivel doctoral.

Me llamaron poderosamente la atención un par de palabras que no escuchaba desde hace mucho tiempo: “naturaleza parasitaria”. Éstas las usa regularmente un prestigiado académico mexicano, John Saxe-Fernández, para analizar lo superestructura capitalista y, por ende, al imperialismo. Estuvimos hablando por una hora, tiempo suficiente para que sus argumentos perdieran fuerza. Con la intensión de desviar la plática y pasar a otro tema le preguntamos en qué universidad trabajaba. Su respuesta nos dejó helados: “No trabajo en ninguna universidad, solo terminé la secundaria”. Inmediatamente vino el interrogatorio. Se trataba de un joven que nunca pudo acceder a la educación media, ni mucho menos a la superior muy a pesar de que los Kirchner´s le prometieron acceso a la educación profesional cuando gobernaron Argentina. Con la ayuda de su madre logró pagar un curso de estilista. Hoy es un peluquero.

Cuento esta historia a propósito de lo que he escuchado sobre dotar de una mensualidad a los jóvenes desempleados y que no estudian por parte de un precandidato a la Presidencia de la República. Lejos de estar o no de acuerdo con esta propuesta, me gustaría irme a un México del año 2024 donde quizá veamos el resultado de una política social de esta naturaleza. No estoy diciendo que este sector no es importante; no, al contrario, estoy convencido de que son el futuro del país, sin embargo, pienso que regalar dinero no ayudará a la gran mayoría de ellos a salir de su situación y entrar en la dinámica de la movilidad social a través de la educación.

¿Por qué mejor no se plantea un robustecimiento de la infraestructura de las universidades para acoger a más estudiantes y de paso mejorar los programas y planes de estudio en todos los niveles para que les permita al graduarse integrarse rápidamente a un mercado laboral cambiante? O ¿Los dotamos de las competencias que un mundo globalizado demanda? Llevar a cabo este tipo de políticas irresponsables acabará reproduciendo lo que precisamente este joven argentino que vive en casa de su madre describe como “naturaleza parasitaria”. Estemos atentos de las propuestas realistas de los precandidatos a la presidencia y especialmente de cómo se llevarán a cabo las mismas y no de la retórica muy característica en periodo electoral, de lo contrario, me quedaré con la frase “de lengua me como un plato”. Espero que no.

 

 


Adolfo Laborde. Analista internacional. Profesor Investigador de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac.

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