La integración ha sido más espiritual que real.
No es fortuita la declaración de la semana pasada del Secretario de Economía de México, Idelfonso Guajardo en donde sostuvo que “integración de economías de América Latina puede ser, por primera vez una realidad” (La Jornada, 15 de noviembre). Esta declaración la realizó en el marco del encuentro organizado por el Consejo Empresarial Mexicano de Comercio Exterior, Inversión y Tecnología (Comce) y durante la visita del presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez, así como en plena negociación de la 5 roda del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN).
Quisiera creer esta afirmación; de hecho, me considero un latinoamericanista de vocación, sin embargo, la realidad de la región apunta a que si bien es cierto podemos comerciar algunos productos, sectores o servicios, en la mayoría de los casos somos economías que competimos entre sí. Desde su creación, la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) que surgió en 1960 y finalizó en el año de 1980 para dar paso a la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) en el año de 1980 así lo han demostrado. Son procesos de integración inacabados. Desde esas fechas los latinoamericanos hemos presenciado una catarata de declaraciones que apuntan a ello, a la integración de nuestra América Latina. De hecho, más de una canción se ha compuesto haciendo honor a esta hermosa idea. Resalto, la que, a mi gusto, es la más representativa: Canción por la Unidad Latinoamericana de Pablo Milanés.
Desafortunadamente, la integración ha sido más espiritual que real. Prueba de ellos es la aparición de múltiples esquemas de integración subregional como el Mercado Común del Sur compuesto por Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay, Venezuela que está suspendida (MERCOSUR), la Comunidad del Caribe (CARICOM), Mercado Común Centroamericano (países de Centroamérica, menos Panamá), Comunidad del Caribe, Pacto Andino (países andinos), Alianza del Pacífico (Chile, Colombia, México y Perú) por citar algunos y los Tratados bilaterales o trilaterales de Libre Comercio donde ubicamos al TLCAN que vino precisamente, desde una perspectiva pragmática a acelerar los procesos de liberalización comercial ante el fracaso de esquemas como el ALALC, ALADI o el propio Acuerdo General sobre Aranceles y Libre Comercio (GATT por sus siglas en inglés), hoy Organización Mundial del Comercio (OMC).
Probablemente nos encontramos ante el regreso de lo pasado; así como Trump quiere imponer una política restrictiva en lugar de una de libre comercio, México quiere volver a este tipo de esquemas que no fueron, en su momento, acoto, lo suficientemente viables para concretarse. Mientras eso suceda, no hay que perder de vista lo que acontecerá en la 5 ronda de negociaciones del TLCAN que se observa muy complicada, sobre todo en el tema textil, reglas de origen y en la propuesta de revisar el Tratado cada 5 años. Éste último punto parece haber sido aceptado por parte de México, lo que abre las puertas a un desenlace de la negociación asimétrico para algunos, necesario para otros.
Adolfo Laborde. Analista internacional. Profesor Investigador de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac.