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«DESDE WASHINGTON»: Todos los caminos llevan a Rusia

“Politics makes strange bedfellows”.

Si antes todos los caminos llevaban a Roma, hoy todos parecen llevar a Rusia, y habría que seguirlos detenidamente para encontrar el hilo de un gran entramado en la política internacional. La vereda más reciente se abrió con la detención de Paul Manafort, quien fuera jefe de  campaña de Donald Trump por unos meses en 2016. El fiscal especial Robert Mueller, quien investiga la posible intervención rusa en las pasadas elecciones,  le imputó el pasado 30 de octubre doce cargos, entre los que se encuentran conspiración contra el gobierno y lavado de dinero. A Manafort (en arresto domiciliario) se le incautaron tres pasaportes estadounidense; con uno de ellos viajó recientemente a México, Ecuador y China, utilizando un teléfono celular registrado con un nombre falso.

La compañía de Manafort de consultoría política y cabildeo, funcionaba en los hechos como una agencia de propaganda para gobiernos extranjeros. Al parecer, su relación con el Kremlin inició en el 2006 cuando fue contratado para mejorar la imagen de Viktor Yanukovych, un aspirante a la candidatura presidencial de Ucrania, que era favorable a los intereses de Moscú. Yanukovich, quien llegó a la presidencia con la ayuda de Manafort en 2010. Manafort era consultor oficial del Partido de Regiones al que pertenecía Yanukovich y que incluía a miembros de la mafia de Donetsk, su lugar natal. Yanukovich mismo era también un gánster, un delincuente que había estado en la cárcel durante su juventud. Cuando en 2014  su gobierno aprobó leyes anti-protestas para acallar las voces que pedían un mayor acercamiento con Europa (y no con Rusia), fue destituido.

La figura de Yanukovich nos sirve para entender las insólitas alianzas que el Kremlin  ha construido con políticos de inclinaciones de talante tan contradictorio como la ultra derecha en Estados Unidos y de izquierda en otras partes del mundo. Además de que los extremos se tocan, hay otra cosa que los liga: tienen un enemigo en común. Los Estados basados en democracias liberales se han convertido desde la crisis del 2008 en el villano a vencer, tanto para verdaderos luchadores sociales que resienten el sistema que empobreció a tanta gente, como para Rusia, que trata de desacreditar al modelo europeo para incrementar su circulo de influencia. Es así como personajes como Julian Assange, quien ha sido tan celebrado por sus filtraciones que revelan las trapacerías de muchos gobiernos que ataca la izquierda, es también encomiado por Trump, quien hace poco dijo que era una gran fortuna que existiera Wikileaks.

Por otro lado, la forma gansteril de hacer política en la Rusia de Vladimir Putin no solo encaja bien con el estilo de Trump y sus allegados, sino que—paradójicamente—recupera mucho de la ideología radical que llevó a los Bolcheviques al poder hace exactamente 100 años. Habría que recordar a Sergei Nechayev, autor de un pequeño libro llamado “El Catecismo del Revolucionario” y en quien Fyodor Dostoyevski se inspiró para su novela “Los Demonios”. El personaje de Pyotr Verkhovensky, basado en Nechayev era el perfecto ejemplo de los “poseídos” por una ideología que los llevaba a realizar las mayores vilezas en función de un bien superior. Nechayev, fundador del grupo clandestino Narodnaya Rasprava (La Venganza del Pueblo), no dudó en denunciar a sus propios camaradas para que en la cárcel terminaran de radicalizarse. En su Catecismo que sirvió de inspiración a muchas generaciones, establecía que el fin justificaba los medios, que era preciso seguir ciegamente al líder y… que los criminales eran los auténticos revolucionarios puesto que estaban en lucha permanente contra el estado opresor.

Bien dice el dicho en inglés que la política lleva a que se acaban acostando juntas las parejas más disparejas (“Politics makes strange bedfellows”).

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Anne Wakefield. Crítica de cine para AARP, la organización no gubernamental más grande de EU, que cuenta con 47 millones de miembros y es parte del Comité de Selección del Festival Internacional de Cine de Morelia y corresponsal de Formato 21. Antes de mudarse a Washington, DC, en el año 2000, trabajó como reportera, conductora y crítica de cine en Televisa y en el Instituto Latinoamericano de Televisión Educativa (ILCE), radio y revistas. En 2002 participó como conductora del primer noticiario de Telemundo en la capital estadounidense.

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