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«POTENCIAL»: El costo de una derrota ciudadana

Benito Juárez es un dulce para las voraces inmobiliarias.

Perdí, perdimos y nunca he llorado más una derrota como aquella, aunque tardé 13 años en dimensionar la magnitud de mi fracaso: fui líder de un movimiento ciudadano en mi colonia Álamos en contra de las inmobiliarias  que violaban abiertamente el reglamento de construcción y los planes de desarrollo, en complicidad con la administración delegacional  panista de Fabdala Akabani y de la del PRD en la ciudad de México que encabezaba Andrés Manuel López Obrador.

Benito Juárez es un dulce para las voraces inmobiliarias, su centralidad, las vías de comunicación, su estructura urbana con parques, camellones, centros culturales, universidades, teatros… la hacían un polo de atracción hacia el año 2000 cuando comenzaron con una política de redensificación urbana, para evitar que sufriera el encarecimiento y la despoblación que padecía el centro histórico, y colonias abandonadas como la doctores y la obrera. Todo eso estaba muy bien; el problema fue que se hacia con una corrupción abierta, acordada y descarada entre las inmobiliarias y los gobiernos mencionados.

Los Planes de Desarrollo Urbano de entonces que todavía guardaban la memoria trágica del terremoto de 1985 señalaban que todo lo que se construyera en mi colonia, en Narvarte, en la Moderna, en Portales… debía ser de 4 niveles, y en una confluencia de intereses aceitada con millones de pesos las inmobiliarias de todo tipo: las encabezadas por arquitectos con doctorado, las de ingenieros, las de los comerciantes judíos que ponían a trabajar el dinero de otros negocios, comenzaron a edificar 6 niveles. Todas entraron por la puerta de la corrupción que les abrió Seduvi y la delegación Benito Juárez.

Salimos a la calle, nos manifestamos, clausuramos simbólicamente la delegación, pedimos auditorías, las obtuvimos: participamos en la revisión de 25 edificios que se estaban construyendo en nuestra colonia, los medios de comunicación nos apoyaron, hicieron eco de nuestras demandas, publicaron infográficos, reportajes, donde se veía la magnitud del boom inmobiliario que sembraba daños nuestras casas. Todas violaban la ley  y nuestro reclamo era simple: que se cumpla la ley, no pudimos hacer que la autoridad frenara la construcción, por la sencilla razón de que estaban coludidos.

La evidencia  más clara de esta colusión fue que ninguno, ninguno de los cientos de edificios que se estaban construyendo en Benito Juárez fueron clausurado por las violaciones claras a la ley. Los constructores se reían de nosotros y nos decían “ya cálmense, ya perdieron, ya compramos a la delegación”.

En mi desesperación usé un recurso del que todavía me avergüenzo un poco: durante una junta con la Secretaria de Desarrollo Urbano de la ciudad Laura Itzel Castillo, le pedí directamente que frenara la violación de la ley en Benito Juárez y sin ningún atenuante en mi tono de voz dije:“ honre la memoria de su padre (Heberto Castillo), él siempre estuvo al lado de las luchas del pueblo, nosotros (los vecinos de Benito Juárez) somos ese pueblo”.

Éramos la sociedad civil organizada, los de la colonia Moderna nos enseñaron a caminar por los laberintos de la ley, nosotros le enseñamos a los de la Portales…teníamos juntas con los de la Del Valle y con los de San José Insurgentes. Éramos un frente poderoso, pero nos patearon como se desecha la basura. El pasado 19 de septiembre mientras cruzaba la ciudad desde norte, las noticias de la radio me fueron dibujando el mapa de mi derrota:  en la Portales, en la Narvarte, en la Del Valle se habían caído los edificios ilegales que no habíamos podido clausurar, y los que se construyeron después por el camino de la corrupción. Allí murieron personas.

La detención del Director Responsable de Obra (DRO) del edificio colapsado en Zapata 56, Jaime Smith Ríos, quien también era propietario – juez y parte, me llevó a este tema. El edificio de 6 niveles de a lado de mi casa tenía la misma irregularidad,  el DRO era propietario, y así cientos de edificios de la Benito Juárez.  En mi mente no deja de taladrarme la máxima: “solo se pierden las luchas que se abandonan”. Perdimos. Cuando nos patearon hasta dejarnos de bruces debimos levantarnos. Nuestra acción ciudadana tal vez hubiera frenado la corrupción y las muertes.

 

Genoveva Flores. Periodista y catedrática del Tec de Monterrey.

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