«MIRADA GLOBAL»: Del boom constructor al enojo social - Mujer es Más -

«MIRADA GLOBAL»: Del boom constructor al enojo social

De repente se acabaron las casas y levantaron edificios.

He vivido en la colonia Del Valle desde 1994. Me decidí por un departamento de un edificio pequeño de 4 pisos, de los pocos o con áreas verdes dentro de los que me gustaron y de mi presupuesto. El edificio, a una cuadra de Insurgentes, estaba rodeado de casas con grandes jardines ya desde las ventanas de mi sala, comedor y recámaras entraba el sol en todo su esplendor. Algo comenzó a ocurrir desde el 2005.

Desde hace 12 años empecé a ver con tristeza cómo comenzaron a derrumbar casas y construir edificios; años que resumo en un constante ruido de maquinaria y martillazos; ruidos que no cesaron ni los fines de semana ni en las noches. Hubo vecinos que se quejaron sin respuesta alguna de las autoridades.

Tanta solo en lo que mi a edificio se refiere, aparecieron en ese lapso 6 construcciones más. Uno tras otro en esos 12 años. Las casas en las que vivían familias, se convirtieron en edificaciones de al menos 20 departamentos, pegados en algunos casos, pared con pared. Cuando se realiza alguna fiesta en algún roof garden, la música y el ruido se escuchan en nuestras recámaras. Bueno, en algunos casos hasta el choque de copas de los brindis. Adiós luz solar, adiós vista de jardines y árboles. En nuestro caso quedamos atrapados entre el concreto.

Eso en lo que se refiere a mi edificio, ni qué decir de mi calle y de mi cuadra, construcciones nuevas por todos lados y a precios estratosféricos. Siempre me he preguntado si el auge de construcciones y, por consiguiente la llegada de más gente, no tendrá un impacto en los servicios básicos de la zona. Harta del ruidero y del congestionamiento del tráfico por la cantidad de obras, pregunté a un delegado de la Benito Juárez si ellos daban permisos a las constructoras. Me contestó que no, que era el gobierno de la CDMX quien tiene la facultad de decir sí o no a la construcción. Ya no quise preguntar más.

Escribo esto por dos razones. La primera, cuando una amiga que vive en Washington DC, compró una casa enfrente de donde vivía, me contó en esa ocasión que se tardaron dos años en comenzar a edificar. Hubo varias juntas de vecinos, quienes a uno por uno les hacían preguntas sobre el tipo de construcción, la altura y sobre todo que no les afectaría la visión de sus casas. Cuidaron detalles de no tirar árboles ni plantas de la zona. Tras la junta vecinal, pidieron permiso a las autoridades que nuevamente inspeccionaron que todo estuviera en regla y que no afectara a las casas contiguas. Pues sí, finalmente –me dije– es la diferencia entre vivir en el primer mundo y el mundo de las arbitrariedades y el caos.

La segunda razón es que este fin de semana, vecinos de varias colonias de la delegación Benito Juárez protestaron contra las autoridades para exigir el esclarecimiento de las condiciones en que se construyeron varios de los edificios que resultaron dañados tras el terremoto del 19 de septiembre. Piden justicia, reparación de los daños y además una revisión minuciosa de los inmuebles afectados.

Para nadie es novedoso que la Ciudad de México es una zona altamente sísmica, construida sobre un gran lago. No se comparan los daños entre los terremotos de 1985 y 2017. Pero fue evidente que tras la primera tragedia, se vivió el boom constructor en diversos puntos céntricos.

Cito mi caso, como solo una muestra de ADN del crecimiento desmedido y sin control de edificios. Sí, muchos tienen que dar la cara y muchas explicaciones y dar respuesta a miles de capitalinos que hicieron enormes sacrificios por comprar una vivienda que ahora está inservible. ¿Cuántos contratos se dieron en lo oscurito y a cambio de un buen fajo de billetes?  Hay muchas razones para estar enojados.

 

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