La semana pasada, el presidente Donal Trump lanzó una amenaza más, como ya es de costumbre en su administración. Se refirió a la posibilidad de que Estados Unidos abandonara el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN). Lo hizo en un contexto de post primera mesa de negociaciones y en vísperas de las que habrá en la Ciudad de México próximamente.
Esta intimidación vino acompañada de una serie de críticas a la política migratoria y de seguridad de su país en la frontera sur. Asimismo, no perdió la oportunidad de sacar de nueva cuenta el tema de la construcción del muro y el empeño que pondrá en su materialización. Dejó ver la posibilidad de paralizar la administración pública de Estados Unidos si no le autorizan los recursos para ello. Sea viable esto o no, se deben de tomar precauciones pertinentes. No basta con declarar que es el estilo de este personaje y que México seguirá como hasta ahora en el proceso de negociación. Eso no es suficiente.
Al respecto, cabría preguntarnos en qué consiste el Plan B anunciado también la semana pasada de la Secretario de Economía, Idelfonso Guajardo, en caso de que el TLCAN se venga abajo. No se sabe nada sobre esto. Las únicas pistas que podemos suponer, son a través de la recopilación de las noticias de las visitas de las autoridades mexicanas a Sudamérica, Asia (Japón) y la mención de que, con Brasil y Argentina, así como la Unión Europea (UE) se están estudiando las posibilidades de más acuerdos comerciales.
Me pregunto si los que tenemos no son suficientes. Ya existe un acuerdo con la UE y con Argentina y Brasil se usa la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALADI) o las normas de la Organización Mundial de Comercio (OMC). En todo caso, deberían decir que se están buscando importaciones sustitutas en algunos rubros o abastecimiento de productos específicos (maíz).
El Plan B no debería limitarse solamente a giras o a declaraciones, muy al estilo de los tecnócratas mexicanos. El Plan B tendría que instrumentalizarse (ejecutarse) con acciones paralelas (concretas) a las negociaciones del TLCAN.
¿Acaso no sería útil dejarles ver a los negociadores estadunidenses que estamos en pláticas de un Tratado de Libre Comercio con China y Corea, además de lo ya anunciado? O Comenzar con un proceso de integración económica, que no es lo mismo que un simple TLC, con los miembros de la Alianza del Pacífico o los miembros de la ALADI. O asumir el liderazgo de la reactivación del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) sin los Estados Unidos.
Es cierto que esto llevará tiempo, pero ¿qué estamos esperando? ¿No causar enojo o molestar a los socios del TLCAN? Una actitud reactiva no ayudará, menos aun cuando se quiere y es necesario, por cuestiones de seguridad nacional, dejar de depender comercialmente del TLCAN.
Sin presupuesto para acciones específicas y medibles, todo queda en el discurso y la retórica. La tan anhelada diversificación comercial tendrá que esperar, por lo menos hasta que sepamos el destino del TLCAN.
Artículo del doctor Adolfo Laborde. Analista internacional http://adolfolaborde.com/