«EL ARCÓN DE HIPATIA»: Amar sin correr riesgo - Mujer es Más -

«EL ARCÓN DE HIPATIA»: Amar sin correr riesgo

El maltrato a mujeres ha alcanzado proporciones epidémicas. 

Para las mujeres de cualquier país, cultura, credo o nivel socioeconómico, sostener una relación de pareja supone el peligro de sufrir agresiones físicas o sexuales. Tan elevado es el riesgo que una de cada tres mujeres mayores de 15 años ha sufrido este tipo de violencia por parte de algún marido, novio, amante o pareja. En algunas regiones, ese porcentaje pasa del 30% global hasta el 38 de la población femenina.

 

En situaciones de violencia de larga duración en parejas adultas, las mujeres han identificado al noviazgo como el momento en el que aparecieron las primeras manifestaciones de maltrato y violencia, en la forma de los celos y el control, seguidas luego por otras conductas.

 

Por ello, desde hace tiempo la Organización Mundial de la Salud alerta de que la violencia contra las mujeres ha adquirido “proporciones epidémicas”.

 

No es exageración: Naciones Unidas estima que el 35% de mujeres en el mundo ha sufrido algún tipo de violencia, ya sea a manos de su pareja o algún miembro de su entorno más cercano.

 

A pesar de ello, la violencia contra las mujeres tiene plena impunidad en muchos lugares e incluso se consiente en otros muchos, o no existe sentimiento de cohesión social con las víctimas hasta que una nueva mujer muerta hace que se cimbren los cimientos sociales.

 

Tal es el caso de Rusia. Según una nueva ley, las agresiones ya no serán consideradas un delito, salvo si dejan marcas y el agresor reincide en el periodo de un año. Una determinación que resulta incomprensible si revisamos las cifras de violencia. Entre 12 mil y 14 mil mujeres mueren todos los años a manos de sus parejas en ese país, según datos difundidos por el Ministerio del Interior.

 

Si bien en otros países se avanza en legislaciones contra la violencia de género e intrafamiliar, los datos tampoco parecen respaldar el optimismo. De acuerdo con cifras del INEGI de 2011, 14% de las mujeres en México ha sufrido violencia física de parte de su pareja; 43.1%, sicológica; 24.5%, económica, y 7.3%, sexual. Además, en 2013 se reportó que 32 de cada 100 mujeres murieron ahorcadas, estranguladas, ahogadas, quemadas, lesionadas con objetos punzocortantes o golpeadas con objetos.

 

En España, en particular, son especialmente destacables los datos sobre un tipo de violencia específica, como es la agresión sexual. Más de mil mujeres cada año, según datos del Ministerio del Interior (2015), sufren este tipo de agresión.

 

Cruzando todos los datos, el 35% de las mujeres del planeta mayores de 15 años ha sufrido alguna vez violencia física de su pareja o una agresión sexual por parte de otra persona, unos 920 millones de mujeres en todo el mundo. La media de los países ricos es de 32.7%, y es del 36.1% en América Latina.

 

De manera que la violencia no respeta fronteras ni clases sociales. Al contrario, ha sido una pandemia apapachada por las sociedades y los gobiernos del mundo; por leyes que no sancionan al agresor, sociedades que callan ante el maltrato y mujeres que fueron educadas para no denunciar, por miedo, desconocimiento de sus derechos o preservar las “buenas costumbres”.

 

Al parecer, este 14 de febrero la historia de miles de mujeres no tendrá el final de los cuentos de hadas donde se les enseñó que ella, junto con su príncipe, “serían felices para siempre”. Ellas no escucharon de finales alternos, donde tuviesen que tomar la decisión de levantar la voz y denunciar el maltrato. Crecieron ignorando por completo la posibilidad de que ese príncipe de cuento se convirtiese en el principal riesgo para sus vidas. Algunas han decidido resignarse, otras ser valientes y enfrentar día a día el riesgo de morir a manos de sus parejas.

 

Pero no se está en una relación para  ser valiente. Interesa ser libre, para amar y ser amada sin temor, sin que la vida corra riesgo. Libre para permanecer en una relación que satisfaga y sin miedo de levantar la voz en caso de ser necesario. Libre para vivir finales felices o necesarios en una sociedad que no recrimine a la víctima y el agresor la piense dos veces antes de atacar. En las relaciones, interesa ser libre, no valiente.

 

Saraí Aguilar | @saraiarriozola Es coordinadora del Departamento de Artes y Humanidades del Centro de Investigación y Desarrollo de Educación Bilingüe en Monterrey, Nuevo León. Maestra en Artes con especialidad en Difusión Cultural y doctora en Educación.

 

 

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