«POTENCIAL»: Melodrama y modernidad - Mujer es Más -

«POTENCIAL»: Melodrama y modernidad

El rol tradicional femenino: un melodrama real. 

El melodrama, como las telenovelas, no sólo está en la piel de toda América Latina y representa el vehículo por excelencia de construcción de la sensibilidad y el aprendizaje de los roles; también, como lo señala la investigadora Flavia Cesarino, es el medio como sectores analfabetas o semianalfabetas comprenden nuestra imperfecta “modernidad” en el subdesarrollo.

 

En el siglo XX, una segunda ola de modernidad dominó su medianía, la radio primero y la televisión después, fueron difusoras masivas de los melodramas que parecían estar cortados con la misma tijera, pero que marcaron los rumbos de la identidad para millones de personas que salían del espacio rural física o imaginariamente, sin pasar por la lectura de periódicos o de libros.

 

En América Latina, a diferencia de Europa, no se vive completo el proceso civilizatorio que pone en marcha la ilustración. El periodo colonial empobreció a los países independientes de la región y la educación se convirtió en una característica de las élites, así que el siglo XX comienza con grandes masas de hombres y mujeres que no saben leer ni escribir.

 

La empresa cultural que difunde los valores de la modernidad, es el melodrama con enormes consecuencias para las mujeres y su identidad, puesto que los roles estereotipados del género de la radionovela y la telenovela suponen a una mujer abnegada, sufridora y maternal, o una hembra sexuada, carnal y, por supuesto, con un destino fatal. En el blanco y negro de los guiones, el destino afortunado era para quienes seguían el rol tradicional.

 

Este esquema puede leerse también en los comics mexicanos de todas las épocas, donde las protagonistas son débiles, buscan la protección de un varón –que casi siempre es macho– y con frecuencia son delgadas y juveniles (excepto la mamá de Memín). Eran tan raras las heroínas que recuerdo un estudio serio sobre una excepción: el personaje de Rarotonga, una mujer plena en su sexualidad, en el ejercicio de su libertad y para rematar, morena de piel.

 

Porque el guion de los melodramas supone la subordinación como condición “naturalizada” de las mujeres y el poder económico y el domino de las relaciones para los personajes varones. Hasta el comic de la Pequeña Lulú planteaba un espacio donde la niña protagonista no podía entrar: el “Club de Tobi”. Ese era la idea de modernidad que se ofreció a la generación de mujeres que en  los años 40 llegaban a la Universidad o al Politécnico, donde por supuesto eran excepcionales, la mayoría seguía el guion del melodrama.

 

Además de ser un mensaje que llegaba a millones de mujeres en América Latina, abonaba a la construcción de un imaginario colectivo porque contaba siempre la historia de la sumisión en distintos escenarios, con distintos rostros, en distintos idiomas, pero siempre en roles tradicionales.

 

El melodrama entró a los hogares en México antes que los libros, antes que la educación primaria, como una presencia cotidiana y reiterativa que fue tallando los roles tradicionales en la madera que somos como sociedad.

 

Hoy, el canal de las telenovelas está volando bajo, pero no quiere decir que se acabara el género del melodrama, ya que en las series que se transmiten en los nuevos medios también hay roles tradicionales, y la reiteración de una figura femenina sin voluntad ni independencia. Ahora que los consumos culturales van en otras direcciones, bien podríamos pedir guiones que nos reflejen como mujeres del siglo XXI.

 

Genoveva Flores. Periodista y catedrática del Tec de Monterrey.

 

 

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