Manipulación y poder: es lo que hemos visto los últimos días en México.
Con los últimos eventos en México derivados del llamado gasolinazo, cómo no recordar ese último capítulo de la 4ª temporada de “House of Cards”, serie estadounidense de televisión web creada por Beau Willimon y adaptación de la miniserie del mismo nombre realizada por la BBC, que se basa en la novela de Michael Dobbs.
Y es que la serie trata principalmente sobre temas de manipulación y poder, lo que hemos visto hasta el cansancio en estos días de inconformidad y descontento por todos lados.
Manipulación de la situación de inconformidad encendida con presuntos grupos de saqueadores y de vándalos en varios estados de la República y en la Ciudad de México, y que en la mayoría de los casos nada tienen que ver con el auténtico repudio ciudadano, manifestado de manera pacífica, al aumento del precio de la gasolina. Esto que sin duda afecta al grueso de la población.
Por más “Pactos de oropel y utilería” que se hagan, la realidad de la vida cotidiana es que en el mercado, principalmente, los alimentos, los enseres y demás han tenido un aumento que va desde el 10 hasta el 40 o 50%, cosa que parecen ignorar quienes anuncian medidas que en nada amortiguan la carestía e inflación desatadas por malas decisiones. Si se hubiera hecho un manejo eficiente de las finanzas, de la hacienda y de los recursos públicos de la nación…
Al parecer también estamos ante pactos inconfesables con los nuevos socios en materia de energéticos, que hasta el momento no han sido del todo transparentados ni difundidos y mucho menos explicados en su totalidad.
En cuanto a los temas de manipulación y poder, recordamos el diálogo entre la pareja de políticos Underwood compuesta por Frank y Claire, ante una situación que los ponía al borde de perderlo todo, debido a la difusión de un artículo que los retrataba de cuerpo entero y que hablaba de abuso de poder, corrupción, desvío de recursos, conspiración, delitos graves, encubrimiento, etc., que los ponía en la orilla de la puerta de la salida del poder, que les anularía la posibilidad de la reelección y, por tanto, la oportunidad de permanecer al frente del gobierno.
Frank: No sé cómo sobreviviremos a esto… Faltan pocas semanas para las elecciones y luego perdemos, luego nos investigan y… todo perdido.
Claire: Si no podemos detener el daño, hay que controlarlo. Hay una solución, siempre la hay. Ganemos tiempo y como no podemos luchar contra todos, uno a la vez. Si superamos esto, lo haremos funcionar para nosotros.
Entonces aparece la palabra mágica en labios de Frank: Creamos caos
Ella: más que caos
Frank: Guerra, miedo, algo brutal, algo devastador
Claire: Estoy harta de ganarme los corazones de la gente
Frank: Ataquemos sus corazones
Claire: Podemos usar el miedo
Frank: Claro que podemos (Yes we can)
Claire: Ponte un traje limpio (para dar un mensaje)
Frank formula una pregunta: ¿Qué significa ser presidente? Habla de que la prioridad es la supervivencia de la nación. Dice: Se acabó el tiempo de conversar más allá de las consecuencias, hacemos lo que es necesario.
Fuera de foco, añade: Creamos el terror.
Emilia Curras, en su ensayo “Evolución histórica del caos”, explica: El concepto de caos, tal y como se conoce hoy en día, deriva de una la palabra griega, acuñada por Aristóteles, quien le dio el significado de espacio inmenso, vacío, en tinieblas. Asimismo, la concibió en su acepción adjetivada referida a estado de confusión y turbulencia.
Y Andrés Simón Moreno Arreche va más allá y nos detalla todos los elementos que confluyen alrededor del caos:
Crisis de percepción, miedo, manipulación, siembra de odio, control político y social para ejercer el poder, amenaza y terror abierto o velado para lograr la sumisión. “En las sociedades, el caos comienza como una crisis de percepción. Lo que parece no necesariamente ‘es lo-que-es’ y la percepción se convierte en la realidad para los perceptores”.
Nos dice Moreno que esa situación, en la que tienen mucho que ver los “agentes” ductores y manipuladores de la opinión pública, y la llamada “vórtice social”, es un sistema aparentemente desordenado pero que en conjunto representa un orden distinto, inesperado, fatal para el statu quo. El vórtice social se presenta, bien de manera espontánea por acumulación social de pequeños cambios, bien de manera accidental o provocada por variables.
Ante la amenaza que representan los cambios sociales radicales, provenientes de quienes defienden ideas y acciones contrarias al estatus y que son entendidas como una amenaza por parte de quienes detentan la gobernabilidad institucional de una sociedad, el odio es, después del miedo, el soporte estratégico del control social.
Moreno Arreche expone que, de una manera u otra, el miedo mueve la historia. Julio César, Napoleón, Calvino, Hitler, Franco, fueron los dueños del miedo unipersonal, mientras que las leyes teocráticas, las organizaciones para-gubernativas y los regímenes políticos se apropiaron del miedo como institución controladora, donde: angustia, asqueo, depresión, hastío, incertidumbre, intranquilidad, rabia, tristeza, son las sensaciones de quienes están sometidos por el poder en cualquiera de sus manifestaciones; específicamente cuando este poder ejecuta las acciones que disipan probables o posibles conflictos sociales; cuando utiliza para su provecho el miedo social, porque al inducir el miedo facilita el ejercicio del poder como control político y social.
Concluye su ensayo refiriéndose a que los Gobiernos, sean cuales fueran sus orígenes, han utilizado desde siempre la amenaza y el miedo como arma de dominación política y control social, pues el miedo impulsa a la víctima a obrar de determinada manera para librarse de la amenaza y de la ansiedad que produce. Entonces, quien suscita miedo se apropia hasta cierto punto de la voluntad de la víctima e intenta conseguir que la otra persona ponga en práctica una de las conductas ancestrales para huir del miedo: la sumisión.
Señala que ese es precisamente el objetivo de todo régimen político: Disipar los indicadores del conflicto o desorden social, en especial aquellas que apuntan hacia las bases estructurales del sistema y que pueden provocar el vórtice social, desmoralizando a los posibles seguidores de sus contrarios, desmovilizando a la sociedad toda y desmotivando cualquier intento de desestabilización. Básicamente generando una sensación de “plaza tomada”. Para alcanzar tal grado disipativo los regímenes, desde los abiertamente dictatoriales y teocráticos, hasta los comprobadamente democráticos y parlamentarios, han desarrollado una estrategia en la que el terror, abierto o velado, se cuela por todos los ámbitos de la estructura social hasta alcanzar a sus organizaciones fundamentales: El grupo, la vecindad, la familia.
Cualquier parecido a la realidad actual mexicana, es pura coincidencia.
Cartelera semanal:
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Un día después: el 21 de enero
20:17, la hora de los gasolinazos
Paloma Ruiz. Comunicóloga por la UNAM, con especialidad en Marketing por la Universidad de Berkeley. Ha combinado a lo largo de su vida profesional el análisis político en diversos medios de comunicación nacionales e internacionales, con el diseño de estrategias de comunicación y las relaciones públicas. Amante del mar y el buceo.