«MIEL DE MAPLE»: A las 11 horas del 11 de noviembre - Mujer es Más -

«MIEL DE MAPLE»: A las 11 horas del 11 de noviembre

El 11 de noviembre se depositan flores en la tumba del soldado desconocido en Ottawa. 

Hoy, 11 de noviembre es Remembrance Day o Día de remembranza en los países de la Mancomunidad de Naciones o Commonwealth y otros que participaron en la Primera Guerra Mundial, porque a las 11 horas del día 11 del onceavo mes de 1918, la guerra terminó formalmente con la firma del armisticio alemán.

 

Desconozco cómo se marque esta fecha en otros países, pero en Canadá el país se detiene, hay un aire general de duelo. No es un día de asueto. La vida sigue pero dentro de la cotidianeidad hay una pausa para la reflexión como nación sobre el impacto directo que los conflictos armados tienen en la vida del país. En Ottawa, por ley municipal los negocios no pueden abrir antes de las 12:30 PM.

 

Noviembre siempre me ha parecido el mes más sombrío del año: los árboles han perdido sus hojas y esperan el renacer en la primavera; la luz del día hace su aparición de las 7 de la mañana a las 4:30 de la tarde y la temperatura empieza a descender considerablemente. Pero además, los prendedores en forma de flor de amapola brotan en las solapas al inicio del mes, como un recordatorio de todas las víctimas de los conflictos armados. Esas flores que el 11 de noviembre se depositan solemnemente en la tumba del soldado desconocido en Ottawa o en los monumentos que honran a las fuerzas armadas, tanto en grandes ciudades como en comunidades y pueblos pequeños.

 

Tengo que aclarar que Remembrance Day no es un día de celebración de la fuerza militar del país, no hay despliegue de vehículos o de armamento. Se trata de la dimensión humana de la guerra; es la ocasión de poner caras y nombres a esos héroes que por convicción ofrecieron sus vidas por su país y sus ideales.

 

Hoy hemos tenido un viento fuerte y sin respiro en esta ciudad. Sin embargo, no impidió que se desarrollara la ceremonia en la que se honró los veteranos de guerra, anglófonos, francófonos, aborígenes y de otros grupos étnicos,  con la participación de líderes espirituales de diferentes religiones y creencias, representantes de los países con los que Canadá tiene relaciones diplomáticas (me sentí representada cuando muy respetuosamente el Embajador de México depositó la corona a nombre del país), las familias de los militares, quienes están en servicio y, más importante, los sobrevivientes.

 

A nivel nacional sólo quedan 61 veteranos que combatieron en la Segunda Guerra Mundial y aunque no todos pueden asistir a las ceremonias, sin duda están presentes.

 

Confieso que durante los 13 años que tengo en Canadá he visto la ceremonia por televisión y en el mismo número de ocasiones he llorado porque considero que todos los habitantes del país, de una forma u otra, hemos sido tocados por las guerras. Algunos porque llegaron aquí debido a conflictos armados en sus países de origen, otros porque algún miembro de la familia participó activamente en una misión militar o de paz. Entre mis amistadas no conozco una sola familia que no tenga motivos para conmemorar esta fecha.

 

Lloro cuando veo a hombres y mujeres que con orgullo portan sus medallas y con gran dolor recuerdan a sus compañeros caídos, no sin un dejo de culpa por haber sobrevivido. Lloro por la “Silver Cross Mother”, esa madre que tiene el honor de recibir la medalla de plata de las fuerzas armadas y de colocar una corona en el monumento del soldado desconocido. Lloro por ella y por todas las madres que representa y que tienen en común haber perdido a sus hijas e hijos en acciones militares. Lloro por la entereza que muestran y el respeto a las decisiones de sus hijos a quienes nunca más podrán abrazar y besar.

 

Lloro por la belleza conmovedora de las voces infantiles del Ottawa Children´s Choir que llenan los silencios incómodos. Lloro porque la amenaza de guerra es una realidad actual, porque Canadá es un país objetivo de grupos terroristas y por la participación activa que el país tiene en Irak con 300 elementos y 600 más que serán enviados a África en los próximos tres años, en misiones de paz.

 

Lloro porque el abuelo de mi esposo peleó en Passchendaele y en Vimy Ridge y cuando regresó a Canadá nunca le habló a la familia de sus experiencias de guerra.

 

Hoy lloro por lo que pudo haber sido y no fue en política (ya hablaré de esto en una colaboración futura) y porque el poeta y trovador canadiense Leonard Cohen murió.

 

El poema “In Flanders Fields” o “En los campos de Flanders”, escrito en 1915 por el médico y Teniente Coronel John McCrae, oriundo de Guelph, Ontario, es un símbolo de los sacrificios hechos por los soldados. Esta es una traducción anónima encontrada al hacer una búsqueda electrónica:

 

En los campos de Flandes

 

En los campos de Flandes se agitan las amapolas

entre las cruces, hilera sobre hilera,

que marcan nuestra morada, y en el cielo

cantan valientes las alondras, en vuelo

silencioso entre los fusiles allá abajo.

Somos los muertos; hace pocos días

vivíamos, caíamos, contemplábamos la luz del amanecer;

amábamos y éramos amados, ¡y ahora yacemos

en los campos de Flandes!

Proseguid la lucha con el enemigo:

Os arrojamos, con nuestras manos exangües,

la antorcha; que sea vuestra y la alcéis.

Si perdéis la fe en nosotros, los muertos,

¡no podremos dormir, aunque crezcan las amapolas

en los campos de Flandes!

 

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