Debemos ver a China como una oportunidad y no como una amenaza.
No hay nada más satisfactorio que ver cómo la formación y educación rinden frutos. Hace aproximadamente 8 años entrevisté a dos jóvenes para ingresar a la carrera de negocios internacionales del Tec de Monterrey. En ese tiempo, era director del programa. Se trataba de Diego Ocampo y Eduardo Sojo. Llegaron de manera simultánea; fueron parte de esa generación exitosa de jóvenes, muchos de ellos viviendo en el extranjero, trabajando o realizando algún posgrado. En los semestres subsiguientes siempre mostraron una gran curiosidad y disciplina. Siempre que me pedían consejos, mi respuesta era la misma: “vayan a Asia, allá está el futuro”. No era fortuita mi recomendación. Cuando viajé y viví en Asia, por allá de principios de siglo, me convencí de ello. El siglo XXI es de Asia.
Se dio la coyuntura. Viajaron a China con miras a cursar dos semestres en la Universidad de Fudan, precisamente donde me encuentro como investigador visitante de su Centro de Desarrollo, y a realizar un entrenamiento para ProMéxico. Los perdí de vista. Cambié de posición en el trabajo. La vida me dio una grata sorpresa. Recientemente los volví a encontrar como emprendedores mexicanos en Shanghái. Crearon hace algunos años una empresa de consultoría en China. Además de empresas mexicanas, ayudan a organizaciones colombianas y estadunidenses a penetrar el mercado chino. No dudé en pedirles una entrevista. Aceptaron. Quería saber su perspectiva de lo que sucede en este país.
Nos vimos en la sede del Tec y sin mayor preámbulo comenzó nuestro diálogo. Diego y Eduardo comentan que China les abrió la oportunidad a pesar de que llegaron tarde. La primera la hicieron en el año 2010 y China ya estaba desarrollada. “China nos ha abierto la ventana para encontrar oportunidades que me parece que no se aprovechan de todo como país ni como empresas. Regularmente se tiende a sólo importar productos chinos a México, que es lo más fácil en el comercio exterior, y no al revés; es decir, buscar mercado en China para los productos mexicanos. China es un país totalmente distinto a México. Todo se maneja diferente, la cultura laboral y empresarial son un ejemplo. Además de esto, hay que agregar el contexto global. Puedes trabajar con gente de todas partes, chinos, rusos, latinoamericanos, norteamericanos, europeos, asiáticos…”.
Aproveché la fluidez con la que transcurría la conversación y les cuestioné sobre el factor que contribuyó a estos cambios rápidos de los que hablan. Eduardo señaló que son puntos muy especiales. “Uno de ellos es la estructura política que tienen. Esto se hace más efectivo en cuanto a la toma de decisiones y en la estrategia de donde se invertirán los recursos para impulsar el desarrollo, lo que a mi juicio impacta en un crecimiento económico con mayor rapidez. Otra, la atribuyo a la manera de ser de los chinos; es decir, el peso de su cultura. Sus bases confucianas son importantes aunadas a su nacionalismo reflejado en el orgullo de serlo. Esto, pienso, los hace salir adelante en la mayoría de las ocasiones. Ese mismo orgullo los hace sobreponerse a los obstáculos que China ha tenido en la historia. Estos dos elementos son fundamentales.
Además, es importante considerar el contexto y coyuntura de los últimos 10 años. Otro elemento digno de mencionarse es cuando entraron a la Organización Mundial del Comercio (OMC). A partir de ese momento, tuvieron un crecimiento económico impresionante. Considero que si bien los chinos ya tenían confianza en sí mismos, este hecho los potencializó más. Acataron las reglas del comercio mundial y se ganaron la confianza de la comunidad internacional”.
Al respecto, Diego señaló que “el desarrollo de China se debe a su sistema dual; es decir, la convivencia del capitalismo con el comunismo. Observamos que todos los días se incrementa más el consumo de los chinos, no obstante, el comunismo está ahí. Lo vemos cuando el gobierno interviene. Simplemente se sigue lo que a su juico se debe de hacer. Todos acatan y hacen lo que tienen que seguir sin protestar. Eso es bueno. Agrego también la importancia de recordar la historia. Los chinos mantienen viva en la memoria las penurias que tuvieron hace apenas unas décadas. Aquí incluyo el periodo después del triunfo de los comunistas, la revolución cultural y lo que eso significó. La mayoría no quiere repetir esta experiencia. Quieren seguir desarrollándose, creciendo. No olvido cuando llegamos en el año de 2010. Nos paraban en la calle y nos agradecían por haber venido. No había tantos extranjeros en ese entonces. Paralelamente a esto, creo que su organización ha ayudado mucho. No se salen de su esquema y eso los hace tener lo que vemos ahora: respeto a las instituciones y a la autoridad en general. Es un sistema esquemático, lo que a mi juicio ayuda”.
Sobre el papel del Estado chino en el cambio, Diego afirmó que “en un principio los planes quinquenales ayudaron, pero cada 5 años los analizan y en caso de que se necesite un cambio, lo hacen. No sólo es la necesidad de tener un plan de largo plazo, sino adaptarlo a la realidad imperante. Esto y la planificación industrial a través de los clúster apoyados con las ventajas y apoyos del gobierno fueron determinantes. Paulatinamente, los clúster se convirtieron en el motor del desarrollo. Al respecto, Eduardo comentó que “en su política económica han sido muy certeros. Desde que se abrieron al mundo, sabían cuáles eran las industrias clave; las que iban a apoyar o las que se privatizarían con miras a un mejor desarrollo considerando la competencia. Por eso observamos que la costa este, que es la más desarrollada, fue una estrategia de ventaja competitiva al tener acceso a los puertos. Cada parte tiene una función. Todo en China lo tiene: Shanghái, Beijín y otras ciudades estratégicas. Nada es al azar. Organizaron la estructura económica. Esto, ayudado con su base organizacional, se conjugó para dar como resultado el éxito que vemos hoy en día. Nuevamente cito el tema de la autoridad. Si ella dice algo, la gente lo acata”.
En lo que respecta a las políticas públicas que han tenido éxito y su viabilidad de exportarlas a México, Eduardo responde diciendo que “es una pregunta compleja. Hay algunas que podrían servir. Una de ellas es la que está relacionada con el castigo a la corrupción. Tienen otra en donde a los turistas chinos respeten los lugares a los que van; sin embargo, el modelo como tal no creo que se pueda exportar. Es diferente empezando por la cultura y no funcionaría en otro país. Quizá donde sí hay posibilidades, es aspirar al bien común como el de ellos, pero ciertas políticas son sólo para China”.
Al respecto, Diego comentó que “es un modelo no exportable al 100%, pero hay algunas que sí se pueden seguir. El respeto al marco legal y el tema del control y penalización de la corrupción. Aquí no se negocia el castigo. Si alguien afectó los intereses del pueblo, es castigado. No hay flexibilidad como en occidente. Y para ello, el gobierno está firmando acuerdos de extradición con muchos países para repatriar a los infractores”.
Sobre la relación entre México y China, Diego afirmó que “nuestros y otros países la han visto como un competidor y con esa visión hemos perdido muchas oportunidades. Nosotros vemos que estamos en contacto con el mercado. Observamos muchas ventajas para el empresario mexicano, si busca una alianza estratégica con China. Hay que buscar alianzas empresariales chino-mexicanas. Pienso que aquí está la diferencia para mejorar la relación comercial. Hay muchos sectores: el calzado, por ejemplo.
México tiene la ubicación geográfica y la red de tratados comerciales para reexportar (plataforma exportadora) los productos derivados de una alianza empresarial”.
Eduardo concluyó diciendo que “La relación entre los dos países ha tenido una serie de tropiezos pero eso le da un carácter de oportunidad grandiosa. Es un terreno inexplorado debido a la desinformación mutua; es decir, los chinos no saben de México como nosotros no sabemos de ellos. Hay otros países latinoamericanos que ya se nos adelantaron. Cito los casos de Chile y Perú. Esto es triste porque si vemos el tamaño de la economía de México y su importancia en la región, tendríamos que tener una mayor presencia en China. Estamos conscientes que la vecindad con Estados Unidos es un factor que determina el intercambio comercial de México con ese país, pero creo que debemos ver a China como una oportunidad y no como una amenaza.
Asimismo, hay que tomar en cuenta que en China las cosas están cambiando muy rápido. Cada día hay más gente con mayor educación, con un poder de consumo alto y sofisticado. Debemos traer servicios y productos para satisfacer esa necesidad.
Debemos de voltear a China y dejar de poner los huevos en una canasta. Hay que venir a China, saber qué es y aprovechar las oportunidades que ofrece, una de ellas el turismo. Una buena idea es promover el nombre de México y sus destinos. No sólo hay que empeñarnos en venderles lo mismo. El tequila es un ejemplo. Estamos empeñados en hacerlo sin considerar que muchos chinos son alérgicos al alcohol; o bien, hay quienes no lo conocen. No hay estrategias de posicionamiento como lo hicieron los franceses. Ellos llevan 40 años haciendo degustaciones de vino francés. Nosotros ¿cuántos? Entonces también hay un nicho de oportunidad en la promoción de nuestros productos y servicios desde una oferta y demanda exportables. Los negocios no son sólo compra-venta. Es un proceso largo, más aún en un mercado joven como el chino. Hay que saber las ventajas y calidad del producto al consumidor chino y estoy seguro que el chino lo comprará”.
Adolfo Laborde es Profesor Investigador del Tec de Monterrey. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI) y de la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales (AMEI).