Aumenta la participación infantil al mundo del trabajo.
El próximo viernes 15 de julio, concluirán su ciclo escolar 25.9 millones de niñas, niños y adolescentes: 4 millones 852 mil 242 alumnos de preescolar; 14 millones 257 mil 501 escolares de primaria; y 6 millones 852 mil 429 estudiantes adolescentes de secundaria. No importando, si su escuela optará por el calendario de 180 o 200 días, se reincorporarán a clases el lunes 22 de agosto.
Mientras para la mayoría de ellos, el fin del ciclo escolar es motivo de gozo, para la mayoría de sus progenitores es motivo de preocupación. Inicialmente esto se debe a que en este país es un privilegio que los adultos cuenten con periodos vacacionales. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (2014), los mexicanos, son entre sus miembros, los que trabajan más horas al año, alcanzando 2 mil 327; alrededor de mil más que los irlandeses, italianos, austriacos, franceses, holandeses y alemanes.
Este comportamiento, alcanza por igual a trabajadores calificados y no calificados, según una encuesta global de Rengus (2013), en México la tercera parte de los profesionistas varones y una cuarta parte de las mujeres, trabajó durante sus vacaciones de verano. Y naturalmente el 57% de los trabajadores informales, cuyas actividades difícilmente son susceptibles de periodos vacacionales. En ese contexto son muy pocos los niños y niñas que pueden compartir con sus padres y madres, estas cinco semanas de descanso.
De los privilegiados de este país, digamos el 17 % de menores de 18 años no pobres que nos reporta CONEVAL (2014), algunos podrán acceder a viajes o a campamentos veraniegos. Otros de estos casi 7 millones, especialmente los que viven en centros urbanos, pasarán parte de esas semanas en cursos de verano. En ciudades, como la de México, la oferta de cursos es amplia y variada, van desde los operados por las escuelas privadas, como extensión de su oferta educativa; hasta los especializados ya sea en deportes, teatro, baile, idiomas y robótica por mencionar algunos. El costo oscila entre los mil 500 y los 15 mil pesos. En los museos, por ejemplo, encontramos las cuotas más accesibles (mil 600), en el Museo de Historia Nacional de la CDMX y el Anahuacalli; hasta los que alcanzan los 3 mil 500 pesos, como los ofertados por el Museo Universitario de Arte Contemporáneo y el Universum.
Para la mayoría de las niñas y niños urbanos, las opciones se limitan a los eventos a cargo de las áreas educativas y de desarrollo y asistencia social de los gobiernos locales, que si bien no tienen costos directos, implican indirectos, como pueden ser los derivados de los traslados. Es así como gran parte de ellos vivirá el verano encerrado en su casa o en un espacio urbano que se dibuja más inseguro que recreativo. Por su lado, en las zonas rurales, en el periodo vacacional se incrementa la participación infantil y adolescente al mundo del trabajo.
Adicional a los problemas operativos y de acceso, domina una visión adulta en donde creemos a ultranza que el ocio es el padre de todos los vicios y que la desocupación es sinónimo de vagancia, que es la madre de todos los males. Es claro que estamos frente a un periodo de receso escolar, más que de un periodo vacacional. Poco nos acercamos a lo que hace referencia este concepto, que deriva de los vocablos latinos: vacare: estar libre, desocupado; Vacuus: vacío; Vacui dies: días de descanso.
Tal parece que de los que se trata es de hacer el verano menos peligroso, y que las niñas, niños y adolescentes, transiten rápidamente al regreso a clases, que su derecho al descanso, puede esperar.
Nashieli Ramírez
Directora de Ririki Intervención Social. Experta en infancia y adolescencia, y sus derechos.